sábado, 25 de octubre de 2008

NO DISPAREN AL PERIODISTA


El pasado siete de octubre se cumplieron dos años del asesinato de la periodista rusa Anna Politkóvskaya. En la puerta de su casa cayó abatida por los disparos de no se sabe quien, pero se intuye, y así se apagó la voz que puso al descubierto la política represora y genocida en Chechenia, pues en sus más de cuarenta visitas a esta pequeña república en la vivió situaciones y recogió testimonios que su narración deja perplejo a cualquier lector. Anna señalaba tres razones fundamentales para poner en cuarentena a Putin: su práctica de un racismo casi invisible, muy propio del siglo XXI y que de forma sibilina va calando cada vez más entre la población que vuelca sus problemas con los no iguales; la política de permanente tensión que evita la resolución de conflictos mediante soluciones pacíficas y dialogadas y por último en la política seguida para la resolución de conflictos, que tiene poco que ver con un modelo de respeto de derechos individuales. La justicia sumaria, sin contemplaciones es lo que hizo famosa su frase: “cargarse a los terroristas en los meaderos”, así no se puede creer en la justicia tal y como se concibe desde el respeto de los derechos de los individuos.

Si Anna hubiese sido la última periodistas asesinada, le hubiese correspondido ostentar tan triste privilegio, pero es peor el reconocer que la lista de periodistas asesinados ha seguido creciendo y son el blanco de quienes pretenden silenciar la voz de los oprimidos, sojuzgados, en definitiva de quienes están condenados a ser invisibles. Reporteros Sin Fronteras [RSF] tiene en su página la triste reseña de datos y nombres de quienes pierden la libertad o la vida actuando como los ojos y la voz de la sociedad que demanda transparencia.

Uno de los últimos episodios es el asesinato el pasado jueves de dos periodistas en Croacia, país que si algo lo caracteriza es la corrupción galopante y de forma inherente a esa corrupción es el crimen y la violencia organizada. Los restos del conflicto que vivió, o que vive todavía, pero por otros medios le aleja, cada vez más de entrar en la Unión Europea.

En fin, que eso de ser periodista es mucho más que lo que pretenden algunos cuando opinan en una columna en las hojas parroquiales locales y pontifican desde su púlpito particular. A estos junta-letras un día se les vendrá el palo del sombrajo cuando descubran que ese espacio lo ocupan porque no hay publicidad, por ejemplo.






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