domingo, 24 de octubre de 2010

CINE: LA BICICLETA DE PEKÍN. WANG XIAOSHUAI


Con bastante retraso llega a Canarias y casi de forma clandestina la película que en el año 2001 fue Oso de Plata, Gran premio del jurado en el festival de Berlín: La bicicleta de Pekín, del director Wang Xiaoshuai. La programación de la filmoteca canaria ha incluido en el ciclo “Ciudades del Cine” esta película. Los circuitos comerciales, ni caso.

La bicicleta es el objeto de deseo que une a dos jóvenes que representan la cara y cruz de la nueva y evolucionada sociedad china; por un lado los jóvenes de procedencia rural con una carga pesada, su origen lejos de las ciudades, de las posibilidades de escolarización y empujados a una migración hacia los espacios urbanos en busca de mejorar su situación laboral y económica, la ciudad actúa como elemento generador de expectativas de cambio. La otra cara es una juventud urbana, con más posibilidades, un estatus distinto y que participa de aquello que las ciudades pueden ofrecer: oportunidades.

Mientras para uno la bicicleta es objeto de superación, herramienta de trabajo, para el otro es diversión, algo que cree merecer, aunque su familia anteponga unas necesidades, la educación en una escuela privada de la hermana menor, a la adquisición de la bicicleta. En esa oposición campo/ciudad y las que de ella se derivan se relata esta historia que tiene el aliciente del cine que cuenta historias sin estridencias, sin mucho aparato tecnológico, pero con una trama solvente y bien contada.

Si tienen oportunidad no dejen de verla, aunque las oportunidades que dan las salas comerciales son pocas.


LECTURAS: EL BARCO. NAM LE


Siete historias incluye Nam Le en El barco, Mondadori; 2010. En trescientas una páginas recrea siete mundos distintos, distantes en el tiempo y en el espacio. Todas y cada una de las historias están llenas de personajes cuyos retratos son completos, no olvidan ningún rasgo, así que, se nos presentan sin dobleces ni zonas oscuras, son lo que Nam Le dice que son.

Con la misma precisión y habilidad con la que perfila a sus personajes maneja el tiempo narrativo, de manera que lo aquilata o lo contrae para que el ritmo no decaiga y la atención no se diluya en detalles que no merecen importancia. Ese ejercicio se apoya en una prosa limpia de excesos al uso para rellenar páginas con tramas secundarias que sólo son hojarasca.

La versatilidad de Nam Le nos traslada desde el Medellín de un joven sicario, hasta el destartalado barco que navega por el sudeste asiático atiborrado de emigrantes, pasando por el piso de un joven vietnamita, aprendiz de escritor en Estados Unidos, que recibe la visita de su padre, al que conoce y no conoce, porque hay zonas oscuras de su pasado como soldado en Vietnam; de ahí, a la ciudad de Hiroshima un caluroso día de agosto de 1945, previo a lo que es motivo de sonrojo para la Humanidad. Hay otros escenarios y personajes, pero será la lectura la que les lleve a éstos y aquéllos y les atrape Nam entre sus páginas.

Creo que me faltan palabras para recomendar esta obra, pero si recomiendo vivamente su lectura y como lector me toca esperar a que Nam Le vuelva a tener la inspiración para escribir páginas como las de El barco y así seguir disfrutando de la buena literatura.

“Me llamo Juan Pablo Meréndez (sic), y llevo cuatro días escondido en casa de mi madre. Me llaman Ron porque una vez, cuando era pequeño, en una apuesta me bebí un medio de ron de Medellín, y luego y no vomité.

Soy sicario, asesino a sueldo. He sido sicario durante cuatro meses, aunque mi agente, el Padre, dice que en realidad soy un soldado y que lucho por una causa. No ha sido una causa, sin embargo, sino mis propias manos las que han causado la muerte a catorce personas seguro, y quizá a dos más. A cambio, el Padre me ofrece una casa segura en el barrio, donde vivo solo, y me paga ochocientos mil pesos al mes, y otros trescientos mil por cada trabajo. De esto, al menos cuatrocientos mil pesos al mes son para mi madre, que le reza a su dios por mi delincuencia, pero acepta el dinero para sus medicamentos y ropa y su televisión por cable y no hace preguntas.

Lo llaman un trabajo de oficina, porque el sicario está siempre esperando una llamada de teléfono. En Medellín se valora mucho tener un trabajo de oficina. [ob. cit. pág. 51]

domingo, 17 de octubre de 2010

LECTURAS: UN VIAJE. H. G. ADLER


No, no busques en estas páginas y conducido por el título un libro de viajes al uso. No esperes de esta obra, ni del autor, claro, una guía donde el viajero puede encontrar consejos sobre qué visitar, donde comer o pasear, tampoco encontrará ninguna reseña sobre dónde hospedarse.

Hans Günther Adler en el relato que construye en Un viaje, Galaxia Gutenberg; 2010 en su condición de judío perseguido por el régimen nazi, recrea el tránsito desde la condición de humano hasta la negación de la misma, la “cosificación” de las personas, de la identidad a la no identidad, en definitiva de la vida a la “no vida”, que no la muerte.

El personaje del doctor Leopold Lustig, doctor en medicina general, junto con su familia encarnan ese tránsito en el que de manera circular cada vez se va estrechando cada uno de ellos y ve nuestro doctor como se le va despojando de su condición de humano de forma inexorable, sin explicación y sin nada que sea una referencia para quien sufre tal situación.

En un solo capítulo, Presagios H. G Adler desgrana cada una de las situaciones en las que se coloca a los perseguidos y como los círculos se van cerrando cada vez más. Desde la incredulidad, el no creer que algo así pueda pasar nuestro doctor sigue sufriendo cada vez más, aunque siempre guarde la esperanza de sobrevivir, de escapar a esa pesadilla en la que está envuelto.

Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.

“-Pero no puede ser tan malo, porque no está muy lejos y tenemos un punto de destino concreto. [pág. 12]

…¡Consolaos con el pasado! Nadie os preguntó por el derecho que asistía cuando colocasteis en la puerta de la casa y en la puerta de vuestro piso esa placa: Dr. LEOPOL LUSTIG. MEDICINA GENERAL.

Eso se os concedió por pura magnanimidad, y vosotros lo habéis disfrutado… [pág. 26]

-los pisos desocupados muchas veces los desvalijan.

-¿Los desvalijan?

-Los desvalijan y tienen que entregar la llave. [pág. 35]

La historia de la Humanidad habla de riqueza y dominación, sus cuentos y leyendas nos transmiten lo mismo. La faz de la Tierra, en la medida que el hombre le ha conferido nuevos rasgos y la ha transformado, no es sino un campo de cicatrices que esa locura cultivó y abandonó. [pág. 86]

En nombre del derecho se estableció la falta de derechos. [pág. 87]

Quien tiene un nombre disfruta de la existencia y no ha sido excluido de la comunidad de este mundo en la que toda criatura está en gozosa posesión de un nombre. ¡Alegraos todas las naciones, porque tenemos un nombre! [pág. 88]

-Mami, ¿quiénes son esos hombres tan sucios?

No, esa pregunta no la soportarían las buenas madres, porque habrían de mentir –“¡pobres hombres!-, y eso no es de recibo, o habrían de decir la verdad –“¡abortos del infierno!- y eso tampoco es de recibo. [pág. 116]

Ni siquiera podemos mostraros un certificado de defunción, no lo extendían. ¡Miradnos bien! Somos aquellos que conocíais. No podemos haber desaparecido por completo de vuestra memoria sólo porque la mayoría de nosotros ya no estemos aquí. ¡Pero no todos han muerto! ¡Creedlo, por favor! [pág. 255]

martes, 12 de octubre de 2010

CINE: SOSTIENE PEREIRA. ROBERTO FAENZA


La programación de la Filmoteca canaria con el ciclo “ciudades del cine” me ha permitido ver de nuevo en pantalla grande Sostiene Pereira, 1996 del director Roberto Faenza. Después de tantos años recordar al viejo periodista interpretado magistralmente por Marcelo Mastroianni fue un placer.

Pereira, que como periodista renuncia a su profesión de conocer, interpretar y difundir la realidad que vive en una época convulsa no sólo en su Lisboa natal, sometido su país a una dictadura y el vecino, España en una guerra civil después de un golpe militar. Finales de los treinta del siglo pasado fueron años difíciles en la Europa, cuna de la Ilustración.

Al renunciar a su papel de periodista se queda en redactor de una página literaria que se ocupa de dar barniz a viejas glorias de la literatura; mientras los acontecimientos pasan ante sus ojos y oídos, ya que el camarero que le sirve la cotidiana limonada es la voz de los que no la tienen, aún así intenta mantener esa posición de no inmiscuirse en nada porque cree que nada puede hacer. De esta situación absorta socialmente saldrá, pero les dejo que lo averigüen si ven la película o leen la novela que también es de lo mejor que ha escrito Antonio Tabucchi.

Les dejo con unos párrafos de la novela que espero sean sugerentes.

“El camarero pasó tocando la campanilla para llamar al comedor. Pereira se levantó y cedió el paso a la señora Delgado. No tuvo el valor de ofrecerle su brazo, sostiene, porque pensó que ese gesto podía herir a una señora que tenía una pierna de madera. Pero la señora Delgado se movía con gran agilidad a pesar de su miembro artificial y le precedió por el pasillo. El vagón restaurante estaba cerca de su compartimiento, de modo que no tuvieron que caminar demasiado. Se sentaron en una mesa en la parte izquierda del tren. Pereira se metió la servilleta en el cuello de la camisa y sintió que debía pedir disculpas por su comportamiento. Discúlpeme, dijo, pero cuando como me mancho siempre la camisa, mi asistenta dice que soy peor que los niños, espero no parecerle un provinciano. Detrás de la ventanilla se deslizaba el dulce paisaje del centro de Portugal: colinas verdes de pinos y aldeas blancas. De vez en cuando se veían viñedos y algún campesino que, como un punto negro, adornaba el paisaje. ¿Le gusta a usted Portugal?, preguntó Pereira. Me gusta, contestó la señora Delgado, pero no creo que me quede mucho, he visitado a mis parientes de Coimbra, he reencontrado mis raíces, pero éste no es el país más adecuado para mí y para el pueblo al que pertenezco, estoy esperando el visado de la embajada americana, dentro de poco, por lo menos eso espero, partiré para los Estados Unidos. Pereira creyó entender y preguntó: ¿Es usted judía? Soy judía, confirmó la señora Delgado, y la Europa de estos tiempos no es el lugar más adecuado para la gente de mi pueblo, especialmente Alemania, pero tampoco aquí es que nos tengan demasiada simpatía […]

He notado que estaba leyendo a Thomas Mann, dijo Pereira, es un escritor que aprecio mucho. A él tampoco le hace feliz lo que está sucediendo en Alemania, dijo la señora Delgado, yo no diría que esté contento, no. Quizá yo tampoco esté contento con lo que está sucediendo en Portugal, admitió Pereira. La señora Delgado bebió un sorbo de agua mineral y dijo: Pues, entonces, haga algo. ¿Algo como qué?, contestó Pereira. Bueno dijo la señora Delgado, usted es un intelectual, diga lo que está pasando en Europa, exprese su libre pensamiento, en suma, haga usted algo.”

Tabucchi, Antonio; Sostiene Pereira, Anagrama, 1995

domingo, 10 de octubre de 2010

CINE: CARANCHO. PABLO TRAPERO

La vida de los seres anónimos, de los perdedores de la vida dan en muchas ocasiones historias verdaderas, llenas de vida en el cine, lo único que hace falta es que alguien las cuente. En Carancho, dirigida por Pablo Trapero, el director nos pasea por la noche bonaerense donde un abogado sin licencia ni escrúpulos vive de la desdicha ajena; aprovecha las desgracias en accidentes de tráfico para estafar a víctimas y compañías aseguradoras (negocio muy lucrativo que se extiende sobre todo en momentos de crisis). El contrapeso a nuestro abogado lo pone una joven médico que apura horas de trabajo más allá de la resistencia humana, la que fortalece, artificiosamente, con drogas que le permiten tener los ojos abiertos, no más.

Esta pareja de perdedores, de marginales comparten una pasión que les une frente a los desaciertos de la sociedad en la que viven, y si pretenden sacar la cabeza de ese enlodamiento social sólo consiguen golpe tras golpe, porque son piezas de un engranaje que se pueden sustituir, pero mientras la maquinaria deja de producir bienes a costa del engaño.

De Ricardo Darín poco hay que decir porque tiene la capacidad de hacer creíble cualquier personaje que aborde, aunque se está especializando en estos personajes oscuros entristecidos por la vida y que en algún momento ven una luz que les señala que otro camino puede ser posible. En Luján, la médica protagonista, Sosa, el abogado carancho, ve esa luz y otro camino posible. La cruda realidad da mucho de sí para estas historias. Si tienen oportunidad y el ánimo fortalecido es una película recomendable.


LECTURAS: DIARIO DE UN AMA DE CASA DESQUICIADA. SUE KAUFMAN


A medida que avanzaba en la lectura de “Diario de un ama de casa desquiciada”, Libros del Asteriode, 2010; de Sue Kaufman [1926-1977] con más claridad veía lo frágil y falso que resultan los lazos que se han dado a conocer del modelo de familia americana, blanca, por supuesto y de posición acomodada. Él, abogado con una posición respetable, modelo de “status climber” y que quiere hacerse un hueco en un grupo social con inquietudes seudo-culturales, o por lo menos un barniz cultural. Ella, Tina, la protagonista es el modelo de ama de casa-esposa-madre, en un paquete integrado que ha de cumplir con las preocupaciones máximas que se le exige ene se papel, a saber: horario para pasear al perro por Central Park, cuidar a las niñas, administrar la economía doméstica y “lidiar con el personal de servicio”.

Con este modelo falso en un decorado falso y una relaciones interpersonales huecas, Tina va descubriendo poco a poco que siente, padece, que tiene fobias y deseos que están satisfechos, que vida es algo más que una agenda parlante y un servicio para todo, incluido lo de “darse un revolcón” a voluntad del señor de la casa. Todo lo que vive, vamos lo podríamos poner entrecomillas lo relata en un diario que Sue Kaufman utiliza para desnudar a esta falsa sociedad. A medida que pasan los días el desasosiego de Tina aumenta, al igual que la distancia con su marido, con sus hijas, incluso con la vida misma.

Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.

“Ya basta de la casa preciosa, pasemos a otra cosa material: la ropa. Como no me apetece demasiado hablar de la mía, veamos la de Jonathan. Jonathan tiene veintitrés trajes, siete chaquetas de sport, nueve pares de pantalones informales, dos gabardinas, cinco abrigos y un batín de terciopelo color ciruela que, a Dios gracias, casi nunca se pone. Tiene treinta y cinco camisas y once pares de pijamas (dos de seda), tres batas, quince pares de zapatos, doce pares de guantes, y sabe Dios cuántos pares de calcetines y calzoncillos. Tiene nueve suéteres, tres esmóquines completos, un frac que nunca se ha puesto, un delantal de mayordomo de terliz a rayas que se pone como “chiste” cuando prepara el aliño de la ensalada y la remueve en las cenas íntimas con amigos. […]

Podrá seguir indefinidamente, pero de repente me han entrado unas náuseas terribles. Ya sé que el hábito no hace al monje, pero de repente me he dado cuenta de que no sé quien se esconde bajo toda esa ropa. Es decir, ¿quién es ese pájaro a quien le divierte ir de paseo hasta Fraser Morris un frío y despejado sábado de otoño por la tarde a comprar una libra de salmón ahumado o un Brie entero, con un conjunto al que solo le falta un bastón taburete? ¿Quién es esa maravilla vestida de mezclilla, ese chico fino vestido de lino, ese cara larga vestido de sarga? Jonathan. ¿Estás ahí, Jonathan? Si es así, sal. Por favor. Sal, sal estés donde estés” [Ob. cit. págs. 56-57]

domingo, 3 de octubre de 2010

CINE: EL AMERICANO. ANTON CORBIJN


Retratar la huida de un asesino a sueldo al que la vida ajena sólo es en muchos casos una cuestión económica, al que además se le intuye el final de su carrera “profesional” no es fácil, o por lo menos es un riesgo, ya que no es la acción trepidante un recurso que se pueda manejar aquí. Anton Corbijn lo intenta en "El americano"

Llenar la huida y posterior ocultamiento en un pueblo perdido en Italia sólo se puede hacer con la fuerza que imprime un actor como George Clooney, donde el derrotismo de una carrera acabada, los atisbos de una búsqueda de redención y la tensión de sentirse perseguido sólo es perceptible en su mirada perdida, la tensión de sus músculos faciales cuando percibe el peligro o en las sesiones de ejercicios más propios de un soldado espartano que otra cosa.

La historia es muy lineal y el protagonista tiene que llenar el tiempo porque el resto de actores juegan un papel muy secundario. La película es él, riesgo que corre con una trama que discurre a la velocidad que transcurren las cosas en los pueblos, donde el tiempo tiene una medida distinta al de la gran ciudad y hay espectadores que no soportan esa levedad en el tiempo, afirman que la “película es lenta”.

Se deja ver muy bien si no buscas un ritmo trepidante, un héroe de cómic o persecuciones en coche y balaceras. Disfrutarás con deleite de la película si saboreas el coñac o el estafado de carne igual que el cura y nuestro protagonista en alguna de las escenas.

También suena en la escena del bar “Tu vuo fa l´americano”. Les dejo el enlace.



LECTURAS: EL SÉPTIMO POZO. FRED WANDER


Fred Wander [Viena, 1917-2006] logra en El séptimo pozo, Galaxia Gutenberg, 2007 dignificar, si cabe, algo más la llamada literatura concentracionaria. No es una mera descripción de horrores, sino que logra abstraerse del papel de víctima y colocarse como observador, con lo que, desde cierta ficción, se disminuye la emocionalidad del narrador/víctima.

Desde la dicotomía formada por el binomio de “El bien y el mal” logra encuadrar a los protagonistas de cada uno de los capítulos del sétimo pozo. Dignifica desde la descripción y los matices del protagonista central en cada caso y quienes le acompañan, aún reconociendo que la condición de víctima no hace a los individuos homogéneos, salvo en el trato recibido. Cada uno de ellos es como es y así lo retrata Fred Wander. Frente a la singularización de las víctimas, casi despersonaliza a los verdugos que son en toda la obra los “los de bota alta”, a los que les reconoce el poder de infligir daño, pero no de “cosificar” a las víctimas, que lo intentan, pero el afán de supervivencia, el ánimo que se comparte y la lucha por la vida les hace resistentes frente a “los de bota alta”.

Recomendable su lectura, pero a sabiendas que el estómago se nos estrujará y que tendremos que cerrar más de una vez el libro para soportar lo que Wander nos transmite, les dejo con algunos párrafos. Espero que sean sugerentes.

El ser humano carga piedras, arrastra madera, revienta piojos con las uñas, se pelea por una patata, busca un clavo oxidado en el camino para poder colgar por la noche su chaqueta de la pared del barracón, cose mitones de un trozo de toldo que ha robado, se aprieta las heridas, se lamenta, gime, reza y también llora en la oscuridad, aprende a sonarse la nariz con un dedo –la espalda al viento-, se envuelven harapos sus pies enfermos, asa una patata después del trabajo y devora su ración de pan. ¿De qué vive el ser humano?

Mientras arrastra madera y revienta piojos con las uñas, su alma humillada se recoge en profundos espacios desconocidos. Observa a los compañeros de prisión como un hombre que ha caído bajo una manada de lobos y está esperando que lo descubran y lo descuarticen. Pero escucha hacia dentro, se asombra del patético rostro del muerto, se asombra de un cristal de hielo, respira llenándose la nariz del perfume de los bosques puros y busca, busca las desaparecidas huellas de belleza en su vida, busca de pronto a un compañero que pueda escuchar, y cuando lo encuentra se extasía de pasado, despliega un cuadro ante el otro. Porque tiene que sacarlo a gritos: ¡Soy un ser humano! ¡A mí me respetaban!, le gustaría exclamar. Me amaban, tenía un hogar, una mujer e hijos, tenía amigos. Hice el bien y no exigí ningún agradecimiento a cambio. He visto cosas hermosas, conozco el olor de las ciudades antiguas. Podía haber hecho todo y haber alcanzado todo, si no lo hice, si no lo alcancé fue sólo porque no sabía, no tenía idea…” [ob. cit. págs. 23-24]