DESDE EL PROXIMO MIERCOLES, PAGINAI12 PUBLICARA, GRATIS, LA TRILOGIA MEMORIA DEL FUEGO
Textos para volver a leer la historia
La emblemática trilogía de Eduardo Galeano saldrá en fascículos semanales coleccionables ilustrados por Luis Felipe Noé. A través de pequeñas viñetas y misceláneas, el escritor uruguayo propone un relato no convencional de la América profunda.
Por Silvina Friera
“Yo no quise escribir una obra objetiva. Ni quise ni podría”, dice Galeano.
A Eduardo Galeano se lo lee con pasión. No hay otro modo de respirar esa prosa pulida, esa bellísima desnudez de sus textos que cabalgan a rienda corta. Cada palabra tiene su peso, su sabor, su aroma y su música. Cuando el lector comienza a galopar por el vasto territorio narrativo del escritor y periodista uruguayo, escucha la tensión y el jadeo de una voz, incisiva y militante, que se compromete con la genealogía de América latina. “Yo no quise escribir una obra objetiva. Ni quise ni podría. Nada tiene de neutral este relato de la historia. Incapaz de distancia, tomo partido: lo confieso y no me arrepiento. Sin embargo, cada fragmento de este vasto mosaico se apoya sobre una sólida base documental. Cuanto aquí cuento, ha ocurrido; aunque yo lo cuento a mi modo y manera”, señala Galeano en el prólogo de la trilogía Memoria del fuego, que PáginaI12 publicará gratis desde el próximo miércoles en fascículos semanales coleccionables ilustrados por Luis Felipe Noé.
Sólo un “pésimo estudiante de historia”, como se define Galeano, pudo reescribir, en un épico trabajo de recreación literaria, la historia del continente a través de retazos, pequeñas viñetas y misceláneas brevísimas. “A lo largo de los siglos, América latina no sólo ha sufrido el despojo del oro y de la plata, del salitre y del caucho, del cobre y del petróleo: también ha sufrido la usurpación de la memoria. Desde temprano ha sido condenada a la amnesia por quienes le han impedido ser. La historia oficial latinoamericana se reduce a un desfile militar de próceres con uniformes recién salidos de la tintorería”, advierte el columnista de PáginaI12. Con esta reescritura, tan necesaria como ineludible, el escritor uruguayo, como un Prometeo rioplatense, le insufló ese hálito de vida que le faltaba a la historia, fosilizada y traicionada en alambicados textos académicos, sepultada bajo el bronce de las estatuas y el mármol de los monumentos. Y así sacó del Museo de Cera y de la Región de los Muertos nuestro pasado, para desplegar los distintos acontecimientos que fueron marcando el devenir de los pueblos americanos, desde una óptica americanista y crítica, la única que podía aceitar los músculos de esa memoria tan estática como silenciada. [+]
24 de marzo de 1977 Buenos Aires
Walsh
Despacha una carta y varias copias. La carta original, a la Junta militar que gobierna la Argentina. Las copias, a las agencias extranjeras de prensa. Al cumplirse un año del golpe de Estado, está enviando algo así como un memorial de agravios, constancia de las infamias cometidas por un regimen que sólo puede balbucear el discurso de la muerte. Al pie, estampa su firma y documento (Rodolfo Walsh, C. I. 2845022). Sale de la oficina del Correo y a poco andar lo derriban a balazos y se lo llevan herido, sin regreso.
Su desnuda palabra era escandalosa donde el miedo manda. Su desnudadora palabra era peligrosa donde se baila el gran baile de disfraces.
11 de septiembre de 1973 Santiago de Chile
La trampa
Por valija diplomática llegan los verdes billetes que financian huelgas y sabotajes y cataratas de mentiras. Los empresarios paralizan a Chile y le niegan alimentos. No hay más mercado que el mercado negro. Largas colas hace la gente en busca de un paquete de cigarrillos o un kilo de azúcar; conseguir carne o aceite requiere un milagro de la Virgen María Santísima. La Democracia Cristiana y el diario «El Mercurio» dicen pestes del gobierno y exigen a gritos el cuartelazo redentor, que ya es hora de acabar con esta tiranía roja; les hacen eco otros diarios y revistas y radios y canales de televisión. Al gobierno le cuesta moverse; jueces y parlamentarios le ponen palos en las ruedas, mientras conspiran en los cuarteles los jefes militares que Allende cree leales.
En estos tiempos difíciles, los trabajadores están descubriendo los secretos de la economía.
Están aprendiendo que no es imposible producir sin patrones, ni abastecerse sin mercaderes. Pero la multitud obrera marcha sin armas, vacías las manos, por este camino de su libertad.
Desde el horizonte vienen unos cuantos buques de guerra de los Estados Unidos, y se exhiben ante las costas chilenas. Y el golpe militar, tan anunciado, ocurre.
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Santiago de Chile
Allende
Le gusta la buena vida. Varias veces ha dicho que no tiene pasta de apóstol ni condiciones para mártir. Pero también ha dicho que vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir.
Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen un avión para que se vaya de Chile.
Le advierten que el palacio presidencial será bombardeado por tierra y aire.
Junto a un puñado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el país. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla por radio, por última vez:
—Yo no voy a renunciar...
Para leer más [Memoria del Fuego I]
Para leer más [Memoria del fuego III]
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