domingo, 1 de julio de 2012

OTRA CUMBRE HISTÓRICA

              Bueno, ya han pasado los ecos de la cumbre de presidentes y jefes de estado de los países del euro grupo. Como no podía ser menos también a la misma se le calificado de histórica, como las anteriores, así que nada nuevo que destacar en cuanto a los adjetivos que se le colocado como tampoco a los discursos vacíos que repiten más de lo mismo. Cifras de miles de millones de euros para la reactivación económica, que si la deuda en España va directamente a la banca. En fin, al final ya se sabe quién va a tener que pagar esta inmensa deuda que ha crecido mientras algunos practicaban la economía de casino porque papá-estado lo iba a arreglar.

            Mientras cae este domingo acompañado por el triunfo de la selección española de fútbol que ha conseguido, seguro, que en los edificios las banderas le ganen a los carteles de se vende o se alquila. Es curioso como el fútbol dispara este nacionalismo banal, melifluo, que además en este país le acompaña la intelectualidad sostenida por los cocinillas que se han puesto de moda. Nunca antes freír un huevo fue tan aplaudido y tan esperado como arte, y nunca la pasión fue fagocitada por el fútbol como ahora.

            Pues nada, ojalá el lunes el dinero que se pida prestado por parte del estado para pagar viejas deudas, se haga a unos precios moderados, que circule el capital, que se genere actividad económica y haya empleo. Ese creo que es el deseo de la mayoría de la población, pero me temo, y no es por aguar la fiesta que poco se va a diferenciar el próximo lunes de los anteriores, porque en el fondo me parece que la intención de eso que se llama mercado es seguir adelgazando lo público, limando el estado del bienestar hasta límites desconocidos. Me atrevo a decir que esto tocará fondo cuando el salario de un trabajador solo le dé para un sustento en precario, y por sustento entiendo las necesidades básicas, es decir, el mayor porcentaje de su salario se dedique a la alimentación.

            En un momento determinado las clases trabajadoras cambiaron las reivindicaciones laborales por el desarrollo del estado del bienestar, que iba a sostener y financiar el trabajo, no los empresarios, así que el Estado se convierte en prestador de servicios como sanidad, educación, seguridad, etc. El paso del tiempo ha ido ensanchando este estado del bienestar hasta el punto que se están perdiendo para los mercados importantes nichos de negocio, así que lo que queda es recortar, recortar hasta que se cumpla lo que anteriormente cité.

            A este proceso le ha favorecido en este país, en otros más o menos, el desacierto de una clase política formada en un porcentaje importante por advenedizos, trepas, incultos y corruptos, para los que lo público solo era el camino para el enriquecimiento. Al mismo tiempo esa clase política con miras a corto plazo, no más allá de las próximas elecciones se ha tapado los ojos frente a los desmanes, la corrupción, el despropósito  en el maltrato a los recursos naturales. Quienes dependemos de un salario hemos visto como poco a poco la depreciación del mismo iba tomando impulso hasta quedarse no ya congelado, sino depreciado y recortado. La izquierda le ha hecho el juego, le ha preparado el camino a los neoliberales de reciente hornada; incluso las ocurrencias de los famosos “brotes verdes” y lo fuerte que estaba el sistema financiero español, afirmaciones de advenedizo y prepotente solo han hecho que el camino de plata quede preparado para que la derecha haga lo que mejor sabe hacer, y que no es otra cosa que acabar con lo público.

            En fin, que nada turbe la alegría futbolera, que los héroes patrios suban a los altares populares, que su sudor se venere como pócima milagrosa, sus discursos se estudien en las escuelas y se haga un catálogo de vidas ejemplares para próximas generaciones; mientras sigue la escalada del desmantelamiento de lo público sin que nada lo pare.

            Siempre recuerdo lo que me ha repetido en numerosas ocasiones una persona mayor que en 1940 iba a una escuela en Santa Cruz y decía: -¡Arriba España! Un cachito de pan señorita. Los diez años que tenía en ese momento y el hambre le afinaban la voz. Ah, lo de la cartilla de racionamiento puede que sea exagerado, pero no está de más recordar lo que pasó en un momento determinado, por razones distintas, pero pasó.