lunes, 27 de diciembre de 2010

LECTURAS: NIEVE EN OTOÑO. IRÈNE NÈMIROVSKY


No, no esperen que Nieve de otoño tenga la densidad de Suite francesa, 2007 esta novelita, que se lee de un tirón, de apenas noventa y tres páginas, Nieve de Otoño, Salamandra, 2010. Lo de novelita es por el número de página, no por la intensidad e interés del contenido. Como Irene Némirovsky sabe despojarse de todo lo innecesario, es capaz en pocas páginas contar una historia como la de Tatiana, ya vieja ama de llaves, aya que con trato de madre cuida, educa a los hijos de su amo y señor.

Tatiana, fiel más allá de la devoción cuida la mansión de familia cuando ya se huele la pólvora y se escuche el estruendo de la revolución a las puertas de esa casa, que representa el poder de una clase social ajena a los derechos y hasta de las necesidades de quienes les servían casi con devoción. Tatiana salva lo material del poder, les sigue más allá de lo humanamente entendible y acaba en el París del exilio. Allí extraña la nieve de su tierra natal, pero le puede más su responsabilidad con su amo y señor.

Pues todo ese recorrido y vivencias sólo lo puede narrar tan claramente esta autora que es capaz de ajuar su relato a lo estrictamente necesario, imprescindible, de manera que el lector sienta el poder de la revolución, su devoción por el servicio a la familia con la que llevaba toda una vida y su final, triste, pero escrito en el aire desde las primeras páginas.

Les dejo con algunos párrafos, espero que les resulten interesantes.

“Tras cerrar las puertas de la casa vacía, Tatiana Ivanovna subió al pequeño mirador construido en el tejado. Era una noche de mayo, suave y cálida. Sujarevo ardía: las llamas se veían con nitidez y se oían gritos lejanos, traídos por el viento.

Los Karin habían huido en enero de 1918, cinco meses antes, y desde entonces la anciana había divisado todos los días en el horizonte pueblos incendiados, que se apagaban y volvían a arder, a medida que pasaban del dominio de los rojos al de los blancos, y de nuevo al de los rojos. Pero el incendio nunca había estado tan cerca como aquella noche: el resplandor iluminaba el parque abandonado de tal modo que podían verse hasta las lilas del sendero principal, que habían florecido el día anterior. Engañados por la claridad, los pájaros volaban como en pleno día. Los perros aullaban. Luego, el viento cambió de dirección y se llevó el fragor del fuego y su olor. El viejo parque volvió a quedar a oscuras y en silencio, y el aroma de as lilas inundó el aire”. [Ob.cit. págs. 29-30]

LISBOA OTRA VEZ

Una amiga me dice: “Mira si me gusta Lisboa que en mayo vuelvo”. Bien todos tenemos lugares que nos atraen especialmente por distintas razones. En mi caso Lisboa tiene el atractivo de “conocerla” a través de los ojos de José Cardoso Pires [1925-1998], escritor de relatos breves que me recuerda al boxeador que pelea fajándose con el contrario en el cuerpo a cuerpo y que sale de ese cuerpo a cuerpo con la gracia de una bailarina (no se me ocurría otra comparación). Pues como las ciudades se conocen porque se visitan o se leen, en Lisboa, diario de a bordo. Voces, miradas, evocaciones; publicado por Alianza en 1997. En las páginas de ese breve diario he “visto” la ciudad, y ahora tengo la oportunidad de poner imagen a lo que Cardoso nos ha contado, a cosas como: “Apenas amanece, te me apareces posada sobre el Tajo como una ciudad que navega. Es natural: cada vez que me encuentro en alturas desde la que creo abarcar el mundo, en la cima del mirador o sentado en una nube, te veo ciudad-nave, barca con calles y jardines por dentro, y hasta brisa que corre me sabe a sal. Hay olas de mar abierto dibujadas en tus calzadas; hay anclas, hay sirenas”.
Opus Night, el personaje de Cardoso Pires en Alexandra Alpha, asegura que Lisboa, a la luz del sol, sólo sirve para perturbarle la vista, sólo es entendible para un noctámbulo irreductible y hasta enfermizo que hace de las sombras casi su morada y seguro que dice porque, como el propio Cardoso afirma: “Nunca ha visto a Lisboa bajo esa luz, sólo eso faltaba; y si la viera probablemente acabaría con la mandíbula desencajada, porque es una ciudad de geometría esquiva, colinas, quebradas, ondulaciones, reflejos de río con tonos imprecisos, según los días y según las mareas; un cuerpo para deletrear sin prisas”.
En el lado opuesto, quien ama la luz, quien perfila la ciudad desde las luces y las sombras o los reflejos en su río. Fernando Assis Pacheco en poema en el que aturdido por la luz y en un estado casi afiebrado escribe: “Si fuera Dios detendría el sol sobre Lisboa”. Ni así, afirma Cardoso la luz la moldeará: “Nunca el sol podrá iluminar por igual una ciudad tan caprichosa como ésta. Tiene que acomodarse a sus contornos y a sus desordenados instintos, a su placidez aquí, el rumor de los viejos barrios allá, y sólo gracias a tantos desvelos darle su color singular”.
Claro que si la luz crea tal controversia el color no queda atrás, así que: “De Lisboa se puede decir que hasta los daltónicos discuten sobre su color”. Del ocre “pombalino”, el verde, verde las estatuas comidas por el mar o el blanco de las espumas del océano.
En fin, esto me mueve, entre otras cosas, a visitar esta ciudad para percibirla directamente, aunque mediatizado por quienes la han descrito y vivido, porque para conocer una ciudad hay que vivirla, no visitarla solamente.
Espero añadirle a esta entrada alguna de las fotografías que haga en la Ciudad. No sé si sabré captar sus colores y sus formas, pero lo intentaré.

domingo, 12 de diciembre de 2010

CINE: NEDS. PETER MULLAN


Peter Mullan en su corta carrera como director, NEDS, 2010 es su tercera película, garantiza la cruda y descarnada realidad de ambientes sociales deprimidos. No hay concesión a la tibieza en el trato de los acontecimientos y busca que las imágenes, los diálogos golpeen allí donde más duele al espectador, que no hace falta que tenga una sensibilidad exquisita relacionada con los temas sociales, simplemente ser humano.

Con la guía de su maestro Ken Loach intenta transportar al espectador, de manera que vida muy directamente la acción. En “Las hermanas de la Magdalena”, 2002 sufríamos el frío en las manos de las jóvenes mientras lavaban la ropa, o los castigos físicos que sufrían. En “NEDS”, creo que no lograr llevarnos a la interiorizar las vivencias del protagonista, un adolescente que sufre un cambio radical en su forma de ser que se le escapa al espectador porque Mullan no pone el énfasis en los mecanismos del cambio, sino en fatalidad del mismo, así que nos transporta a los años setenta en el Reino Unido, donde las luchas entre pandillas de jóvenes ponen de patas arriba a una sociedad demasiado conservadora y poco tolerante.

El protagonista recorre un camino cada vez más siniestro con tintes autodestructivos que creo que encallan la película a la que le sobra metraje y le faltan sutilezas para perfilar mejor a los personajes, el protagonista, sobre todo, aunque consigue dibujar perfectamente al padre alcohólico, que por cierto interpreta el mismo Mullan.

En fin, si tienen oportunidad no dejen de verla, seguro que muchas de las cosas suenan a muy actuales.


domingo, 28 de noviembre de 2010

CONVERSACIONES

Después de un tiempo largo vuelvo a emborronar mi cuaderno para escribir estas reflexiones que luego, en algunos casos, hago públicas en este rincón de la red. Con cierto retraso me hago eco de una conversación que escuché el pasado martes 23 de noviembre en la sede central de Cajacanarias. Los conversadores, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ex presidente de Extremadura y el profesor José Álvarez Junco. El moderador Fernando Delgado, en su papel, pasó desapercibido, cosa que no habría sucedido si esa responsabilidad le hubiese tocado a Juan Cruz (no viene a cuento, pero tenía ganas de decirlo).

El núcleo de la charla estaba marcado por la memoria, pero discurrió por los caminos de la situación actual de este país, el papel de los partidos y derivó hacia la transición y el compromiso que se asumió en aquel momento por las principales fuerzas políticas, entre ellas los nacionalismos que aceptaron participar moderando sus ansias soberanistas, a cambio de una representación y un peso significativo en el parlamento nacional, a costa de confeccionar una ley electoral “asimétrica” e injusta en la representación.

Animada charla con dos personas con nivel intelectual, actores en distintos ámbitos de la última etapa de la Historia de España y con visiones complementarias y realmente con pocas discrepancias. A destacar el dominio de los resortes del “hablar en público” del ex presidente Rodríguez Ibarra al que se le notan las tablas que da el haber hecho más de una campaña electoral. El profesor Álvarez Junco más académico y encorsetado le falta algo de soltura para entusiasmar al auditorio.

Destacar algunas ideas que allí se debatieron, la pena es que no se permiten preguntas por parte del público. Una de ellas es la situación actual para la ciudanía que no sabemos lo que puede ocurrir en este panorama tan cambiante. Rodríguez Ibarra afirmaba que lo peor que puede suceder a los ciudadanos es la espera, y como ejemplo colocaba esa espera a la puerta de la unidad de cuidados intensivos. La verdad es que discrepo, porque ahora no estamos a la espera, sino que es la ciudadanía quien está en cuidados intensivos y lo peor es que el equipo médico está reunido y consultando las “Páginas Amarillas” como fuente de conocimiento. Esa si puede ser la visión más ajustada, porque cada día nos despertamos con nuevas sorpresas y mensajes un día esperanzadores y otros con tonos dramáticos, hasta el punto de señalarnos a nosotros, los trabajadores y pensionistas como quienes vamos a soportar la crisis y pagar los platos rotos de una fiesta en la que poco hemos participado y, además, tenemos que cargar con las deudas del casino al que algunos acudieron y acuden con los dineros ajenos.

Como no podía ser de otra manera, los nacionalistas tomaron el centro de la conversación a partir del momento en que, según Rodríguez Ibarra, traicionando el compromiso de renunciar al soberanismo, a algo tenían que renunciar, para obtener la amplia representación que tienen en el parlamento nacional y negociar cada día mayores cuotas de autogobierno y con deslealtad ahondar en las tesis soberanistas en detrimento de la convivencia que aceptaron. Ambos conversadores vuelcan una parte del peso de la situación política en España al papel que han jugado los nacionalismos a lo largo de este periodo, por la deriva que han tomado, en el que han forzado la situación, coaccionando al gobierno central y así impedir la gobernabilidad. Tampoco quedó al margen la actitud del Partido Popular que con la que está cayendo no ofrece nada más que argumentos para la pelea callejera. Cabría añadir que hasta los propios partidos de implantación nacional, bien el Partido Popular y el Socialista Obrero Español, han coqueteado con mensajes equívocos compartiendo las tesis nacionalistas y utilizando la condición de agraviado permanente como recurso contra el gobierno central.

La solución desde el punto de vista política que permitiría clarificar el panorama para los españoles sería, según los intervinientes, un gran pacto similar al que dio lugar a la transición, pacto que permitiría retomar impulso y adquirir compromisos políticos para un largo recorrido similar al transcurrido desde la muerte del dictador y que ha permitido la convivencia y determinados logros en los que era necesario el acuerdo mayoritario de todas las fuerzas políticas. Puede que esa sea una posible solución más complicado es alcanzar algún acuerdo y a las pruebas nos podemos remitir.

LECTURAS: EL SUEÑO DEL CELTA. MARIO VARGAS LLOSA


Mario Vargas Llosa en el prólogo de “El fantasma del rey Leopoldo” de Adam Hochschild, Península-Altaya; 2002, escribía: “Pero quienes, a base de una audacia y perseverancia formidables consiguieron movilizar a la opinión pública internacional en contra de las carnicerías congolesas de Leopoldo II, fue un irlandés, Roger Casament, y el belga Morel. Ambos merecerían los honores de una gran novela” [ob. cit. pág. 10]. Nueve años después, el prólogo a esa importantísima obra lo escribió un año antes, de la publicación de El fantasma del rey Leopoldo, y ya ahí anunciaba, no sé si intencionadamente o no, lo que hoy es una realidad: “El sueño del celta”, Alfaguara, 2010, lo más reciente novela del también reciente premio Nobel de Literatura.

El protagonista de esta excelente novela, Roger Casament [1864-1916], irlandés de nacimiento tiene una vida que se presta a ser novelada porque desde su lucha por hacer público el genocidio perpetrado por Leopoldo II, de inmundicia humana lo tilda en el prólogo citado Vargas Llosa, y los desmanes del mismo calado de la compañía de Julio C. Arana, la Peruvian Amazon Company en Perú, empresa con capital inglés, que multiplica, si cabe, las atrocidades que ya Casament había presenciado en su estancia en el Congo. Esta lucha por desenmascarar estos genocidios, se une su nacionalismo violento, que busca ayuda en la Alemania de la Primera Guerra Mundial para favorecer una insurrección en Irlanda y así acabar con el dominio inglés, aunque era consciente de lo improbable de ese final.

A todo esto hay que unirle su homosexualidad no declarada que le llevaba a una doble vida, que lastraba su existencia por las carencias afectivas en las que estaba envuelto. Los encuentros ocasionales en tabernas de mala muerte, “hoteluchos” de peor calaña son los escenarios de sus escarceos amorosos.

Con todo esto, que no es poco, Vargas Llosa construye una obra que sobrepasa los límites de la novela y casi se convierte en el reconocimiento a este personaje que por su truculenta vida, su nacionalismo violento, se le rodeó de una maraña de verdades a medias, mentiras interesadas creando así una imagen que ni para sus propios correligionarios irlandeses y católicos dejó un lugar en la memoria.

No sigo porque desvelaría lo que Casament vivió y Vargas Llosa novela en el sueño del celta. Les dejo con algunos párrafos. Espero que la disfruten.

“-Haré una investigación. Si el teniente Tanville ha cometido o amparado exacciones, será castigado –dijo el capitán-. Los soldados también, por supuesto, si se excedieron en el uso del chicote. Es todo lo que puedo prometerle. Lo demás está fuera de mi alcance, corresponde a la justicia. Cambiar este sistema no es tarea de militares, sino de jueces y políticos. Del Supremo Gobierno. Eso también lo sabe usted, me imagino.

En su voz había asomado de pronto un tonito desalentado.

-Nada me gustaría más que el sistema cambiara. A mí también me disgusta lo que ocurre aquí. Los que estamos obligados a hacer ofende mis principios –se tocó la medallita del cuello-. Mi fe. Yo soy un hombre muy católico. Allá, en Europa, siempre traté de ser consecuente con mis creencias. Aquí, en el Congo, eso no es posible, señor cónsul. Ésa es la triste verdad. Por eso, estoy muy contento de volver a Bélgica. No seré yo quien ponga otra vez los pies en África, se lo aseguro.

El capitán Junieux se levantó de su mesa, se acercó a una de las ventanas. Dando al cónsul la espalda, estuvo un buen rato callado, observando a aquellos reclutas que jamás lograban a compasar la marcha, se tropezaban y tenían torcidas las filas de formación.

-Si es así, usted podrá hacer algo para poner fin a estos crímenes –murmuró Roger Casement-. No es para esto que los europeos hemos venido a África.

-¿Ah no? –el capitán Junieux se volvió a mirarlo y el cónsul advirtió que el oficial había palidecido algo-. ¿A qué hemos venido, pues? Ya lo sé: q traer la civilización, el cristianismo y el comercio libre. ¿Usted todavía cree en eso señor Casement?”[ob. cit. págs. 100-101]

lunes, 1 de noviembre de 2010

LECTURAS: LA MUERTE DEL ADVERSARIO. HANS KEILSON


Creo que Hans Keilson con “La muerte del adversario”, Minúscula, 2010 trae de nuevo al primer plano de la atención de los lectores lo sucedido en los momentos previos en los que el nazismo llega al poder en Alemania. Lo que se vive en una familia desde la óptica de un niño es donde arranca este relato que deja los interrogantes abiertos de cómo y por qué se llega a la situación que ya todos conocemos.

El relato se vuelve más intimista cuando el miedo juega un papel que sobrepasa esa concepción que tenemos del miedo como elemento de prevención, cuidado no puedo hacer esto o aquello por miedo a…, lo que nos propone Keilson es una situación donde el miedo va más allá y llega hasta intentar entender al enemigo al causante de los daños que sufres y los que ocasiona a su alrededor. La historia de los alces que mueren porque no tienen a los lobos es sintomática de una situación en la que parece darse a entender que no podríamos vivir en una sociedad donde el miedo no formara parte nuestra existencia, aún más que el mismo da razón a esa existencia.

Reconozco que me ha creado cierto desasosiego esta lectura, pero es muy recomendable, así que les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.

“Mi enemigo (al que llamaré B.) llegó a mi vida, lo recuerdo perfectamente, hace unos veinte años. Por aquel entonces yo tenía una idea más bien confusa de lo que significa ser enemigo el enemigo de alguien, más aún de lo que significa tener enemigo. Las enemistades, lo mismo que las amistades, deben madurar con el tiempo.

A menudo oía a mi padre y a mi madre hablar de ello, generalmente los misteriosos susurros que empleaban los adultos para que nosotros, los niños, no los oyéramos. Sus palabras adoptaban un aire confidencial, desconocido hasta entonces. Hablaban para ocultar algo. Pero los niños aprenden a oír y a interpretar los secretos y los miedos de los mayores y así se vuelven más fuertes. Mi padre decía:

-Como B. llegue al poder, ¡qué Dios se apiade de nosotros! Lo que nos espera…

-Quien sabe, a lo mejor no sucede –replicaba mi madre, más serena-. Tampoco es que sea un hombre tan importante.

Aún los veo ante mis ojos, mientras estaban ahí sentados y hablaban. [ob. cit. pág. 16]…

Pero con el tiempo fue peor.

Todo comenzó cuando algunos niños de mi edad, o incluso algunos mayores, a quienes yo nunca había hecho nada, comenzaron a atormentarme y a perseguirme. Pronto me quedé solo. No tardé en darme cuenta de que no se trataba de las bromas y las riñas infantiles de antaño. La actitud de aquellos niños parecía fundamentarse en cierta reflexión, sus actos eran claramente meditados. Me excluyeron de sus juegos

Yo acudí llorando a mi madre y le conté mi pena.

-No me dejan jugar con ellos- le dije con los puños apretados, tratando con mi tensión de evitar que se diera cuenta de que estaba llorando. Pero lo cierto era que lloraba.

Ella le quitó hierro al asunto y dijo:

-Pídeselo otra vez, ya verás como te dejarán.

-No- respondí yo.

-Tú pídeselo. Repitió ella con voz cariñosa-, vuelve a intentarlo. A lo mejor has hecho algo para que se enfaden.

-Yo no he hecho nada –repliqué, furioso- y ellos no me dejan jugar, no me dejan. Estoy seguro, no me van a dejar.

-Pronto pasará- intentó tranquilizarme ella, pero por su voz me di cuenta de que ella tampoco lo creía.

No servía de nada. Por mucho que cerrara los puños, las lágrimas me caían por el rostro sin que yo me diera cuenta de que estaba llorando. Me avergonzaba de mí mismo y solo me lloraban los ojos: mi voz y mi cuerpo permanecían inalterables. Los sentimientos de dureza y tenacidad se habían apoderado de mí y eran mayores que el dolor y la sensación de exclusión”. [ob. cit. pág. 65]

DINO BUZZATI Y LOS CAMBIOS DE HORA


Confieso que esto de los cambios de hora me produce un cierto trastorno y no es biológico ni nada parecido. Se trata de cambiar la hora en los relojes, que son algunos. Tengo que reconocer también que el problema puede estar en que tengo más de la cuenta, casi se puede decir que los colecciono.

A lo que iba, algunos son fáciles de cambiar la hora, vueltas a la ruedecilla y ya está terminado, sin embargo hay otros que tienen procedimientos complejos, y no es lo que diga yo, (otras personas lo han intentado) sino que hay que hacerlo con manual de instrucciones en la mano y seguir una traducción nefasta donde se explican los numerosos pasos que hay que dar, aún así no es sencillo el proceso.

Tengo la sensación de que estos modelos están hechos para resistir los cambios, no están de acudo con ellos y de esa manera se resiste, o quizás intentan evitar las estrías del tiempo y así nos evita el desasosiego que se produce cuando se cae en una de esas estrías. Dino Buzzati (1906-1972) en sus relatos nos deja con la intriga de si sucedió o no.

Les dejo con un relato recogido en “Las noches difíciles”, Acantilado, 2010

ESTRÍAS DEL TIEMPO

El tiempo, ya se sabe, es irreversible. No obstante, como el fatal descenso de los ríos consiente aquí o allá regolfos, remolinos, contraolas, que casi podrías suponer excepciones a la ley de gravedad, así, en la inconmensurable trama del tiempo, de cuando en cuando se originan pequeñas hendiduras, obstáculos, estrías, que, por unos instantes, nos dejan suspendidos en una dimensión oculta, en los extremos confines de la existencia.

EL MÁRTIR

El pasado noviembre me dirigía en coche de Milán a Erba. Era una tarde, más que neblinosa, oscura y siniestra, de modo que eran pocos los conductores. Tras la rotonda de Monza, una vez enfilada la autovía hacia Inverigo, justo en la mitad de la primera curva larga, el cono de luz de los faros auxiliares alumbra a un joven el arcén de la calzada: alto, con un largo chaquetón de cuero hippie, abundante cabello rubio como electrizado formando una aureola, levanta las manos como implorando ayuda, con el rostro muy pálido con expresión de inmenso terror.

¿Qué es? ¿Qué quiere? ¿Por qué parece tan espantado? A esa hora, en aquel lugar desierto era para tener miedo. Pero la curiosidad fue más fuerte. Como joyero, además, yo viajo siempre con guardaespaldas.

Puesto que no es posible dar marcha atrás, bajo con mis dos gorilas armados hasta los dientes y, provistos de linternas, volvemos hacia el punto de encuentro, a unos trescientos metros de distancia.

Con estupor al acercarnos, reparamos en un grupito de personas confabulando al reverbero de los dos faros encendidos.

Al borde la carretera, el muchacho rubio con que os habíamos topado hacía quizá menos de dos minutos, yace en posición supina, con la boca entreabierta, en un charco de sangre, muerto. A su alrededor, los policías, contemplados por una veintena de curiosos surgidos de no se sabía dónde en aquella terrible noche, levantan atestado del caso. Y como controlando, de pie e inmóviles, cuatro guardias de uniforme desconocido.

El asunto es de tal modo extraño que estimo prudente no mencionar el encuentro un poco antes. Quién sabe qué problemas hubiera podido acarrearnos. Sin que lo adviertan, me largo con mis dos acompañantes, vuelvo al coche y reemprendo el viaje hacia Erba.

Ni mis acompañantes, que no son precisamente unos cretinos, ni yo logramos explicarnos lo sucedido. No dejamos de hablar de ello durante todo el recorrido, a la ida y a la vuelta. Hasta el punto de que, cuando regreso a casa, llegamos de nuevo, en sentido inverso, a la curva de las desdichas (todo está oscuro y aparentemente desierto), me detengo, bajo del coche, cruzo la autovía y voy a curiosear.

Allí donde pocas horas antes yacía el joven asesinado, hay una pequeña cruz de mármol y, debajo, una lápida:

AQUÍ . INMOLANDO POR LA LIBERTAD . LA GENEROSA JUVENTUD . CAYÓ VILMENTE ASESINADO ANSELMO TITO GAMBELLOTTI . 16 DE NOVIEMBRE DE 1986

Toco la cruz y la lápida. Están duras y frías. No he bebido. Lo que veo, lo ven también mis dos hombres de confianza, anonadados como yo.

Recuerdo de pronto que en el coche hay una máquina fotográfica con flash. Puede servir si hubiera que aportar algún documento. Vuelvo al coche, naturalmente escoltado por mis dos valientes amigos, cojo la máquina y vuelvo al lugar. Pero una voz en mi interior me dice: ¿para qué una fotografía? Sabes muy bien que no servirá de nada.

De hecho, a la luz de las linternas, ya no logramos encontrar ni la cruz ni la lápida. Unos hierbajos y nada más. Ni señal. Ni siquiera huellas recientes. Me pegunto: ¿Sucederá realmente lo que hemos visto esta noche? ¿O ha sido un sueño? El Anselmo Tito Gambellotti cuya juventud será inmolada por causa de la libertad (¿qué libertad?) ¿Y cuántos años tiene hoy? Si consiguiera encontrarlo, ¿podría ponerlo sobre aviso? ¿O ya está todo escrito?

domingo, 24 de octubre de 2010

CINE: LA BICICLETA DE PEKÍN. WANG XIAOSHUAI


Con bastante retraso llega a Canarias y casi de forma clandestina la película que en el año 2001 fue Oso de Plata, Gran premio del jurado en el festival de Berlín: La bicicleta de Pekín, del director Wang Xiaoshuai. La programación de la filmoteca canaria ha incluido en el ciclo “Ciudades del Cine” esta película. Los circuitos comerciales, ni caso.

La bicicleta es el objeto de deseo que une a dos jóvenes que representan la cara y cruz de la nueva y evolucionada sociedad china; por un lado los jóvenes de procedencia rural con una carga pesada, su origen lejos de las ciudades, de las posibilidades de escolarización y empujados a una migración hacia los espacios urbanos en busca de mejorar su situación laboral y económica, la ciudad actúa como elemento generador de expectativas de cambio. La otra cara es una juventud urbana, con más posibilidades, un estatus distinto y que participa de aquello que las ciudades pueden ofrecer: oportunidades.

Mientras para uno la bicicleta es objeto de superación, herramienta de trabajo, para el otro es diversión, algo que cree merecer, aunque su familia anteponga unas necesidades, la educación en una escuela privada de la hermana menor, a la adquisición de la bicicleta. En esa oposición campo/ciudad y las que de ella se derivan se relata esta historia que tiene el aliciente del cine que cuenta historias sin estridencias, sin mucho aparato tecnológico, pero con una trama solvente y bien contada.

Si tienen oportunidad no dejen de verla, aunque las oportunidades que dan las salas comerciales son pocas.


LECTURAS: EL BARCO. NAM LE


Siete historias incluye Nam Le en El barco, Mondadori; 2010. En trescientas una páginas recrea siete mundos distintos, distantes en el tiempo y en el espacio. Todas y cada una de las historias están llenas de personajes cuyos retratos son completos, no olvidan ningún rasgo, así que, se nos presentan sin dobleces ni zonas oscuras, son lo que Nam Le dice que son.

Con la misma precisión y habilidad con la que perfila a sus personajes maneja el tiempo narrativo, de manera que lo aquilata o lo contrae para que el ritmo no decaiga y la atención no se diluya en detalles que no merecen importancia. Ese ejercicio se apoya en una prosa limpia de excesos al uso para rellenar páginas con tramas secundarias que sólo son hojarasca.

La versatilidad de Nam Le nos traslada desde el Medellín de un joven sicario, hasta el destartalado barco que navega por el sudeste asiático atiborrado de emigrantes, pasando por el piso de un joven vietnamita, aprendiz de escritor en Estados Unidos, que recibe la visita de su padre, al que conoce y no conoce, porque hay zonas oscuras de su pasado como soldado en Vietnam; de ahí, a la ciudad de Hiroshima un caluroso día de agosto de 1945, previo a lo que es motivo de sonrojo para la Humanidad. Hay otros escenarios y personajes, pero será la lectura la que les lleve a éstos y aquéllos y les atrape Nam entre sus páginas.

Creo que me faltan palabras para recomendar esta obra, pero si recomiendo vivamente su lectura y como lector me toca esperar a que Nam Le vuelva a tener la inspiración para escribir páginas como las de El barco y así seguir disfrutando de la buena literatura.

“Me llamo Juan Pablo Meréndez (sic), y llevo cuatro días escondido en casa de mi madre. Me llaman Ron porque una vez, cuando era pequeño, en una apuesta me bebí un medio de ron de Medellín, y luego y no vomité.

Soy sicario, asesino a sueldo. He sido sicario durante cuatro meses, aunque mi agente, el Padre, dice que en realidad soy un soldado y que lucho por una causa. No ha sido una causa, sin embargo, sino mis propias manos las que han causado la muerte a catorce personas seguro, y quizá a dos más. A cambio, el Padre me ofrece una casa segura en el barrio, donde vivo solo, y me paga ochocientos mil pesos al mes, y otros trescientos mil por cada trabajo. De esto, al menos cuatrocientos mil pesos al mes son para mi madre, que le reza a su dios por mi delincuencia, pero acepta el dinero para sus medicamentos y ropa y su televisión por cable y no hace preguntas.

Lo llaman un trabajo de oficina, porque el sicario está siempre esperando una llamada de teléfono. En Medellín se valora mucho tener un trabajo de oficina. [ob. cit. pág. 51]

domingo, 17 de octubre de 2010

LECTURAS: UN VIAJE. H. G. ADLER


No, no busques en estas páginas y conducido por el título un libro de viajes al uso. No esperes de esta obra, ni del autor, claro, una guía donde el viajero puede encontrar consejos sobre qué visitar, donde comer o pasear, tampoco encontrará ninguna reseña sobre dónde hospedarse.

Hans Günther Adler en el relato que construye en Un viaje, Galaxia Gutenberg; 2010 en su condición de judío perseguido por el régimen nazi, recrea el tránsito desde la condición de humano hasta la negación de la misma, la “cosificación” de las personas, de la identidad a la no identidad, en definitiva de la vida a la “no vida”, que no la muerte.

El personaje del doctor Leopold Lustig, doctor en medicina general, junto con su familia encarnan ese tránsito en el que de manera circular cada vez se va estrechando cada uno de ellos y ve nuestro doctor como se le va despojando de su condición de humano de forma inexorable, sin explicación y sin nada que sea una referencia para quien sufre tal situación.

En un solo capítulo, Presagios H. G Adler desgrana cada una de las situaciones en las que se coloca a los perseguidos y como los círculos se van cerrando cada vez más. Desde la incredulidad, el no creer que algo así pueda pasar nuestro doctor sigue sufriendo cada vez más, aunque siempre guarde la esperanza de sobrevivir, de escapar a esa pesadilla en la que está envuelto.

Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.

“-Pero no puede ser tan malo, porque no está muy lejos y tenemos un punto de destino concreto. [pág. 12]

…¡Consolaos con el pasado! Nadie os preguntó por el derecho que asistía cuando colocasteis en la puerta de la casa y en la puerta de vuestro piso esa placa: Dr. LEOPOL LUSTIG. MEDICINA GENERAL.

Eso se os concedió por pura magnanimidad, y vosotros lo habéis disfrutado… [pág. 26]

-los pisos desocupados muchas veces los desvalijan.

-¿Los desvalijan?

-Los desvalijan y tienen que entregar la llave. [pág. 35]

La historia de la Humanidad habla de riqueza y dominación, sus cuentos y leyendas nos transmiten lo mismo. La faz de la Tierra, en la medida que el hombre le ha conferido nuevos rasgos y la ha transformado, no es sino un campo de cicatrices que esa locura cultivó y abandonó. [pág. 86]

En nombre del derecho se estableció la falta de derechos. [pág. 87]

Quien tiene un nombre disfruta de la existencia y no ha sido excluido de la comunidad de este mundo en la que toda criatura está en gozosa posesión de un nombre. ¡Alegraos todas las naciones, porque tenemos un nombre! [pág. 88]

-Mami, ¿quiénes son esos hombres tan sucios?

No, esa pregunta no la soportarían las buenas madres, porque habrían de mentir –“¡pobres hombres!-, y eso no es de recibo, o habrían de decir la verdad –“¡abortos del infierno!- y eso tampoco es de recibo. [pág. 116]

Ni siquiera podemos mostraros un certificado de defunción, no lo extendían. ¡Miradnos bien! Somos aquellos que conocíais. No podemos haber desaparecido por completo de vuestra memoria sólo porque la mayoría de nosotros ya no estemos aquí. ¡Pero no todos han muerto! ¡Creedlo, por favor! [pág. 255]

martes, 12 de octubre de 2010

CINE: SOSTIENE PEREIRA. ROBERTO FAENZA


La programación de la Filmoteca canaria con el ciclo “ciudades del cine” me ha permitido ver de nuevo en pantalla grande Sostiene Pereira, 1996 del director Roberto Faenza. Después de tantos años recordar al viejo periodista interpretado magistralmente por Marcelo Mastroianni fue un placer.

Pereira, que como periodista renuncia a su profesión de conocer, interpretar y difundir la realidad que vive en una época convulsa no sólo en su Lisboa natal, sometido su país a una dictadura y el vecino, España en una guerra civil después de un golpe militar. Finales de los treinta del siglo pasado fueron años difíciles en la Europa, cuna de la Ilustración.

Al renunciar a su papel de periodista se queda en redactor de una página literaria que se ocupa de dar barniz a viejas glorias de la literatura; mientras los acontecimientos pasan ante sus ojos y oídos, ya que el camarero que le sirve la cotidiana limonada es la voz de los que no la tienen, aún así intenta mantener esa posición de no inmiscuirse en nada porque cree que nada puede hacer. De esta situación absorta socialmente saldrá, pero les dejo que lo averigüen si ven la película o leen la novela que también es de lo mejor que ha escrito Antonio Tabucchi.

Les dejo con unos párrafos de la novela que espero sean sugerentes.

“El camarero pasó tocando la campanilla para llamar al comedor. Pereira se levantó y cedió el paso a la señora Delgado. No tuvo el valor de ofrecerle su brazo, sostiene, porque pensó que ese gesto podía herir a una señora que tenía una pierna de madera. Pero la señora Delgado se movía con gran agilidad a pesar de su miembro artificial y le precedió por el pasillo. El vagón restaurante estaba cerca de su compartimiento, de modo que no tuvieron que caminar demasiado. Se sentaron en una mesa en la parte izquierda del tren. Pereira se metió la servilleta en el cuello de la camisa y sintió que debía pedir disculpas por su comportamiento. Discúlpeme, dijo, pero cuando como me mancho siempre la camisa, mi asistenta dice que soy peor que los niños, espero no parecerle un provinciano. Detrás de la ventanilla se deslizaba el dulce paisaje del centro de Portugal: colinas verdes de pinos y aldeas blancas. De vez en cuando se veían viñedos y algún campesino que, como un punto negro, adornaba el paisaje. ¿Le gusta a usted Portugal?, preguntó Pereira. Me gusta, contestó la señora Delgado, pero no creo que me quede mucho, he visitado a mis parientes de Coimbra, he reencontrado mis raíces, pero éste no es el país más adecuado para mí y para el pueblo al que pertenezco, estoy esperando el visado de la embajada americana, dentro de poco, por lo menos eso espero, partiré para los Estados Unidos. Pereira creyó entender y preguntó: ¿Es usted judía? Soy judía, confirmó la señora Delgado, y la Europa de estos tiempos no es el lugar más adecuado para la gente de mi pueblo, especialmente Alemania, pero tampoco aquí es que nos tengan demasiada simpatía […]

He notado que estaba leyendo a Thomas Mann, dijo Pereira, es un escritor que aprecio mucho. A él tampoco le hace feliz lo que está sucediendo en Alemania, dijo la señora Delgado, yo no diría que esté contento, no. Quizá yo tampoco esté contento con lo que está sucediendo en Portugal, admitió Pereira. La señora Delgado bebió un sorbo de agua mineral y dijo: Pues, entonces, haga algo. ¿Algo como qué?, contestó Pereira. Bueno dijo la señora Delgado, usted es un intelectual, diga lo que está pasando en Europa, exprese su libre pensamiento, en suma, haga usted algo.”

Tabucchi, Antonio; Sostiene Pereira, Anagrama, 1995

domingo, 10 de octubre de 2010

CINE: CARANCHO. PABLO TRAPERO

La vida de los seres anónimos, de los perdedores de la vida dan en muchas ocasiones historias verdaderas, llenas de vida en el cine, lo único que hace falta es que alguien las cuente. En Carancho, dirigida por Pablo Trapero, el director nos pasea por la noche bonaerense donde un abogado sin licencia ni escrúpulos vive de la desdicha ajena; aprovecha las desgracias en accidentes de tráfico para estafar a víctimas y compañías aseguradoras (negocio muy lucrativo que se extiende sobre todo en momentos de crisis). El contrapeso a nuestro abogado lo pone una joven médico que apura horas de trabajo más allá de la resistencia humana, la que fortalece, artificiosamente, con drogas que le permiten tener los ojos abiertos, no más.

Esta pareja de perdedores, de marginales comparten una pasión que les une frente a los desaciertos de la sociedad en la que viven, y si pretenden sacar la cabeza de ese enlodamiento social sólo consiguen golpe tras golpe, porque son piezas de un engranaje que se pueden sustituir, pero mientras la maquinaria deja de producir bienes a costa del engaño.

De Ricardo Darín poco hay que decir porque tiene la capacidad de hacer creíble cualquier personaje que aborde, aunque se está especializando en estos personajes oscuros entristecidos por la vida y que en algún momento ven una luz que les señala que otro camino puede ser posible. En Luján, la médica protagonista, Sosa, el abogado carancho, ve esa luz y otro camino posible. La cruda realidad da mucho de sí para estas historias. Si tienen oportunidad y el ánimo fortalecido es una película recomendable.


LECTURAS: DIARIO DE UN AMA DE CASA DESQUICIADA. SUE KAUFMAN


A medida que avanzaba en la lectura de “Diario de un ama de casa desquiciada”, Libros del Asteriode, 2010; de Sue Kaufman [1926-1977] con más claridad veía lo frágil y falso que resultan los lazos que se han dado a conocer del modelo de familia americana, blanca, por supuesto y de posición acomodada. Él, abogado con una posición respetable, modelo de “status climber” y que quiere hacerse un hueco en un grupo social con inquietudes seudo-culturales, o por lo menos un barniz cultural. Ella, Tina, la protagonista es el modelo de ama de casa-esposa-madre, en un paquete integrado que ha de cumplir con las preocupaciones máximas que se le exige ene se papel, a saber: horario para pasear al perro por Central Park, cuidar a las niñas, administrar la economía doméstica y “lidiar con el personal de servicio”.

Con este modelo falso en un decorado falso y una relaciones interpersonales huecas, Tina va descubriendo poco a poco que siente, padece, que tiene fobias y deseos que están satisfechos, que vida es algo más que una agenda parlante y un servicio para todo, incluido lo de “darse un revolcón” a voluntad del señor de la casa. Todo lo que vive, vamos lo podríamos poner entrecomillas lo relata en un diario que Sue Kaufman utiliza para desnudar a esta falsa sociedad. A medida que pasan los días el desasosiego de Tina aumenta, al igual que la distancia con su marido, con sus hijas, incluso con la vida misma.

Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.

“Ya basta de la casa preciosa, pasemos a otra cosa material: la ropa. Como no me apetece demasiado hablar de la mía, veamos la de Jonathan. Jonathan tiene veintitrés trajes, siete chaquetas de sport, nueve pares de pantalones informales, dos gabardinas, cinco abrigos y un batín de terciopelo color ciruela que, a Dios gracias, casi nunca se pone. Tiene treinta y cinco camisas y once pares de pijamas (dos de seda), tres batas, quince pares de zapatos, doce pares de guantes, y sabe Dios cuántos pares de calcetines y calzoncillos. Tiene nueve suéteres, tres esmóquines completos, un frac que nunca se ha puesto, un delantal de mayordomo de terliz a rayas que se pone como “chiste” cuando prepara el aliño de la ensalada y la remueve en las cenas íntimas con amigos. […]

Podrá seguir indefinidamente, pero de repente me han entrado unas náuseas terribles. Ya sé que el hábito no hace al monje, pero de repente me he dado cuenta de que no sé quien se esconde bajo toda esa ropa. Es decir, ¿quién es ese pájaro a quien le divierte ir de paseo hasta Fraser Morris un frío y despejado sábado de otoño por la tarde a comprar una libra de salmón ahumado o un Brie entero, con un conjunto al que solo le falta un bastón taburete? ¿Quién es esa maravilla vestida de mezclilla, ese chico fino vestido de lino, ese cara larga vestido de sarga? Jonathan. ¿Estás ahí, Jonathan? Si es así, sal. Por favor. Sal, sal estés donde estés” [Ob. cit. págs. 56-57]

domingo, 3 de octubre de 2010

CINE: EL AMERICANO. ANTON CORBIJN


Retratar la huida de un asesino a sueldo al que la vida ajena sólo es en muchos casos una cuestión económica, al que además se le intuye el final de su carrera “profesional” no es fácil, o por lo menos es un riesgo, ya que no es la acción trepidante un recurso que se pueda manejar aquí. Anton Corbijn lo intenta en "El americano"

Llenar la huida y posterior ocultamiento en un pueblo perdido en Italia sólo se puede hacer con la fuerza que imprime un actor como George Clooney, donde el derrotismo de una carrera acabada, los atisbos de una búsqueda de redención y la tensión de sentirse perseguido sólo es perceptible en su mirada perdida, la tensión de sus músculos faciales cuando percibe el peligro o en las sesiones de ejercicios más propios de un soldado espartano que otra cosa.

La historia es muy lineal y el protagonista tiene que llenar el tiempo porque el resto de actores juegan un papel muy secundario. La película es él, riesgo que corre con una trama que discurre a la velocidad que transcurren las cosas en los pueblos, donde el tiempo tiene una medida distinta al de la gran ciudad y hay espectadores que no soportan esa levedad en el tiempo, afirman que la “película es lenta”.

Se deja ver muy bien si no buscas un ritmo trepidante, un héroe de cómic o persecuciones en coche y balaceras. Disfrutarás con deleite de la película si saboreas el coñac o el estafado de carne igual que el cura y nuestro protagonista en alguna de las escenas.

También suena en la escena del bar “Tu vuo fa l´americano”. Les dejo el enlace.



LECTURAS: EL SÉPTIMO POZO. FRED WANDER


Fred Wander [Viena, 1917-2006] logra en El séptimo pozo, Galaxia Gutenberg, 2007 dignificar, si cabe, algo más la llamada literatura concentracionaria. No es una mera descripción de horrores, sino que logra abstraerse del papel de víctima y colocarse como observador, con lo que, desde cierta ficción, se disminuye la emocionalidad del narrador/víctima.

Desde la dicotomía formada por el binomio de “El bien y el mal” logra encuadrar a los protagonistas de cada uno de los capítulos del sétimo pozo. Dignifica desde la descripción y los matices del protagonista central en cada caso y quienes le acompañan, aún reconociendo que la condición de víctima no hace a los individuos homogéneos, salvo en el trato recibido. Cada uno de ellos es como es y así lo retrata Fred Wander. Frente a la singularización de las víctimas, casi despersonaliza a los verdugos que son en toda la obra los “los de bota alta”, a los que les reconoce el poder de infligir daño, pero no de “cosificar” a las víctimas, que lo intentan, pero el afán de supervivencia, el ánimo que se comparte y la lucha por la vida les hace resistentes frente a “los de bota alta”.

Recomendable su lectura, pero a sabiendas que el estómago se nos estrujará y que tendremos que cerrar más de una vez el libro para soportar lo que Wander nos transmite, les dejo con algunos párrafos. Espero que sean sugerentes.

El ser humano carga piedras, arrastra madera, revienta piojos con las uñas, se pelea por una patata, busca un clavo oxidado en el camino para poder colgar por la noche su chaqueta de la pared del barracón, cose mitones de un trozo de toldo que ha robado, se aprieta las heridas, se lamenta, gime, reza y también llora en la oscuridad, aprende a sonarse la nariz con un dedo –la espalda al viento-, se envuelven harapos sus pies enfermos, asa una patata después del trabajo y devora su ración de pan. ¿De qué vive el ser humano?

Mientras arrastra madera y revienta piojos con las uñas, su alma humillada se recoge en profundos espacios desconocidos. Observa a los compañeros de prisión como un hombre que ha caído bajo una manada de lobos y está esperando que lo descubran y lo descuarticen. Pero escucha hacia dentro, se asombra del patético rostro del muerto, se asombra de un cristal de hielo, respira llenándose la nariz del perfume de los bosques puros y busca, busca las desaparecidas huellas de belleza en su vida, busca de pronto a un compañero que pueda escuchar, y cuando lo encuentra se extasía de pasado, despliega un cuadro ante el otro. Porque tiene que sacarlo a gritos: ¡Soy un ser humano! ¡A mí me respetaban!, le gustaría exclamar. Me amaban, tenía un hogar, una mujer e hijos, tenía amigos. Hice el bien y no exigí ningún agradecimiento a cambio. He visto cosas hermosas, conozco el olor de las ciudades antiguas. Podía haber hecho todo y haber alcanzado todo, si no lo hice, si no lo alcancé fue sólo porque no sabía, no tenía idea…” [ob. cit. págs. 23-24]

domingo, 19 de septiembre de 2010

CINE: ELLA, UNA JOVEN CHINA. XIAOLU GUO

La protagonista, Mei, de la historia: "Ella, una joven china" que la directora china Xiaolu Guo lleva a la pantalla, es una joven como muchas de cualquier lugar del mundo que vive en un entorno en el que las posibilidades y las expectativas de mejorar en la vida son escasas. En esta ocasión nuestra protagonista es china, podría haber sido de cualquier otro sitio, nace en el mundo rural y su vida languidece y se consume en un pequeño bar de carretera.

La secuencia de lo que sigue se la pueden imaginar, ya que esta historia tiene todos los componentes de una tragedia. Violación, desamor, migración, matrimonio de conveniencia, problemas con la religión, en fin todo los ingredientes.

La directora ordena la vida de Mei y sin escabrosidad hace el relato un tanto ajeno, como un observador externo y con poca proximidad a la protagonista, a pesar del uso excesivo de los primeros planos, primerísimos donde lo que destaca es el grano, ruido, de la imagen y nada más. Sin embargo tiene un ritmo pausado, muy pausado en ocasiones, quizás para poner el énfasis en las condiciones en las que Mei vive.

Ya saben, si pueden verla no perderán su tiempo, al contrario puede ser motivo de reflexión y comentario, aunque si prescinden de ella sepan que es una historia sencilla, pero aceptablemente contada.


LECTURAS: CRAIG RUSSELL. LENNOX


Craig Russell, (1956, Escocia) ha conseguido en Lennox, Roca Editorial, 2010 poner los cimientos de lo que puede ser una larga y fructífera serie de novela negra alrededor de Lennox, investigador privado que alquila sus servicios, pro no se vende. Tiene el momento y el lugar adecuado. Principio de los años cincuenta en Glasgow.

Si ya tiene el momento y el lugar, ahora sólo falta trasladarlo al lector con cierta maestría, de eso se trata cuando se escribe, y que éste pueda disfrutar de las descripciones y así poder imaginar donde se mueve Lennox. Con un lenguaje contundente, claro y conciso Russell consigue que casi podamos sentirnos asfixiados en el smog de la ciudad, arruguemos la nariz cuando entra en los callejones oscuros que hacen de urinarios públicos o los ojos nos lagrimeen del humo del tabaco en los bares y pubs que transita. Si a lo anterior le unimos un humor negro, ácido con mucho sarcasmo, y aparecen los personajes propios de las novelas negras, como por ejemplo matones como armarios pero de cerebro minúsculo, o mujeres despampanantes y con un punto de maldad más sofisticada que la de los matones habituales, y también más eficaz, así que ya lo tenemos todo. Lennox casi seguro triunfará.

Como Russell ya tiene experiencia en eso de series de novelas con un personaje central, pues casi se garantiza el éxito de esta nueva colección, así que les dejo con algunos párrafos de esta novela y espero que les resulten sugerentes.

“Es difícil desaparecer en Glasgow –como me había dicho Jock Ferguson, en realidad no era una ciudad, sino una aldea gigantesca-, pero Wilma Marshall lo conseguía bastante bien. Yo había localizado la casa de su familia: sus padres y dos hermanas vivían apiñados en un apartamento de dos habitaciones en una zona que parecía una madriguera de ratas llena de casas de vecinos, con un aseo en el rellano compartido con otras tres familias. El hogar de los Marshall casi podía ser descrito como una pocilga; sólo le faltaban algunos arreglos para llegar a ese estado. Casi la tercera parte de los hogares de Glasgow podían ser descritos de la misma manera. Era la clase de lugar del que cualquier chica haría lo que fuera por escapar, que engendraba aquella feroz ambición que había impulsado a las generaciones de tíos duros y gánsteres de Glasgow. Y tal vez un par de empresarios.

No me acerqué a la familia Marshall; el riesgo de que acudieran directamente a la policía, si ésta era quien tenía a Wilma, era demasiado grande. Ni siquiera podía vigilar el apartamento: las casas de vecinos de Glasgow rebosaban de vida, humana o no, y había demasiados ojos observando las constantes idas y venidas; mi coche, o incluso, yo mismo, desentonaríamos terriblemente en la calle. [ob. cit. pág. 54]

… Empezaba a oscurecer, de modo que ya no tenía que buscar a otros compradores que me cubrieran. Las calles acechaban tras un denso telón de niebla. La industria de Glasgow, un millón o más de hogueras de carbón y su clima húmedo y pegajoso la ponían en segundo lugar después de Londres respecto a la densidad y la peligrosidad de su smog. Muchos niños habían sido concebidos tras el húmedo telón de la contaminación, mezcla de humo y niebla, de Glasgow, pero muchos más se habían se habían asfixiado en esa mortaja” [ob. cit. pág. 56]

jueves, 16 de septiembre de 2010

LECTURAS: EL INVIERNO DE FRANKIE MACHINE. DON WINSLOW


Tengo que confesar que después de leer “El poder del perro” esperaba con cierta impaciencia que se publicara algo de Don Winslow. Ya leí “El invierno de Frankie Machine”, su nueva novela. Seguro que si buscan las referencias de ambas obras, automáticamente les llevará al apartado de novela negra, pero independientemente de que se sea aficionado o no a ese género, ambas obras son muy recomendables.

La agilidad en la narración, lo conciso y precisa que son las descripciones de Don Winslow, al tiempo que logra que lector se aferre a la lectura porque la acción se mantiene en un nivel que no da tregua. Frankie, el protagonista no es un héroe de cómic con poderes que lo convierten en algo más que un ser humano, sólo es un señor de más de sesenta años con un pasado asociado a la mafia y a sus manejos.

Claro que su vida está llena de reproches y hechos que le llevarían ante la justicia, pero Don Winslow sabe envolverlo en una especie de “seda argumental” que lo hace cercano para el lector.

Para quienes han disfrutado y disfrutan con el cine y la literatura sobre la mafia esta obra no digo que sea imprescindible, pero sí muy importante.

Les dejo con algunos párrafos de la obra. Que la disfruten.

“Esta noche, al llegar a casa, encuentra un coche en el callejón: un coche desconocido.

Frank conoce a los vecinos, conoce todos sus vehículos y sabe que ninguno tiene un hummer. Además, a pesar de la lluvia que cae con fuerza en aquel momento, alcanza a ver a dos tíos sentados en el asiento delantero.

De entrada sabe que no son profesionales. Si lo fueran, no usarían jamás un vehículo tan llamativo como un hummer. Tampoco son polis, porque no los agentes del FBI tienen presupuesto para un vehículo semejante. En tercer lugar, un profesional sabría que adoro la vida y, porque la adoro, en treinta años jamás he llegado a mi casa por la noche sin dar antes una vuelta a la manzana, sobre todo teniendo en cuenta que la entrada a mi garaje queda en un callejón donde me podrían cortar el paso.

Por consiguiente, si estos tíos fueran profesionales, no estarían sentados en el callejón, sino a una manzana de distancia, como mínimo, esperando que entrara en el callejón para acercarse.

Sin embargo, ellos lo han visto pasar. Al menos eso creen.

-Ese era él –dice Travis.

-No digas gilipolleces –responde Jota-. ¿Cómo lo sabes?

-Te digo que era él, Junior –dice Travis-. El cabronazo de Frankie Machine. Una puta leyenda.

No es fácil aparcar en Ocean Beach, con que Frank como diez minutos en encontrar un lugar en la calle a tres manzanas de distancia. Frena y busca bajo el asiento su S&W calibre 38, se la mete en el bolsillo del impermeable, se cubre con la capucha y baja del coche. Se aleja una manzana más para llegar al callejón desde el este en lugar del oeste, por donde deben estar esperándolo. Entra en el callejón y el hummer sigue allí. A pesar de la lluvia, oye la vibración del bajo: aquellos idiotas están escuchando música rap.

Eso facilita mucho las cosas [ob. cit. pág. 59-60]