viernes, 10 de octubre de 2008

DOÑA MILAGROS: EMPRESA DE DEMOLICIÓN




Uno pensaba que en esto de la enseñanza pública lo habíamos visto todo, que la capacidad de asombro había cubierto todas las expectativas y nada nos podía sorprender después de tantos años en esta “empresa” –Consejería de Educación- pero no, cada vez que doña Milagros piensa, cree que lo hace, nos sorprende con una cosa nueva y esta vez es la campaña de promoción sobre la calidad educativa, de lo bien que lo hacen y de lo importante que es su labor. Se olvida doña Milagros que todavía el Ciclo Superior de Lenguaje de Signos no ha comenzado porque no se han contratado los profesores, que hay centros donde faltan profesores desde comienzo de curso y no se han hecho las debidas sustituciones, que los libros de texto para primero y segundo de la Enseñanza Secundaria Obligatoria [ESO]

Todavía no se han entregado y ya octubre va caminando (recuerden la campaña de gratuidad de los libros de texto, tan publicitada en la última campaña). En fin estas son algunas de las medidas de “calidad” para acabar con la enseñanza pública. Doña Milagros y su equipo son como una empresa de demolición cuyo objetivo es acabar con este edificio que tanto ha costado levantar y donde se ponen tantas ilusiones, algunos. Otra legislatura y los centros públicos de enseñanza se podrán dedicar a almacenes.


PD.- Se le ve contenta. No la máquina, a doña Milagros con su traje festivo. Piensa: "Con la enseñanza pública acabo yo en un periquete"



1 comentario:

  1. Otra vez el mismo otoño

    ME INCORPORO A ESTE OTOÑO con el pulso cansado, arrastrando la memoria de otros otoños anteriores, presintiendo el frío que ha de llegar pronto para entorpecer las tardes y esconderme tras sus nubes esta luna de hoy que crece y crece.
    Me incorporo incrédula a la rutina de vivir en la rutina, vestida de hastío, con la mirada puesta en otro sitio. Acostumbrada ya a jugar al escondite, me guardo mi puñado de sueños en los bolsillos y saco el dni para presentarme a los extraños.
    Buenos días. Aquí, a día de hoy, la actualidad sigue siendo ese gran burdel que cada uno visita cuando quiere. Y como para gustos siempre han estado los colores, fulanito habla de la crisis mundial que nos fulmina como un rayo profético que descarga su ira en dosis letales y semanas negras, mientras menganito discurre sobre la inmoralidad de arrendar el Auditorio para celebraciones de alta alcurnia y personajes siempre bien apellidados que sin embargo luego se avergüenzan y fingen una sencillez que les va grande. Y en medio, toda una lista de candidatas a llevarse el premio a la peor noticia de la semana, debidamente aderezadas con sentencias y frases lapidarias que, a estas alturas, francamente sobran.
    Por ejemplo, eso de que la ley esta hecha para que todos la cumplamos por igual es mentira. Por mucho que algunos la repitan una y mil veces, como el niño repite en su castigo la lección que nunca ha de aprenderse.
    Lo de Cho Vito fue tan triste...
    Fue triste ver casi en directo por la tele (que para eso está, para vivir las cosas sin que nos manchemos la ropa o nos salpiquen las entrañas) cómo las fuerzas del orden (cada vez me dan más miedo) desalojaban a sus vecinos como delincuentes y las palas destruían sin pudor los recuerdos de un pueblo ya fantasma. Fue tan triste ver la tristeza ajena. Tan lamentable sobre todo la soledad de estos hombres y mujeres que esperaban que la indignación de una isla o de una parte de ella estuviera al menos acompañando su desgracia...
    Y aunque no sirve de nada recordar lo que ya todos sabemos, por la ventanilla del coche puedo apreciar este paisaje costero inundado de casas que se mantienen en pie precisamente porque la ley no es la misma. No lo es. Porque tal vez la cosa tenga que ver con los pronombres, y se altere el sentido cuando en vez de decir "tu casa" digo "la mía".
    Perdonen, pero me asalta inevitablemente la melancolía (la mía) en este otoño que se inicia nuevamente, sin ganas y sin los ojos azules de Paul Newman.


    SILVIA CURBELO PRIETO

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