Stefan Zweig (Viena, 1881 – Petrópolis, Brasil, 1942) dedicó los últimos esfuerzos de su vida antes de suicidarse a Montaigne autor de Los ensayos. Posiblemente esta obra de Zweig, inconclusa, tiene que ver con los momentos que se estaban viviendo, el apogeo de la segunda guerra mundial y la figura de Montaigne como pensador excepcional en su permanente esfuerzo por salvar su independencia en una sociedad cada vez más brutal y gregaria, algo tan vivo en aquel año de 1942.
El saber recibido es una carga para la memoria, no es una función del alma. “saber de memoria no es saber; es poseer lo que se ha guardado en esta facultad. No es importante saber la fecha de la batalla de Cartago según Livio y Plutarco, sino conocer el carácter de Escipión y de Aníbal, no el frío dato histórico, sino su contenido humano y psicológico. Así, el hombre maduro pondrá más tarde mala nota y a la vez dará una buena lección a sus maestros, los cuales no querían sino inculcarle reglas y datos. “nuestros maestros –dice en sus últimos años- deberían juzgar sólo el progreso que un alumno ha hecho de acuerdo con el testimonio de su vida, no mediante la simple memoria. Dejad que el joven examine y pase por el tamiz todo lo que lee y no acepte nada por la simple confianza, fe o autoridad. Deben presentársele las más diversas opiniones. Si es capaz, sabrá escoger; si no, permanecerá en la duda. Quien sigue a otro, no sigue nada, no encuentra nada, ni siquiera busca algo”.(pág. 43)
Stefan Zweig, Montaigne, Acantilado, 2008
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