miércoles, 11 de junio de 2025

 

ENTRE DIMINUTIVOS Y AUMENTATIVOS

            El lenguaje también se ha polarizado casi como la vida cotidiana y política, aunque aquí no hay un enemigo porque la polarización en el lenguaje es que nos hemos ido a los extremos. Los diminutivos nos invaden sin y así son la normalidad el desparrame de los mismos en cualquier conversación y así pasamos desde “la tarjetita”, “la comidita caserita” y todo aquel con el que usted se haya tropezado, que seguro son muchos. Esto se agrava si usted como interlocutor es mayor, viejo en mi caso, y se acompaña el uso de los diminutivos con esa voz y tono usado con los niños chicos que no entienden, o eso creen, y usan ese tono melifluo y estúpido. Solo te queda ser paciente, torcer el gesto de forma sarcástica y poco más. No digas nada porque no merece la pena.

           En el lado contrario se roza el paroxismo, estoy harto de palabrejos como librazo, calorazo, tiempazo…, hay más, pero para no cansar. Tengo que citar también los calificativos exagerados muy propio de los “periodistas especializados en gastronomía” que ya son casi una plaga y me recuerdan a Martell, pionero en estas lides en el desaparecido Canal7, televisión local aquí en Tenerife. Martell se recorría bares y guachinches de la isla comiendo y bebiendo gratis por esa pequeña promoción. Hoy los que han seguido su estela campan por hoteles y restaurantes de todo lujo donde se hace “arquitectura del plato” y se saborean exquisiteces que van precedidas de calificativos como bestial, de locos (no lo entiendo), excepcional, bestial, espléndido, descomunal, … y, a lo mejor, están comiéndose los restos de un huevo frito con un fisco hierba por encima.

           

En fin, creo que no es bueno que todo tenga estos extremos porque por exceso o por defecto se caen los calificativos, así apliquémonos en ser ecuánimes y volvamos a la normalidad, porque puede hacer buen tiempo, leer un buen libro y casi nos reconciliamos con el hablar bien.

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