lunes, 15 de septiembre de 2008

STANISLAW LEM




El pasado ocho de septiembre sugería la lectura de una novela de Stanislaw Lem, El Hospital de la transfiguración; Impedimenta, 2008. El autor del prólogo recomendaba encerrarse el fin de semana y leerla de un tirón. No lo pude hacer, pero la leí y me ha resultado muy interesante, sobre todo porque la línea de la locura queda desdibujada y no sabes quienes están peor, si los internos del psiquiátrico, los doctores de la institución o el mundo con el comienzo de la II Guerra Mundial.

Me voy a permitir transcribir algunos párrafos. Espero que les resulte interesante, si deciden leerla.


-Me contaron- terció Stefan- que hubo un príncipe ruso dotado de una gran sensibilidad. Desde las ventanas de su palacio, situado en lo alto de un monte que dominaba el pueblo, se divisaba una vista preciosa, pero unas cuantas chozas cercanas estropeaban aquel pintoresco paisaje. Así que el príncipe ordenó quemarlas: las manchas de los machos cabríos carbonizados dieron el último toque, el toque exacto. Y por fin, consiguió el cuadro que estaba buscando. -Con que ésas tenemos… - dijo Sekulowski-. ¿Trabajamos para las masas, eh? Yo no soy ningún Mefistófeles, doctor, pero me gusta meditar las cosas. ¿Filantropía? A la caridad están condenadas las vírgenes diplomadas a las que se les han agostado las hormonas y, en cuanto a las teorías revolucionarias, los indigentes no tienen tiempo para semejantes asuntos. ¡A semejantes asuntos siempre se han dedicado los cuatro rebeldes que destacaban entre los bien alimentados! Por otra parte, a los hombres siempre nos va mal. Si uno busca tranquilidad, silencio y serenidad, que no lo busque en su vida ya que encontrará todo y más en el cementerio. Y, además, ¿para qué servirnos de una abstracción? Yo crecí en la pobreza, una pobreza que usted, doctor, ni se podrá imaginar. ¿Sabe que logré mi primer empleo cuando tenía tres meses? Mi madre me alquilaba a una mendiga a la que le daban más limosna si se paseaba con un niño a la espalda.

LEM, El Hospital de la transfiguración, Impedimenta, 2008 [págs. 124-125]

No hay comentarios:

Publicar un comentario