domingo, 31 de agosto de 2008

LECHE CRUDA (CON PANELA)



Reconozco que tengo debilidad por lo que escribe este hombre, y esto me pasa desde que leí su obra "El olvido que seremos", que en alguna ocasión he sugerido como lectura. Espero que este artículo de El Espectador sea interesante. A mi me gusta.

Leche cruda (con panela)

Por: Elespectador.com

ESTOY EN LÍOS CON LA LEY. SOY UN consumidor y un vendedor de leche sin pasteurizar. Tengo tres vacas Blanco Orejinegras y los fines de semana las ordeñamos para hacer quesito, arequipe, y tener leche fresca. Como soy mal ordeñador (les saco si mucho un vaso) Egidio hace la tarea, y si estamos de buenas les logra sacar 20 litros a las tres.

Ya se sabe, las Blanco Orejinegro no son Holstein, pero a la vista me gustan más y no se les pegan casi las garrapatas ni las mata la aftosa. A la leche recién ordeñada, y puesta en vasos, le decimos “postrera” desde los tiempos de mi bisabuela, quizá porque es la leche que sirve para acompañar el postre. En realidad estas postreras —con una crema exquisita que sube a la superficie— sirven también para echarle al café y además para acompañar el arequipe, la mazamorra y sobre todo la panela.Y ahí vuelvo a estar en líos con la ley. Resulta que yo la panela no la compro en Carrefour, de productores industriales, sino que se la encargo a Adán, un campesino de Sonsón, que tiene un trapiche artesanal bajando dos horas a lomo de mula desde el pueblo, camino del río Arma. La panela que hace Adán no se puede comparar con la que venden en El Ley. Tiene un aroma, una consistencia, un sabor, que son únicos. Pero producir panela artesanal también se está convirtiendo en un delito en este país gobernado por patriotas que persiguen a los campesinos más pobres con leyes absurdas.Decía que también vendo leche cruda. Lo debo hacer porque la cantidad no es suficiente para que pase una empresa a recogerla. Además la finca queda a media hora a caballo de la carretera principal. Y si en semana no se ordeñan las vacas, pues se me pierden, porque les da mastitis. Como la leche sobra, se la vendemos barata a los vecinos, mucho más barata que la de Colanta o Parmalat. Los vecinos no se han enfermado nunca por la leche nuestra. Las vacas son sanas y están vacunadas, Egidio se lava las manos antes de ordeñar, lava las ubres con una solución yodada, y les tira a las ánimas benditas del Purgatorio los primeros chorros del ordeño de cada teta. Más higiene no ha sido necesaria por allá.De la panela puedo decir lo mismo. Aunque el Invima le haya exigido a Adán que monte un trapiche de acero inoxidable que él no se puede permitir, y que se ponga un bozal como el que él le pone de día al perro bravo, la panela que vende hierve tanto tiempo a tanta temperatura, que no hay bacteria ni bicho que resista ese fuego. La manía de la asepsia histérica es una ridiculez, o más bien, una exigencia interesada de los grandes productores de panela para acabar con los paneleros artesanales, como Adán.Es muy conocida la frase del general De Gaulle, que alguna vez se lamentó de lo difícil que era gobernar un país que producía 365 variedades de queso. Y se quedó corto, pues se calcula que en Francia se producen más de 500 tipos distintos de quesos artesanales, los cuales son una de las mayores riquezas de la gastronomía mundial. Estos deliciosos quesos artesanales se hacen con leche fresca (como la que quieren prohibir aquí).En el país de Pasteur buena parte de la leche no se pasteuriza. Si la pasteurizaran, acabarían con una de las mayores riquezas culturales de Francia. Se sabe que los buenos quesos franceses solamente se pueden producir con leche viva, con leche que fermenta por sí misma, es decir con lo que allá se llama lait cru o leche cruda. Hace unos años las grandes compañías productoras de alimentos se empeñaron, amparadas por una supuesta necesidad higiénica, en que todos los quesos de Francia se hicieran de manera industrial, mecanizada, aséptica. Estuvieron a punto de convertir a Francia en un supermercado gringo, en el que todos los quesos saben igual y a nadie le da diarrea jamás, pero engordan como cerdos. Por suerte para el queso artesanal francés, y para el paladar del mundo entero, los industriales no pudieron imponer este empobrecimiento cultural.Aquí, en lo pequeño, nos quieren también quitar lo poco que tenemos. Señor Presidente, señor Ministro de Protección Social: el gran problema de higiene de este país es el agua potable, los acueductos. No pierdan el tiempo y los recursos en perseguir a los vendedores de leche cruda y a los productores de panela artesanal. No persigan a los campesinos más pobres para favorecer a la industria de los alimentos. Sean patriotas de verdad, protejan a los más débiles en vez de perseguirlos con tonterías que no dicta la higiene, sino el interés.

Dirección web fuente:

http://www.elespectador.com/columna-leche-cruda-panela


DIA INTERNACIONAL DEL DETENIDO DESAPARECIDO




Cada treinta de agosto hay un recuerdo especial para las personas detenidas y desaparecidas en el mundo. Su desaparición no puede no puede ni debe caer en el olvido más allá de leyes e instituciones. La ciudadanía del mundo tiene que velar por la memoria de los desaparecidos y mantener permanentemente la actividad para conocer el paradero de los desaparecidos y forzar a las autoridades a llevar ante la justicia a los causantes de este crimen de lesa humanidad. Por los desaparecidos. Justicia.

CADENA PERPETUA PARA ASESINOS





Observen esta foto con estos personajes. Si nos abstraemos y vemos a dos personas mayores y como seres bien pensantes, diríamos que son dos abuelos con la mirada algo perdida, a pesar de ello, buen aspecto en ambos, aseados, de pelo cano, abundante, bien recortado. En fin dos personas respetables.

Pero la realidad es otra, son dos asesinos condenados por la justicia argentina después de demostrar su participación en crímenes de lesa humanidad. Su aspecto es engañoso y las lágrimas que derramaron en el juicio también, porque ahora que reclaman justicia, clemencia y todo a lo que dicen tener derecho no les ha servido de nada porque ellos que no creyeron en la justicia, que no respetaron lo más elemental que es la vida reclaman para sí lo que ellos denegaron, sin embargo han tenido un juicio justo y la condena, cadena perpetua, se ajusta a derecho y a la constitución argentina. Se ha hecho justicia, que no venganza y ojalá vivan muchos años para que los rayos del sol, que sale cada día, les active las neuronas, para que en la noche la luna martillee su conciencia con imágenes de todos aquellos seres que han sufrido por sus acciones. SE HA HECHO JUSTICIA

El dictador de llanto fácil y cuentas secretas

Por Diego Martínez [Página 12. 29/08/08]



Fue amo, señor y fusilador número uno de Tucumán. En 1987 el punto final de Raúl Alfonsín le garantizó impunidad. Comenzó entonces una extensa carrera política, siempre con epicentro en una provincia abrumada por la miseria y que aún lucha por desmantelar una carga brutal de adoctrinamiento ideológico impuesto a sangre y picana. A fines de la década del ’90, la difusión de la información sobre sus cuentas secretas y millonarias en el exterior le hizo derramar sus primeras lágrimas en público. Pero recién ayer, 32 años después de sus mayores hazañas, el Mussolini tucumano de llanto fácil conoció la Justicia.

Antonio Domingo Bussi nació en Entre Ríos el 17 de enero de 1926. Tiene 82 años. Su vida pública comenzó en diciembre de 1975, cuando reemplazó al frente del Operativo Independencia a Acdel Vilas, general insano pero sobre todo impune que pasa sus días bien guardado en un departamento de Palermo. Antes de irse, Vilas anunció que la guerrilla tucumana había sido derrotada. A Bussi le tocó “rematar a la subversión”, explicó alguna vez.

El 24 de marzo del ’76 se convirtió en interventor federal y jefe militar de Tucumán, concentración de poder que no ostentó ningún otro gobernador de facto. Siempre desbordante de pistolas y granadas para infundir sumisión, extendió al infinito el concepto de “subversivo”, que no excluyó ni a los mendigos: la noche helada del 16 de julio de 1977 ordenó levantarlos de las calles y tirarlos en un desierto de Catamarca. En 2006 perdió un juicio contra el escritor Tomás Eloy Martínez, que al recordar la historia lo calificó de “tirano” y “feroz exterminador de disidentes”.

Según la Comisión Bicameral Investigadora, el 70 por ciento de los 507 secuestros registrados en Tucumán se produjo durante los dos años de su gobierno. Sólo una de cada cinco víctimas tenía militancia política o gremial conocida. “Nueve de cada diez fueron secuestrados en sus domicilios, lugares de trabajo o en la vía pública por personas armadas que actuaban con una superioridad numérica de 15, aproximadamente, contra 1”, apuntó la Comisión. “Siempre los Bussis (sic) nos hemos batido en minoría”, mintió ayer. En los registros militares consta que la Compañía de Monte del ERP tuvo, en su momento de mayor despliegue (1975), entre 120 y 180 efectivos.

Tras explayarse sobre torturas, uñas arrancadas con tenazas y hombres enterrados hasta el cuello, el ex gendarme Omar Torres relató dos fusilamientos que presenció. “El general Bussi se apersonaba y daba la orden con un disparo ejecutando a una persona.” Sus subordinados remataban al resto, que caían a un pozo. Luego “se echaba leña, aceite y gomas de automóviles”. Juan Martín describió el método de entierro en vida, contó que obligaban a los detenidos a rezar el Padrenuestro y el Ave María: “Y nos exhortaban a dar gracias a Dios por haber vivido un día más”. Los jefes de los campos se ufanaban de haber aprendido a torturar en Vietnam, donde Bussi fue como observador invitado por el ejército norteamericano.

Lo salvó el punto final, pero también la Justicia tucumana. La Corte Suprema reprendió con dureza a la Cámara Federal que no lo procesó pese a la abundancia de pruebas. Un año después, en 1988, fundó Fuerza Republicana, partido que lo llevó a la gobernación y al Congreso Nacional. El pueblo tucumano le permitió ganar ocho elecciones. En 1993 asumió como diputado nacional y dos años después como gobernador. En 1998, una Comisión Especial Investigadora reveló sus propiedades y depósitos bancarios. Poco después se conocieron sus cuentas secretas, millonarias, en bancos de Suiza y Luxemburgo. “Imperfecciones propias de mi naturaleza humana”, dijo ayer.

En 1999 volvió a ser electo diputado. La APDH lo impugnó por sus crímenes y por haber ocultado sus cuentas en 1993. La Cámara le impidió el ingreso. El año pasado la Corte Suprema falló que debió respetarse el voto popular, pero el mandato había concluido. El Tribunal de Honor del Ejército, que nunca le cuestionó secuestrar o torturar, lo sancionó por mentir. En 2003 fue electo intendente de San Miguel de Tucumán por una diferencia de 17 votos, pero su detención le impidió asumir. Fue en la misma causa que ayer derivó en su condena. El juez federal Jorge Parache le concedió arresto domiciliario en su casa de Pilar, que violó según denunció la Secretaría de Derechos Humanos provincial.

De la mirada de hielo de hace treinta años no quedan ni rastros. Si el general Menéndez se esmera en mantener su estampa de guerrero, la barba y las lágrimas de Bussi sugieren abandono y conciencia de la derrota. La única buena noticia que podrá escuchar de aquí en adelante es que le permitan seguir en su country de Yerba Buena. Es improbable: ya violó su arresto domiciliario, demostró –pese al tubito– que tiene buena salud, y ningún condenado por crímenes de lesa humanidad goza de ese privilegio.

El Chacal que comandó a la ESMA cordobesa

Por Adriana Meyer



Alias “Cachorro”, alias “Chacal”, alias “Hiena”. El más bravo de los sicarios del Estado en dictadura, el que se animó a cuestionar a los jefes de la Junta Militar por blandos, uno de los represores con más imputaciones en procesos judiciales. El genocida Luciano Benjamín Menéndez, poderoso ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército entre 1975 y 1979, fue autoridad máxima en Córdoba durante los años del terror y estuvo a cargo de la represión en Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza, San Luis, Santiago del Estero y Tucumán.

Bajo su mando funcionó el destacamento de Inteligencia 141 General Iribarren, del que dependía el centro clandestino de detención La Perla, conocido como “la ESMA cordobesa”, por donde pasaron 2500 hombres y mujeres. Menéndez solía visitar ese campo de exterminio y algunos recuerdan haberlo visto mientras presenciaba fusilamientos al borde de las fosas. Según testimonios de los pocos sobrevivientes, también aparecía durante los interrogatorios y las torturas.

Le adjudican ser ideólogo del “pacto de sangre”: hacía participar de los secuestros y fusilamientos a todos los oficiales para que en el futuro “no se dieran vuelta”. Hombre de armas llevar, en agosto de 1984 sacó un cuchillo cuando militantes de la Juventud Comunista lo repudiaron al grito de “asesino” en la puerta de un canal de televisión, cuando salía del programa de Bernardo Neustadt y Mariano Grondona. En 2003 hubo un incidente similar en Córdoba, cuando amenazó con una sevillana a un grupo de estudiantes que lo reconoció en una playa de estacionamiento.

El “Cachorro” participaba de algunos operativos en los que se reservaba el “botín”. En la Justicia cordobesa hay un pedido de reapertura de la causa Mackentor, una empresa constructora que fue ocupada y saqueada por los militares en abril de 1977 por orden de Menéndez. Veinte empleados y los accionistas jerárquicos fueron secuestrados y llevados al centro clandestino La Ribera, mientras que el presidente Natalio Kejner y el síndico Gustavo Roca lograron salir del país.

Desde hace un mes, Menéndez duerme en la cárcel cordobesa de Bower, tras haber sido condenado por el secuestro, tortura y asesinato de Hilda Palacios, Humberto Brandalisis, Carlos Laja y Raúl Cardozo, militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Fue su primera sentencia de una larga lista de procesos por los que debería ser juzgado en varias provincias. Hasta ese momento había gozado del beneficio del arresto domiciliario en su casa de Bajo Palermo, en la capital cordobesa, con su rutina de caminatas y su apacible existencia de general de división retirado. Si bien tuvo menos exposición pública que un Videla o un Massera, ejerció la misma influencia en las decisiones políticas y represivas. Mantuvo algo de ese poder durante los años ’80 y ’90, cuando el Ejército lo seguía invitando a sus actos oficiales.

Fuera del amparo de la Ley de Obediencia Debida, en 1988 fue procesado por 48 homicidios, 76 tormentos y 4 sustracciones de menores. Pero en 1990, cuando estaba a punto de ser juzgado, el entonces presidente Carlos Menem lo incluyó en el indulto, a pesar de que nunca había sido condenado. Esa medida lo salvó, además, de otras 700 causas en las que se lo acusaba de homicidios calificados, tormentos seguidos de muerte, torturas, privaciones ilegales de la libertad y sustracción de menores (masacre de Palomitas, centro Arsenales, asesinato de Paco Urondo, torturas a Raúl Ernesto Morales, entre otros casos). En abril de 2000 pasó cinco días preso tras negarse a declarar en el proceso en el que se investigaban los 30 asesinatos de presos políticos en la Penitenciaría. Fue la primera vez que se encontró frente a dos hijos de sus víctimas.

Junto a Ramón Díaz Bessone, Santiago Riveros y Carlos Guillermo Suárez Mason integró el grupo de Los Duros y llegó a soñar con la política desde la organización Nueva Opción Republicana. Fue ferviente partidario de que Argentina entrara en guerra contra Chile en el conflicto del Beagle. “Si nos dejan atacar a los chilotes, los corremos hasta la isla de Pascua, el brindis de fin de año lo hacemos en el Palacio de La Moneda y después iremos a mear el champagne en el Pacífico”, dijo entonces.

Menéndez nació hace 81 años en San Martín, entró al Colegio Militar en 1943 y ascendió a coronel en 1966. De familia militar, su abuelo también había querido iniciar la guerra contra Chile, su padre se sublevó en 1951 contra Juan Perón y su sobrino, Mario Benjamín Menéndez, se rindió en Malvinas.

Mientras otros genocidas callan, Menéndez usa el banquillo de los acusados como si continuara arengando a la tropa. En sus ardientes defensas del terrorismo de Estado (que le “ganó la batalla a la subversión marxista”), hay una aceptación implícita de los delitos que se le imputan. Como en sus “Instrucciones para actuar contra la subversión”, en las que instaba a los ciudadanos a la delación de sospechosos y de “cualquiera que esté alejado de sus padres, no crea en Dios y excite contra todo tipo de autoridad”.



sábado, 30 de agosto de 2008

BASURA



La basura es basura en todos lados, y no hay basura de primera o de segunda. La habrá más contaminante, menos, pero en definitiva es basura. La generación de desperdicios es un signo de desarrollo, pues son los países ricos quienes más residuos generan, residuos de todo tipo. En los países donde no hay nada es difícil generar desperdicios.

En una ciudad la basura en las calles es signo de muchas cosas, entre otras de la falta de civismo de quien tira los desperdicios, de la falta de los servicios públicos que atiendan la recogida, en definitiva es mantener la relación equilibrada entre los ciudadanos que no ensucian porque tienen claro que el espacio público sólo puede mostrar la mejor cara cuando la ciudadanía colabora y los servicios públicos que comparten el objetivo de una ciudad limpia.

Cuando falla alguno de los dos pilares citados o los dos a la vez la basura adquiere una nueva dimensión y es “la basura vieja”, si la que está ahí por tiempo indefinido, que se consolida y forma parte del paisaje cotidiano, es, en definitiva, la dueña de las calles y el ornato de las mismas. Se integra en el paisaje y convive en igualdad con el resto de elementos de ese escenario que son las calles.

Esto es una muestra de esa consolidación alcanzada por la falta de civismo, por un lado, y que los servicios de limpieza en esta ciudad no son prioritarios, y es una pena porque una ciudad con un cielo azul que enamora y un sol radiante enmarcan, lamentablemente, la basura consolidada.

CONTROLES BANANEROS


Entiendo por controles bananeros aquellos que no tienen ninguna justificación y sólo sirven para molestar, incordiar a los viajeros y en todo caso demostrar poder. Algunos ejemplos son:

I] Soportar de un “milico” de verde oliva con la boina roja preguntas impertinentes y con un tono altivo, petulante, ofensivo como ¿dónde ha estado alojado?, ¿cuánto tiempo?, ¿dónde va? Y algunas preguntas más que no entendí porque no vocalizaba bien. Y todo esto cuando iba a facturar para marcharme.

II] Después de pagar la tasa aeroportuaria o, impuesto de salida, y pasar con el correspondiente código de barras por un torno, depositas el equipaje de mano en el escáner que controla su contenido. De forma consecutiva repites la operación y lo pasas por oro escáner en menos de dos metros, entre uno y otro. Luego tienes que soportar las mismas preguntas, alguna tan singular como: ¿Por qué va a Madrid? Ésta tenía múltiples respuestas, pero la más respetuosa que me salió fue: “porque el avión va hacia allí y no hacia mi casa”. Se me ocurrieron otras pero me contuve.

De los dos controles sólo cambiaba el color y la forma de los uniformes, pero el carnaval seguiría.

III] Sellado del pasaporte y el funcionario, con otro uniforme no contesta al saludo. Te mira displicente (no de arriba abajo, sino hasta los hombros, porque el mostrador es alto y yo bajito) y se te queda cara de tonto porque no sabes por qué esa altanería estúpida. Pasas a la sala de espera y piensas que ya ha terminado lo de mostrar el pasaporte y contestar preguntas sinsentido y formuladas con cierto desprecio. Buscas una butaca, que hace mucho tiempo fue azul y hoy es un mapa de manchas de diversa tonalidad, para esperar el momento del embarque. Pero no, no ha acabado lo de las preguntas y el mostrar el pasaporte.

IV] Nuevos uniformes y órdenes, la primera es que debemos permanecer sentados en la sala y esperar un nuevo “chequeo del pasaporte”. Y lo hacen, no me lo creía, pero lo hacen nos ponen en fila y a mirar de nuevo el pasaporte al que ponen una pegatina en la contraportada, no el sello de salida de inmigración, es una pegatina verde con unas letras. Una vez cumplido este requisito y la cola correspondiente vuelta a la megafonía que ordena, no pide por favor, sin nada de eso, ordena que debemos permanecer sentados.

Ya está, remite el cabreo y piensas que ya está, pero para darle más emoción a esta espera empiezan a llamar a algunos pasajeros, no sé las razones para esa llamada, si es aleatorio o qué, pero es para revisar las maletas. No sé lo que buscan, a lo mejor la fórmula de la harina para las arepas. Como van llamando en pequeños grupos, dos o tres cada vez, no sabes que si te tocará, cosa que es probable porque como no te toca la lotería, te toca este sorteo, pero no me escapé.

V] Vamos a embarcar, parece que esto acaba, pero no, nuevo “chequeo” del pasaporte, comprueban la pegatina, la foto y paso por un arco de mano, esto en la sala de espera a la entrada del “finger”, aquí separan al pasaje en dos filas, hombres y mujeres. No sé por qué.

VI] A medida que avanzo hacia el avión me entero. De nuevo un “milico” clónico del anterior insiste en las preguntas y me cachea, como a todos. Con cara de asesino a sueldo me exige que siga, porque no piden las cosas, las exigen.

Por fin en avión, pensé que la azafata me iba a tirar de la oreja porque no me sentaba lo rápido que exige el momento, pero no amablemente me indicó mi asiento y me ayudó con el equipaje de mano. Son otras formas.

En fin, esta fue la salida, porque la entrada también tiene sus cosas como el “modelo 80” donde te piden todos los datos imaginables, casi hasta el número del zapato; un ejemplo de esas preguntas y exigencias es tener que rellenar un listado con el contenido del equipaje y su valoración en dólares. No sé si contabilizan el valor sentimental de las cosas, pero bueno es así.

Hasta aquí el relato telegráfico del paso por el carnaval de uniformes que demuestra que eso de la inteligencia militar es una contradicción en sí misma y que las distintas comparsas de disfraces no se fían unas de otras porque es la única forma humana de entender los “chequeos”.


PD.- No sé si el primero que aparece en la foto estaba en el aeropuerto porque como está disfrazado no lo distingo bien, pero la cara de malas pulgas es la misma.

lunes, 25 de agosto de 2008

LA COMPRA


Sabía exactamente cuál era su deseo y sabía también que ya casi nadie usaba esas máquinas. Era un milagro que el vasto gobierno no las hubiera eliminado. Antes (¿cuándo?) abundaban en esta y todas las ciudades.

Hoy, como pocas veces, ese deseo lo ha invadido con ferocidad. Salió de su casa confortable -todas lo son- y ya ha recorrido barriadas y avenidas sin que hallara funcionando bien a alguna de aquellas máquinas. Una mínima falla las altera. Y el daño no lo causa la población (a casi nadie le interesan esos lugares). Tal vez sea un modo de ir eliminando en la gente aquel gusto, al cual la acostumbraran en otras épocas, de no hacer nada sin ayuda oficial.

Pero cuando atardece, en medio de la multitud alegre y el tráfico fluido, como flotando dentro de la publicidad que salta desde el subsuelo y alcanza grandes alturas, ve en la próxima esquina un cuadrado vacío, blanco, mejor dicho, transparente, apenas señalado lumínicamente sus límites: ¡esa es una máquina de pensamiento! Ojalá funcione bien.

La multitud pasa indiferente. Mejor. A veces -pocas- ha encontrado otras personas esperando.

Traspasa la primera luz. Cuando se está dentro desaparece todo lo exterior. Sabe que con sólo su huella podrá consumir lo que busca. Viene por una compra que no sea tan breve. Y entonces pulsa en el aire (los controles son atraídos por la voluntad) y ya va a señalar su petición cuando recuerda algo importante: sí, ha venido con el deseo de pensar, ha buscado durante hortas una máquina de pensamiento. Pero ¿qué desea realmente pensar?

José Balza, El doble arte de morir; Bruguera narrativa. Bogotá, 2008

MI QUERIDA TÍA

Mi tía quería "pasar" la eternidad en un lugar con ventanas, donde ella se arreglaba para salir.

Era un día particular del año; una día de fiesta, a eso de las once de la mañana.

En ese momento, hunde una horquilla mas en su moño, y al mismo tiempo, sólo por azar, vuelve la mirada por encima del hombro. En el resplandor de las ventanas que tiene detrás, ve que algunas mujeres del vecindario, ataviadas con velo y ropas de salir, cruzan apresuradas en una misma dirección y escapan como si se deslizaran sobre ruedas.

A ella le toca también asistir a esa celebración, y le parece que se ha quedado rezagada, por lo que intenta apresurarse un poco.

La comezón de la impaciencia le hace creer, con un breve estremecimiento, que está desperdiciando su eternidad, consumiéndola inmoderadamente.

Piensa en la chispa que antes ha visto saltar en la ventana: un momento de vida que ardió rápidamente y se volvió cenizas.

Pero entonces, un susurro interior le advierte que no tiene por qué darse prisa. En realidad, se encuentra ante el espejo de su cuarto, y toda la inmensidad estuvo comprendida únicamente en el momento en que hundió una nueva horquilla en su cabello y lanzó una mirada de reojo al resplandor.

De La gata y la señora, Tercer Mundo Editores, Bogotá, 1991