domingo, 14 de abril de 2013

14 DE ABRIL. OTRO MÁS


       
Como cada 14 de abril, los amigos te llaman, te escriben mensajes, te felicitan, compartimos un rato, charlamos de este 14 de abril y lo comparamos, como no, con otros años. En fin nada nuevo, lo sigo celebrando y punto. Bueno y punto no, porque desde hace algún tiempo me preocupa este republicanismo de última hora, republicanismo de chapa que nace como ofensiva frente a una monarquía, que a la deslegitimación original une ahora el descrédito que aumenta cada día por los despropósitos de tan singular familia.

            No, pero la esencia del republicanismo no tiene que echar raíces en los odios y enfrentamientos. El fundamento del mismo hay que buscarlo en la controvertida etapa de la Ilustración, etapa de desenlace tal como la define Tzvetan Todorov, porque el cúmulo de ideas son más antiguas, de diversa procedencia. El rastro llega hasta la Antigüedad, el mismo Renacimiento es un revulsivo, o la oscura, aunque no tanto Edad Media también aporta a esta mezcla algún ingrediente.

            Mejor, mucho mejor de lo que pueda hacer yo, explicar los fundamentos del republicanismo, lo hace Tzvetan Todorov en El Espíritu de la Ilustración, Galaxia Gutenberg, 2008, aunque me quedo con algo que dice y transcribo: “el origen de todo poder está en el pueblo, y nada es superior a la voluntad general” [ob. Cit. pág.13]. aquí está el nudo de la cuestión que hoy 14 de abril se conmemora, porque tal día como hoy se depositaron muchas esperanzas para se cumpliera esta premisa, pero hemos tenido un pasado tan convulso y lleno de salvadores de patria que parece imposible que algo que se define con tan pocas palabras sea inalcanzable.

            Le podemos echar la culpa a la Transición, como está de moda, pero la verdad es que partidos en particular y la ciudadanía en general no se ha percatado de algo esencial: si la democracia/libertad no se cuida, no se mima y no se le exige nos topamos con instituciones que se resquebrajan porque de ellas se han hecho campos de cambalaches o zonas de saqueo a las que han llegado una clase política cada día más mediocre, más trincona y desapegada de lo que se entiende por lo que formaría ese grupo de “servidores públicos”.

            Pues nada otro año más y a esperar la respuesta de la ciudadanía antes de ver colgado el cartel de: “Peligro, derrumbes incontrolados” . les dejo con unas palabras, breves, pero concisas de Todorov: “El escepticismo generalizado y la burla sistemática tienen de sabiduría sólo la apariencia” [ob. Cit. pág. 53].


Ah, se me olvidaba, no hay fanatismo en esta reivindicación, ni en la reivindicación del espíritu de la II República, sólo esperanza para el futuro.

domingo, 7 de abril de 2013

LECTURAS: EN LA ORILLA. RAFAEL CHIRBES

            Rafael Chirbes, 1949. No había leído nada de su obra y lo reconozco. De él, de su obra, sólo tenía referencias, buenas, incluso su premio nacional de la crítica por Crematorio; pero no sé por qué en ningún momento se me despertó la curiosidad y cogí algo de lo que había escrito. Tampoco tengo clara la razón que me impulsó en la librería para coger su última novela: En la orilla, Anagrama, 2013.
 En primer lugar tengo que reconocer una deuda con

            En la orilla ha sido un descubrimiento que convirtió su lectura en algo adictivo, más si cabe, ya que ella lo es para mi. Página a página disecciona un modelo de sociedad y a sus protagonistas rebuscando en los entresijos de las pequeñas historias locales, en la ida cotidiana de un espacio reducido, casi asfixiante donde se entrecruzan vidas, se reparten odios y se guardan rencores (el rencor no tiene fecha de caducidad, pág. 187)que tienen el viejo olor de la Guerra Civil.

            Del Mediterráneo de postal, de cielo azul, sol y playas, Chirbes nos lleva al lodazal de las charcas en la costa, que son estercoleros y escenarios de historias truculentas, al tiempo que escondrijos para huidos de la represión; caminos pedregosos requemados por el sol inclemente y pulidos por el andar de quienes arañan la tierra en busca de arañarle algo; plantas raquíticas de tallos leñosos y arrugados frente a las inclemencias y dobladas sobre sí mismas para protegerse de la inclemencia del sol.

            Esteban, el protagonista, es el eje sobre el que pivotan el resto de historias que nos ponen delante de los ojos y de forma descarnada la realidad que arranca allá en los años de la Guerra y acaba con otra guerra, la del ladrillo que ha dejado un paisaje desolador y una ciudadanía entrampada, anestesiada por el lujo ajeno y las ilusiones truncadas por llegar a paraísos de nuevo rico.

            En la mayoría de las ocasiones sugiero la lectura de lo que comento, pero en esta ocasión lo hago vivamente y como tengo que redimir mi culpa algunas de sus novelas están ya a la espera, y las miro y pienso en serle infiel a Sorderberg y al doctor Glas.

            Les dejo con algunos párrafos y espero que les resulten interesantes:

        “… acabas de adquirir el poder de lo que está vivo muera, un poder más bien miserable, porque el verdadero poder –y ése no lo tiene nadie, ni Dios, lo de Lázaro no se lo creyó nadie- es devolver a la vida lo que está muerto. Quitarla es fácil, eso lo hace cualquiera. Lo hacen a diario en medio mundo. Abre el periódico y lo verás. Incluso tú puedes hacerlo, lo de quitar la vida, siempre, claro está, que mejores un poco la puntería (ahí sí que sonrió y afiló, guasón, las comisuras de los ojos grises y vivos, el buen humor los rodeaba de una telaraña de pequeñas arrugas). El hombre que ha sido capaz de levantar edificios, de hacer desaparecer montañas enteras, de abrir canales y de cruzar puentes sobre el mar, no ha conseguido que vuelva a levantar los párpados un niño que acaba de morir. A veces lo más voluminoso y pesado es lo más fácil de mover. Piedras enormes en la caja de un camión, vagonetas cargadas de metales pesados. Y fíjate, lo que guardas dentro de ti, lo que piensas, lo que deseas, que, al parecer, no pesa nada, no hay forzudo que sea capaz de echárselo al hombro y cambiarlo de sitio. No hay un camión que lo mueva. Conseguir que te llegue a querer alguien que te desprecia o a quien eres indiferente es bastante más difícil que tumbarlo a porrazos. Los hombres pegan por impotencia. Creen que pueden conseguir por la fuerzo lo que no son capaces de conseguir con la ternura, con la inteligencia” [ob. Cit. pág. 48]