Cada día que pasa se va descubriendo la podredumbre de quienes se han arrogado el derecho para torturar a sus semejantes. Afortunadamente hay personas que trabajan para que el olvido no cubra la ignominia de individuos e instituciones. Apoyemos todas las iniciativas que buscan el rescate de la memoria histórica.
Rastros de un pasado indeleble
Los responsables del mantenimiento del ex centro clandestino de detención descubrieron en una viga de hierro dos firmas de Horacio Domingo Maggio, un desaparecido que se fugó de la ESMA y luego fue recapturado.
Por Diego Martínez
Página 12; miércoles, 23 de julio de 2008
Treinta años después de su muerte, Horacio Domingo Maggio sigue dando batalla. El delegado bancario y militante montonero que en 1978 se fugó de la ESMA para denunciar ante el mundo las torturas y crímenes de la Armada en el corazón de Buenos Aires también dejó sus huellas en las vigas de hierro de la “Pecera”, un sector del Casino de Oficiales donde los marinos obligaban a trabajar a los secuestrados. Miembros del equipo de conservadores del Instituto Espacio para la Memoria, responsables del mantenimiento del ex centro clandestino, descubrieron a principios de mes dos inscripciones con su firma. En la primera se leen las últimas tres letras de su nombre, luego su apellido y la fecha “27/12/77”, cuando ya llevaba diez meses en cautiverio. En la segunda apuntó sus iniciales y “3/3/78”, dos semanas antes de su fuga.
Maggio nació el 5 de enero de 1948 en Santa Fe. Miembro de la comisión interna del banco provincial, su militancia comenzó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y, luego de la fusión de las dos organizaciones, continuó en Montoneros. Fue secuestrado en Santa Fe el 15 de febrero de 1977. Desde allí fue trasladado a la ESMA.
Jaime Dri lo había dado por muerto pero para su sorpresa volvió a verlo en la ESMA, luego de su secuestro, en diciembre de 1977. “Era de cuerpo pequeño y magro y tenía un rostro discepoliano, que adornaba con una sonrisa constante”, le describió Dri al periodista y diputado nacional Miguel Bonasso, que desmenuzó su relato en Recuerdos de la muerte.
–La tortura se aguanta. Te juro que se aguanta –le repetía el Nariz, como apodaban a Maggio. Dri relató que, lejos de comportarse como un condenado a muerte, parecía “un ser todopoderoso”, capaz de sembrar esperanzas en el contexto más horroroso.
–Hay que ganar, ¿entendés? Hay que ganarles la batalla –le explicaba Maggio a Dri, que meses después también logró burlar la inteligencia del capitán Jorge Acosta y fugarse de la ESMA.
El 17 de marzo de 1978, dos semanas después de escribir sus iniciales en la viga de la Pecera, le pidió permiso a uno de sus captores para ir al baño del Correo, adonde lo habían enviado, y logró fugarse. Durante los meses siguientes se dedicó a denunciar todo lo que vio y supo durante su cautiverio, a informar a las familias de los secuestrados dónde estaban sus seres queridos, y ni siquiera se privó de llamar a los marinos que lo habían torturado para insultarlos.
“Con los bolsillos llenos de cospeles y monedas, llamaba a sus verdugos, se identificaba, los insultaba y les preguntaba cuánta gente más habían matado desde que él no estaba en la ESMA. Y como una premonición, decía al teléfono: ‘Va a haber un Nuremberg para todos ustedes, asesinos’”, escribió Bonasso.
El testimonio de Maggio fue fundamental en varias causas judiciales, incluido el juicio de Italia contra los marinos de la ESMA. Maggio relató que en la ESMA conversó con las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, quienes le relataron el secuestro en la iglesia de la Santa Cruz, y tras varios días de tortura fueron trasladadas “no sé dónde”. También contó que Norma Arrostito había soportado “heroica y estoicamente durante más de un año de cautiverio la tortura y presión física y psíquica de los oficiales de la Marina” hasta que la inyectaron y murió en el Hospital Naval, según contó el Tigre Acosta a sus víctimas.
De boca del prefecto Gonzalo Sánchez, alias Chispa, hoy prófugo de la Justicia, supo los métodos de los marinos para deshacerse de los cadáveres. “Se les coloca una inyección (somnífero), se los envuelve en una lona y se los tira al mar”, escribió en abril de 1978. Poco antes del mundial de fútbol su testimonio recorrió el mundo gracias a una entrevista que le realizó el subdirector de la agencia Associated Press.
Convertido en objetivo prioritario para los militares, volvió a caer el 4 de octubre de 1978. Pero no lograron secuestrarlo con vida. Estaba desarmado pero se resistió a piedrazo limpio hasta que una patota del Ejército lo asesinó. Su cadáver fue trasladado a la ESMA, donde Acosta lo expuso como trofeo de guerra ante el resto de los cautivos. “El que lo imite va a terminar como él”, sonreía el Tigre. Un año después, el 11 de septiembre de 1979, fue secuestrada la esposa de Maggio, Norma Valentinuzzi, docente de 28 años que permanece desaparecida. Le sobreviven sus hijos Facundo y María Eva.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-108299-2008-07-23.html
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