jueves, 17 de julio de 2008

IMAGINACIÓN


Como tengo poca imaginación, y si la tengo no sé describir lo que imagino pienso que lo haría como Stefan Zweig, si supiera. Un recuerdo para la mujer sin rostro, pero con voz y palabra escrita.

…Cuando justo a mi espalda escuché a una mujer que se reía en voz alta, con aquella risa aguda y agitada que me gusta en las mujeres, aquella risa que surge tan ardiente y alterada de la floresta de la sensualidad. Volví la cabeza involuntariamente, estaba claro que quería ver a la mujer cuya escandalosa sensualidad me sacaba de modo tan insolente de mis despreocupadas ensoñaciones, como una fulgurante piedra blanca de un enmohecido cenagal…, pero me contuve. Un curioso gusto por el juego espiritual, como el que me invadía con frecuencia, que se complace en hacer pequeños experimentos psicológicos sin riesgo, hizo que me detuviera. No quería ver todavía a la que reía, me incitaba ocupar antes mi fantasía en una especie de placer previo, imaginándomela, poniendo alrededor de aquella risa un rostro, una boca, una garganta, una nuca, un pecho, toda una mujer viva, con aliento.

Era evidente que estaba justo detrás de mí. De la risa había vuelto a la conversación. Yo escuchaba tenso. Hablaba con un ligero acento húngaro, muy rápida y animadamente, dilatando las vocales como si cantara. Ahora me divertía componiendo una figura para aquellas palabras y dando a esta imagen fantástica el mayor realce y exuberancia posibles. Le puse cabello oscuro, ojos oscuros, una boca amplia, arqueada sensualmente con dientes fuertes muy blancos, una naricita muy delgada, pero con las ventanillas tiesas, abultadas y temblorosas. Sobre la mejilla izquierda le puse un lunar, en la mano le puse una fusta con la que golpeaba el muslo suavemente mientras reía. Siguió hablando más y más. Y cada una de sus palabras añadía a mi imagen fantástica, compuesta a la velocidad de un rayo, un nuevo detalle: un pecho esbelto y juvenil, un vestido verde oscuro con un broche de brillantes cruzado, un sombrero claro, con un adorno de plumas blancas. La imagen se hacía cada vez más precisa, y ya sentía a esta mujer extraña, que permanecía invisible a mi espalda, reflejada en mi pupila como en una placa sensible….(págs. 180-181)

[Extracto de un relato, Noche fantástica, de Stefan Zweig [1881-1942] contenido en La Noche Fantástica, El Acantilado, 2005]

[Terminé de transcribir este texto oyendo Just Like You de Michel Camilo]

La acuarela es de Irene Grau

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