Llevaba tiempo sin leer lo que podríamos llamar un “novelón”. No tiene un sentido peyorativo, ni mucho menos, me refiero a novelas con setecientas páginas o más, páginas en las que hay que mantener la tensión, el interés de manera que el lector tenga un doble deseo, contradictorio, seguir leyendo para ver el fin de la trama, y al mismo tiempo que no se acabe por lo que tiene de interés.
En esta ocasión mi “novelón”, el que me ha quitado el sueño las últimas noches ha sido The Company, una historia sobre la CIA, Robert Litell; Paidós/Alea, 2009. En 1149 páginas, para ser exactos, Litell hace un recorrido por la historia de la CIA desde los finales de los años cuarenta hasta media dos de los años noventa. La historia de “la compañía”, sus métodos, paranoias, sus topos, en fin todo lo que justificaba según sus servidores esta organización frente a su homónima en el otro bando, El KGB.
A Robert Litell hay que reconocerle como muy meritorio es que haga de su novela casi un texto de base histórica, porque se hace un recorrido por la Guerra Frías, sus protagonistas y hechos más significativos y todo esto contado de forma rigurosa, amena hasta casi la seducción. No puedes dejarla, quieres seguir página a página.
Los protagonistas, los buenos y los malos, sagas de espías que viven a través de ellos asistimos a los inicios del conflicto en Berlín, Budapest, el desembarco en Bahía Cochinos, el progresivo deterioro de la Unión Soviética, el ascenso de Yeltsin, Afganistán y la presencia rusa, en fin todo un recorrido por los conflictos que generó el enfrentamiento de las dos grandes potencias.
Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.
“Afganistán es un avispero –añadió mirando por encima de un cuenco lleno de algo que figuraba en la carta como chop suey-. Es un lugar donde puedes cambiar un Playboy por una botella de whisky escocés de quince años y jugarte el cuello si te ven durmiendo con pies hacia La Meca. En realidad, hay muchas guerras superpuestas en marcha: guerras étnicas; guerras de clanes; guerras tribales; guerras de narcotraficantes; guerras religiosas; los chiítas iraníes contra los suní afganos; los talibanes que estudian el Corán en sus madrazas de Pakistán contra los afganos que estudian en universidades extranjeras laicas; los tayikos de Masud contra todos los demás; wahabitas saudíes contra sunís iraquíes; capitalistas con “ce” minúscula contra comunistas con “ce” mayúscula y Pakistán contra la India.”
“-¿Qué es una Agencia Central de Inteligencia?
-¿Por qué lo preguntas?
-Mamá dice que es donde trabajas y que por eso pasa tanto tiempo en el extranjero.
Ebby miró a su alrededor. Las dos mujeres que podían oírlos estaban enfrascadas en una conversación junto a los ventanales.
-Trabajo para el gobierno norteamericano…
-¿No para esa cosa Central de Inteligencia?
Ebby tragó saliva.
-Escucha, tal vez sea mejor que hablemos en otro momento.
-Bueno, ¿y qué haces para el gobierno?
-Soy abogado…
-Eso ya lo sé.
-Hago trabajos legales en el Departamento de Estado.
-¿Demandas a la gente?
-No exactamente.
-Entonces, ¿qué haces?
-Ayudo a proteger a Estados Unidos de sus enemigos.
-¿Por qué tiene enemigos Estados Unidos?
-No todos los países piensan lo mismo sobre las cosas.
-¿Qué cosas?
-Cosas como la existencia de distintos partidos políticos, como los juicios justos y las elecciones libres, como la libertad de los periódicos para publicar lo que quieran, como el derecho de las personas a criticar al gobierno sin ir a la cárcel. Cosas así.
Manny reflexionó un momento.
-¿Sabes qué voy a hacer cuando sea mayor?
-¿Qué?
Entonces le dio la mano a su padre.
-Voy a proteger a Estados Unidos de sus enemigos, igual que tú… si queda alguno.
Ebby disimuló una sonrisa.
-No creo que se acaben los enemigos de momento, Manny”
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