Un hatajo de rufianes y la jodida mariposa
La propuesta de dedicar las arcas de los Estados a salvar la crisis financiera provocada por una caterva de sinvergüenzas es una operación, cuando menos, hipócrita. El 'efecto mariposa', al final, golpea a los mismos
JOSÉ MARÍA IZQUIERDO 29/09/2008
José K. está de muy mal humor. Ha soportado con dificultad el progresivo e imparable avance mundial de tanto y tanto dirigente político ultraliberal, feroces enemigos de la presencia del Estado en la vida económica, encarnizados defensores de que sean los mercados quienes regulen la actividad financiera. Se ciscaban en el Estado del bienestar, esa antigualla, y desmantelaban con saña la sanidad o la enseñanza pública, el último reducto de los más desfavorecidos para curar un forúnculo o poder hacer el bachillerato. Contaban, además, con la complacencia, e imprescindible colaboración para el delito, de todos y cada uno de los gurús financieros y organismos internacionales, encargados, qué risa, de prever estas situaciones o vigilar y controlar el buen funcionamiento de los mercados. Ni Alan Greenspan ni Rodrigo Rato previeron ni vigilaron nada. Es más: José K. está convencido de que son ellos los culpables de haber construido ese mundo falaz e imposible que ahora se ha derrumbado.
¿Pero de verdad se ha derrumbado para todos? No lo cree nuestro amigo. Washington y los bancos centrales, es decir, los guardianes o hacedores de aquel mundo -que José K. ya no lo sabe- se han volcado en masa para salvar a las pobrecitas, ay, entidades financieras. Qué lástima Lehman, llora José K., qué pena tan grande Merrill, cómo viviremos sin AIG, clama nuestro buen amigo. Desde su punto de vista, ve con claridad el panorama: una caterva de impúdicos políticos salva la cara a una pandilla de sinvergüenzas. Aunque todavía le ronda un oscuro pensamiento que no acaba de dominar. Y es que lleva días mosqueado con una jodida mariposa que le dice lo siguiente: unos banqueros mamarrachos de Wisconsin u Omaha jugaron a una cosa que decidieron llamar subprime, y como consecuencia de ello, Paco García Pérez, carpintero y primo segundo de la vecina de José K., se ha quedado sin su empleo en Vallecas. [+]
Esto de la crisis va a una velocidad de vértigo. Ahora resulta que los conservadores no aceptan esto del “socialismo para ricos”, Europa sufre las consecuencias de la marejada más de lo que nos habían dicho, Sarkozy habla de capitalismo ético –que alguien lo explique-. En fin temo acostarme porque posiblemente mañana cuando amanezca temo oír que volvemos al trueque porque el dinero lo engullido esta maquinaria de fabricar deudas.
Para terminar recomendable el artículo aparecido en El País, hoy lunes 29 y firmado por José María Izquierdo. Por primera vez oigo algunos calificativos plenamente aplicables como rufianes o sinvergüenzas. Espero que les resulte intereante.
También me he permitido incluir la visión que se tiene de la crisis desde el otro lado del mundo. Página 12 incluye un artículo de interés firmado por Enrique Martínez, con un título sugerente: “Expertos en socializar pérdidas”. Muy propio de este capitalismo y de los gobiernos que lo defienden a ultranza.
Expertos en socializar las pérdidas
Por Enrique Martínez *
Quienes creemos que es necesario acceder a una sociedad más justa, contamos con un flanco débil en relación con quienes construyen y disfrutan la inequidad. Estos últimos no necesitan esforzarse para ser coherentes. Les basta poner en un altar al “dios dinero” y considerar como fin supremo la búsqueda del lucro, reclamando que nadie se interponga, tampoco el Estado. En cambio, nosotros tendemos a redefinir el camino a partir de cada crisis, asignando a los problemas causas distintas, lo que muestra que no tenemos claras las razones fundamentales.
La evolución natural del capitalismo tiene incorporada ciclos y crisis, que confirman y consolidan hasta el hartazgo una característica que afecta nuestras vidas: la concentración de poder económico como un hecho inexorable.
El actual vendaval financiero mundial nos da una nueva oportunidad para reflexionar y entender dos efectos igualmente graves que se derivan de esa concentración:
- Genera una desigualdad distributiva y de oportunidades, donde los perdedores no solo tienen menos. Muchas veces no tienen nada.
- Concentra excedentes en pocas manos, que en lugar de aplicarse a la producción se derivan a casinos financieros más y más sofisticados.
Me parece importante entender que todas las crisis financieras globales tienen el mismo origen: la disponibilidad de enormes masas de dinero que se tratan como mercancía, en lugar de ser un simple medio de pago. Esas masas voladoras especulan contra la paridad cambiaria en el mundo desarrollado (la libra esterlina lo sufrió varias veces); con préstamos fáciles y caros a la periferia (México, Argentina, Indonesia y tantos otros países); con el petróleo, los metales y ahora los granos; con las fusiones y cierres de corporaciones del Norte, con las hipotecas inmobiliarias. La lógica es siempre la misma: armar el casino y ser banca, mientras se pueda, para después pedir ayuda a los Estados del mundo central. [+]
Los datos de Wall Street son alarmantes, mañana puede ocurrir lo que no está en los escritos.