Como tengo que alimentar el insomnio, aunque sea con lecturas fragmentarias porque en ocasiones la concentración se dispersa sigo leyendo cuentos, sobre todo, en esos momentos donde debería dormir pero Morfeo no me acoge en sus brazos. Esta vez ocupo el tiempo con Cuentos de Seducción [Panamericana, 2006] de Carmen Vincenti.
De los cuentos recogidos en esta publicación me he permitido transcribir el inicio del titulado: “Naturaleza viva con girasoles”
“Gerardo es el típico escritor insomne. Esa noche, mientras intentaba vanamente ahuyentar incompletos personajes, escuchó un ruido extraño que por momentos parecía el eco de gotas que se precipitaban extraviadas en una caverna ignota, y por otros el sordo deslizarse de una materia viscosa. El aturdimiento de la duermevela le hizo pensar por un instante en una nueva forma de persecución de algunos odiados personajes, pero, irremediablemente despierto ya, se levantó de la cama a dar un vistazo –no viene mal estremecer los fantasmas de la imaginación, se dijo- y a probar lavarse el cerebro con un vaso de agua. Sin embargo, en cuanto dejaba de escuchar sus propios reaparecía el peregrino rumor, como un gemido casi imperceptible. Decidió ir prendiendo las luces de cada habitación, buscó una linterna, empezó a examinar pisos, paredes, techos. Al menos así mi vigilia tendrá un sentido, pensó, aunque en su sentir más profundo temía encontrarse de golpe con un ente de papel.”
Reflexión sobre la lectura
Me sucede que siempre que entro a una casa donde no hay libros vuelvo a asombrarme. No todos somos lectores, desde luego, pero me resulta difícil entender cómo una familia puede sobrevivir sin una biblioteca, por más pequeña que ésta sea. Cómo hay gente que nunca ha descubierto el goce que puede proporcionar la lectura.
[Carmen Vincenti]
¿Cuánto compartimos de esta reflexión? A mí me ha pasado más de una vez -fijarme en si hay libros- y conozco a una persona muy cercana que cuando llega a una casa por primera a vez busca con la mirada lo mismo. Si no hay, malo, creo, o por lo menos para mí.
De los cuentos recogidos en esta publicación me he permitido transcribir el inicio del titulado: “Naturaleza viva con girasoles”
“Gerardo es el típico escritor insomne. Esa noche, mientras intentaba vanamente ahuyentar incompletos personajes, escuchó un ruido extraño que por momentos parecía el eco de gotas que se precipitaban extraviadas en una caverna ignota, y por otros el sordo deslizarse de una materia viscosa. El aturdimiento de la duermevela le hizo pensar por un instante en una nueva forma de persecución de algunos odiados personajes, pero, irremediablemente despierto ya, se levantó de la cama a dar un vistazo –no viene mal estremecer los fantasmas de la imaginación, se dijo- y a probar lavarse el cerebro con un vaso de agua. Sin embargo, en cuanto dejaba de escuchar sus propios reaparecía el peregrino rumor, como un gemido casi imperceptible. Decidió ir prendiendo las luces de cada habitación, buscó una linterna, empezó a examinar pisos, paredes, techos. Al menos así mi vigilia tendrá un sentido, pensó, aunque en su sentir más profundo temía encontrarse de golpe con un ente de papel.”
Reflexión sobre la lectura
Me sucede que siempre que entro a una casa donde no hay libros vuelvo a asombrarme. No todos somos lectores, desde luego, pero me resulta difícil entender cómo una familia puede sobrevivir sin una biblioteca, por más pequeña que ésta sea. Cómo hay gente que nunca ha descubierto el goce que puede proporcionar la lectura.
[Carmen Vincenti]
¿Cuánto compartimos de esta reflexión? A mí me ha pasado más de una vez -fijarme en si hay libros- y conozco a una persona muy cercana que cuando llega a una casa por primera a vez busca con la mirada lo mismo. Si no hay, malo, creo, o por lo menos para mí.
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