domingo, 17 de enero de 2016

En un intento de aclarar términos y usos


Que somos políglotas de nuestra propia lengua no es descubrir nada nuevo, al contrario esa “sapiencia” nos permite usar registros distintos en situaciones diversas, desde la charla de barra de bar hasta el discurso académico el abanico es amplio, ahora bien no alteremos significados a gusto y capricho del hablante y el momento. Álex Grijelmo lo aclara: El primer deber de las palabras es respetar su significado, aquel del que se impregnaron por su uso al través de los siglos. Y que puede variar, desde luego, pero nunca de un día para otro; y mucho menos por la decisión interesada de quien las use.” (El País, 17/01/16)


            Cuando se escucha a la “nueva política” hablar de turnismo como sinónimo de bipartidismo, creo que se induce al error de forma deliberada. El turnismo queda claro, su significado, tal y como lo explican  Julián Casanova y Carlos Gil Andrés en Breve historia de España en el siglo XX. En el texto que se transcribe a continuación se pueden disipar las dudas.

[…] El funcionamiento del sistema político era bien conocido por los contemporáneos. El voto de las urnas no determinaba la composición del parlamento y éste a su vez, el signo político del poder ejecutivo, sino que era la prerrogativa regia la que decidía el Gobierno, quien “fabricaba” una cámara legislativa favorable. En efecto, cuando se producía una situación de crisis o se consideraba que la acción gubernamental había desgastado a un gabinete se ponía en marcha el mecanismo del turno. El Rey nombraba entonces presidente del consejo de ministros al líder del partido contrario y le entregaba el decreto de disolución de las Cortes. Antes de convocar las elecciones generales se producía la operación del encasillado. Desde el ministerio de la gobernación se acordaba el reparto de escaños y se nombraba a los gobernadores civiles, los encargados de pactar con las élites provinciales y los notables locales una elecciones amañadas que garantizasen el resultado esperado. De esa manera, el gobierno de aseguraba una cómoda mayoría. [ob. cit. pág. 25]

El bipartidismo, predominio, que no exclusividad de dos partidos tal y como se da en España en este periodo democrático no tiene nada que ver con el bipartidismo del siglo XIX. Los trabajos de Julián Casanova pueden sacar de dudas a quien las tenga.

Otra falacia es hablar de segunda transición, algo que no es nuevo ya que en “la vieja política” José María Aznar utilizó la misma expresión para acuñar el comienzo de su primer gobierno. Los autores ya citados

[…] El 20 de noviembre de 1975, la fecha de la muerte de Franco, no había ningún guión escrito, ningún camino fijado de antemano para que una dictadura autoritaria de casi cuatro décadas se convirtiera de manera pacífica en una democracia. Las cosas evolucionaron de una manera determinada, pero pudieron haber sido distintas.
[…] Cuando los socialistas llegaron al poder, después de la victoria arrolladora de octubre de 1982, se podía decir que la Transición había concluido y que la democracia caminaba hacia su consolidación. [ob. cit. págs.. 203-204]


Julián Casanova/Carlos Gil Andrés. Breve historia de España en el siglo XX. Ariel quintaesencia; mayo, 2012.

miércoles, 1 de julio de 2015

IN MEMORIAM. Guillermo Cano Hernández

Ya terminó el curso. La comida de celebración este año en el IES La Laboral no fue una más. No estaba Guillermo. A Guillermo Cano Hernández se lo llevó este curso la Enfermedad y con él se fue un estilo de dirección que al parecer es a extinguir.

            No puedo decir en sentido estricto que conocía a Guillermo porque para ello tendría que haber sido un poco de padre, madre, hijo, hermano, amante,… y como no fui nada de eso solo centro mi recuerdo como compañero de trabajo. Sus años en la dirección del IES La Laboral marcaron una época que solo es explicable por su estilo ecléctico, incalificable, diría yo, sin embargo con unas características muy marcadas y que lamentablemente hoy han desaparecido en el nuevo estilo de dirección que marca la Administración.

            Cuando llegué al centro, ya Guillermo de director, me propuse averiguar dónde lo podría encuadrar como director en las conocidas listas y clasificaciones que existen sobre estilos de dirección, al final desistí por no encontrar encuadre en ninguna de las categorías al uso, sin embargo y aunque no era un gran pedagogo, realmente no le hacía falta, su estilo era muy definido y claro. La formulación teórica estaba explícita en el día a día. Él era parte del Claustro, algo que puede parecer una obviedad administrativa, pero él era algo más porque al compañerismo y el respeto al claustro y sus decisiones era una seña de identidad. La gestión democrática era un hecho, no una etiqueta que algunos se ponen, aunque solo como etiqueta.

            Los disensos en los claustros, que los hubo, acababan en la puerta del salón de actos. Nunca un mal gesto, un resentimiento o una palabra fuera de tono. En alguna ocasión que disentíamos me decía: “Enriquito no me eches pelos en la leche”. Hasta ahí llegaba.

            Como suele ocurrir en muchos casos, sus méritos y su estilo adquieren su importancia cuando se compara su estilo de gestión con quienes le han precedido, modelados según las apetencias de la Administración, y ésta ha conseguido que sus elegidos queden a años luz.

            Así que quienes te recordamos en la cotidianeidad del día a día, de los claustros, incluso de alguna confidencia compartida mirando al mar en Valleseco o en el piso diez de un hospital, sabemos que con él se podía contar, daba seguridad y tranquilidad en tu trabajo, te daba un plus de confianza y valoraba el esfuerzo y el trabajo sin grandes alharacas, incluso de forma socarrona, pero sincera y cercana. Además sabías que era la primera contención frente a los caprichos de inspectores y demás.

            No le gustaba mucho eso de pisar las alfombras de los pasillos y despachos institucionales, intentaba solucionar todo su despacho y por teléfono donde su fiel escudero Abraham jugaba un papel fundamental. Era el artífice de tantas y tantas conversaciones. Prefería irse a echar un cigarro al fondo donde se enfrascaba cuando correspondía con el KronoWin para resolver el puzle de los horarios de cada curso. La pizarra blanca llena de anotaciones con su caligrafía de letra pequeña, las iniciales de nombre y apellidos de todo el profesorado, se las sabía de memoria, y que solo él entendía. Era una pizarra para iniciados. Completan el entorno el ordenador y el cenicero lleno de colillas. Ese era su espacio vital.

            Ahora vives en la memoria, mejor sería que estuvieras, pero… y ahí cada uno de nosotros, porque creo que somos muchos te tenemos presente con lo que atesoramos durante años de convivencia y compartiendo momentos. También tengo una cosa clara, si ahí hay centros que dirigir y buscan director no darías ni un paso. No es La Laboral.

viernes, 10 de octubre de 2014

LECTURAS: EL FALSIFICADOR DE PASAPORTES. CIOMA SCHÖNHAUS


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     Reconozco que no sé las razones por las que siento especial interés por la literatura concentracionaria. Primo Levi, Robert Antelme o Jean Amery, entre otros, han ido forjando ese interés. Es verdad que es muy dura la lectura, que se encoge el estómago y se te hace un nudo en la garganta, pero no por ello dejo de leer. Mi biblioteca es amplia en este apartado, así que cuando logré tener en mis manos El falsificador de pasaportes, la casi biografía de Cioma Schönhaus, Galaxia Gutenberg Círculo de Lectores, 2009 sentí el deseo de comenzar a leerla en ese momento. Hice lo que hago siempre con los libros nuevos, los hojeo, leo algunos párrafos, al azar, los huelo, vuelvo a leer otros párrafos y luego a esperar su turno. Si tengo mucho interés me lo salto. No me crea conflictos conmigo mismo. Bueno pues en este caso me salté el turno, dejé una novela de Philip Kerr pendiente, pero creo que valía la pena, tal es así que casi me lo leí de un tirón, aunque ayuda para esto no sólo el interés sino el insomnio, ayuda para la lectura, así que con fruición empecé su lectura.
   
He de decir que no es un libro sobre la vida en los campos y el relato de las penurias que se pasaban allí. Es otra cosa, Cioma Schönhaus describe cómo logra disimular, esconder su condición de judío en la Alemania del año 1942. Esta situación nos descubre hechos cotidianos que los alemanes habían asumido como normales, entre los que estaban la segregación y aniquilamiento de la población judía. Pasar desapercibido hasta llegar a la clandestinidad nos acerca a una vida al borde del riesgo máximo y Cioma lo describe con mucha soltura.

             Recomendable su lectura, así que aquí les dejo algún párrafo donde se refleja cómo la sociedad alemana asume lo que los nacionalsocialistas tenían como principal objetivo: exterminar a la población judía.


El tío llega a casa riéndose:
-Hoy he ayudado a una mujer a educar a su hijo. Ella grita: “Ven acá”, pero el niño hace como si no la oyera. Entonces ella murmura remarcando mucho las palabras: “¿Querrás venir de una vez? Ten cuidado, porque detrás de ti viene un judío que te llevará con él”. Y, como alma que lleva el diablo, el pequeño corre hacia su madre.
Con sonrisa satisfecha dice el tío:
-¿Y creéis que la madre me ha dado las gracias? [págs. 56-60]

jueves, 9 de octubre de 2014

LECTURAS: EL INFIERNO DE LOS JEMERES ROJOS (testimonio de una superviviente). DENIS AFFONÇO





 Ya en alguna entrada anterior, indicaba que la geografía de la literatura concentracionaria, lamentablemente, tenía una amplia representación en este nuestro mundo. El caso de Camboya y el golpe en 1975 de los Jemeres Rojos, solo suma un espacio, una sociedad nueva que cae bajo las garras de un dictador que diseña un sistema de exterminio, que como todos mantiene similitudes con modelos preexistentes.

            Denise Affonço en El infierno de los jemeres rojosLibros del Asteroide; 2010, aporta su testimonio a lo sucedido entre 1975 y 1979 en Camboya, época en la que pasó casi cuatro años en los campos de reeducación –extermino- creados para sacar a la población del siglo XX e intentar llevarlos a un modelo de sociedad de base agraria propia de la época medieval (solo los supervivientes, si los había).

            El relato hecho de forma desapasionada y después de haber tenido la posibilidad de salir del país porque trabajaba en la embajada francesa, sin embargo por su familia, su esposo, comunista convencido sería una de las primeras víctimas de los jemeres, y lo sería por su condición de intelectual. En ese relato describe el trato recibido, las condiciones de vida y la permanente caída en la degradación más absoluta, que ni las palabras son capaces de recoger hasta donde se puede llegar esa pendiente por la que circula el proceso de deshumanización del individuo.

            Como toda la literatura concentracionaria su lectura lleva aparejado un ejercicio de contención de emociones y de reflexión permanente de cómo y por qué el ser humano es capaz de idear modelos de sufrimiento para sus congéneres sin ningún límite, hasta el punto que en muchas ocasiones la muerte puede sonar a liberación, acabar con el sufrimiento al que se está sometido.

            Sé que este tipo de lecturas no despierta las emociones, pero creo que son necesarias, esenciales para intentar entender al ser humano y ver dónde es capaz de llegar su grado de maldad y desprecio a sus semejantes.

               Les dejo algunos párrafos.

   "La carne de vaca o de cerdo era tan escasa que solo la comíamos en las grandes ocasiones, como en el aniversario de la victoria de los jemeres rojos, en abril. terminamos incluso comiendo carne podrida y cubierta de gusanos. un día, mataron dos bueyes enfermos y enterraron los cadáveres; unos días más tarde fuimos con otras dos mujeres a desenterrarlos. Estaban en un estado avanzado estado de descomposición, la carne era verde y amarga y estaba cubierta de gusanos, pero teníamos que calmar nuestros estómagos. cuando no quedaron peces ni espinacas acuáticas, llegó el turno a las cucarachas. Pululaban por las chozas y de noche, después de trabajar, las cazábamos en las grietas de la pared. Al final, aquella especie también empezó a escasear...

         Así es como Angkar quería que muriéramos uno tras otro: de agotamiento, de hambre y de enfermedad (apenas quedaba un comprimido de aspirina o quinina). Una muerte lenta, sin coste alguno. por otra parte, los primeros días de nuestro cautiverio ya nos habían advertido: "Sois prisioneros de guerra, y Angkar no tiene medios para meteros una bala en la cabeza, Angkar os va a dejar morir a fuego lento, de manera natural..."

            Cuando terminó la época de la cosecha, en enero, los yautheas vinieron a repartir el arroz con cáscara, pero solo dejaron a los habitantes del pueblo el mínimo estricto hasta la siguiente recolección. El resto de las existencias se marchó con ellos.

             Nosotros no paramos. En febrero, tuvimos que cavar balsas para recoger el agua de la lluvia, un producto escaso y valioso en la región. Más tarde, nos enteramos de que esas supuestas reservas de agua no eran otra cosa que nuestra futura tumba. No había ninguna máquina para ayudarnos: cavábamos y picábamos en una tierra endurecida por la sequía." [Ob. cit. págs. 96-97]

martes, 30 de septiembre de 2014

LECTURAS:NOS VEMOS ALLÁ ARRIBA. PIERRE LEMAITRE



La conmemoración del centenario del comienzo de la Gran Guerra se ha convertido en una magnífica coartada para dar rienda suelta a la publicación de trabajos de investigación, ensayos, novelas, reediciones de obras que estaban en el cajón del olvido; en fin nos hemos podido aprovechar de esta circunstancia para poner al día todo lo que rodea a este acontecimiento y las repercusiones que ha tenido.

            Pierre Lemaitre en Nos vemos allá arribaSalamandra, 2014 arranca la trama de su novela cuando ya se empieza a rumorear que la guerra está tocando a su fin, que el armisticio está al llegar. En este marco se va a fraguar la amistad, una amistad muy profunda, de dos soldados franceses y de ahí hasta el núcleo de la novela, fundamentado en un hecho real, el fraude colosal en la exhumación de los cadáveres de cientos de miles de soldados para llevarlos a cementerios militares.

            En un mundo de necesidades, el negocio con la muerte es uno más; el París de la posguerra, depauperado y hambriento, militares que se tienen como objetivo colocar medallas en su pechera sin que el coste en vidas sea un freno en sus ambiciones, son algunos de los caminos por donde circula esta novela.

            Pierre Lemaitre forjado en la novela negra consigue que lector quede pegado a esta historia, que bascula desde la sordidez del negocio sin escrúpulos, hasta la amistad, sin condiciones de dos camaradas de guerra, y todo ese recorrido se hace de forma ágil y sin concesiones ni coartadas a los personajes.


            Recomendable su lectura, así que, como siempre, les dejo unos párrafos por si sirven para animarlos.

       Todos los que pensaban que aquella guerra acabaría pronto habían muerto hacía tiempo. precisamente a causa de la guerra. así que, en octubre, Albert recibió con bastante escepticismo los rumores sobre el armisticio. Les dio tanto crédito como a la propaganda del principio, que aseguraba, por ejemplo, que las balas de los boches eran tan blandas que se estrellaban contra los uniformes igual que peras pasadas y provocaban las carcajadas de los regimientos franceses. en cuatro años, Albert había visto la tira de tipos muertos de risa por el impacto de una bala alemana.


         Era consciente de que su negativa a creer en la inminencia de un armisticio tenía algo de superstición: cuanto más se espera la paz, menos crédito se da a las noticias que la anuncian, es un modo de ahuyentar la mala suerte. Sólo que esas noticias llegaban día tras día en secuencias cada vez más seguidas y en todas partes se repetía que la guerra estaba realmente a punto de terminar. Por increíble que pudiera parecer, incluso se pronunciaron discursos sobre la necesidad de desmovilizar a los veteranos, que llevaban años en el frente. cuando el armisticio se convirtió al fin en una perspectiva razonable, hasta los más pesimistas empezaron a acariciar la esperanza de salir con vida de la contienda. [ob. cit. pág. 13]