El centro de investigaciones sociológicas [CIS] en su barómetro del mes de febrero coloca entre tras primeras preocupaciones de los españoles, las siguientes: en primer lugar, el paro; en segundo lugar los problemas de índole económico y en tercer lugar los partidos y la clase política. Quedan más atrás temas como educación, justicia, integración racial, algunas de las que presumiblemente, podrían ser objeto de una mayor atención de la ciudadanía.
Creo que las explicaciones se pueden hacer desde ópticas distintas, con tendencias y hasta cierto estrangulamiento de los números para que digan lo que deseamos oír en ellos. No es mi intención hacer un análisis de estos datos de forma exhaustiva y sólo centro mi reflexión en la preocupación de ocupa el tercer lugar para los españoles, no es que los otros problemas sean menores, pero ya hay especialistas que se encargan de su análisis.
En primer lugar esa preocupación de definida como la clase política y los partidos políticos tiene ciertos límites, muy flexibles porque están todos dentro, aunque los motivos de preocupación tienen rostro en la mayoría de los casos. Creo que la preocupación está en primer lugar en la corrupción, ya que son los casos más espectaculares, que significan una quiebra mayor de la confianza que usan quienes han accedido a algún puesto de responsabilidad pública y han hecho un uso perverso de esa confianza. No hace falta recordarlo, pero no se debe olvidar que quienes llegan a esos puestos de responsabilidad pública lo hacen en función de las promesas que se hacen, que sólo tienen el aval de la presunción de buena fe y buen hacer. No se alcanzan esos puestos mediante una prueba de selección o de un currículum profesional y personal. Lo dicho los electores confían con el aval de esa presunción.
Los partidos políticos han perdido peso porque se han convertido en la antesala de la carrera política. Así el primer paso es conseguir formar parte de los “cargos orgánicos” (siempre me ha gustado esta designación) del partido, meritar, eligiendo bien la sombra de protección porque de lo contrario ese trabajo de meritorio será baldío. Si se ha elegido bien, es decir buena sombra, se alcanzará un puesto en alguna lista electoral y si se entra lo que queda es aferrarse para no ser desbancado. Es malo generalizar, pero con esa mentalidad hay muchos meritorios. Vale y meritorias.
Otro problema que creo que quiebra la confianza de la ciudadanía es la banalización de la actividad y del mensaje de la clase política. Da la impresión que los mensajes que se lanzan permanentemente tienen que tener un formato propio del “lenguaje mitinero”, de arenga permanente y fustigando al opositor. Al receptor, al ciudadano, le queda poco espacio para valorar este tipo de mensaje porque suelen ser excluyentes, vacío y más apropiados para arrancar aplausos en el mitin más que la reflexión posterior.
Podríamos seguir analizando los mensajes recibidos y así poder entender la desafección que la ciudadanía cada día va acumulando frente a la clase política. En ese análisis cabría el mensaje lastimero/agraviado muy usado para desviar responsabilidades a terceros; el mensaje oxímoron en el que se quiere decir una cosa y la contraria, o el “revolucionario de salón”, también lo podemos denominar “estupidez soberana” practicado por Esperanza Aguirre, por ejemplo, cuando llama a la “insumisión” frente al pago del IVA. Se olvida que ella es Estado como presidenta de la comunidad de Madrid.
En fin, creo que lo que tiene de preocupante es que cada vez más la ciudadanía va perdiendo el interés por participar de forma activa en la vida política con el consiguiente alejamiento social y la consolidación de una clase/casta política cada vez más banal, más inocua y tremendamente alejada de la realidad social.
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