jueves, 21 de enero de 2010

UN AÑO Y UN DÍA

Lo que debería ser una gran celebración en el primer año de mandato del presidente Barack Obama se ha visto apagada por varios acontecimientos. Desde la campaña electoral que lo llevó a la Casa Blanca se crearon expectativas en todo el mundo, que si tuvieran dimensión física esas ilusiones no habría donde contenerlas. Su discurso era el abono necesario para esas ilusiones.

Lamentablemente el tiempo, muy poco ha transcurrido desde que tomó posesión, ha hecho que esas ilusiones se vayan desvaneciendo (iba a poner marchitando, pero suena cursi). En nombramientos anteriores los analistas afirman que el primer año significa un descenso en la popularidad del elegido, pero en el caso de Obama, al parece, como se arrancaba desde una posición muy ventajosa, el impacto se espera menor. ¿Qué ha sucedido? Buscar una explicación conociendo la realidad desde lejos y con los datos que se manejan filtrados por los medios no es la mejor manera de hacer un análisis, pero me atrevo a apuntar las siguientes reflexiones:

La primera decepción ha sido la falta de correspondencia entre la contundencia de su discurso por la defensa de los Derechos Humanos, prisión de Guantánamo, y las acciones tomadas después de su toma de posesión. ¿Hay una pérdida de interés? ¿Era un mensaje hipócrita y ajeno a una verdadera preocupación por la ausencia de garantías para los detenidos? Junto a las “prisiones anónimas”, Guantánamo es el icono, se une la escalda del conflicto en Afganistán que tuvo un inicio nefasto, pero ahora en sus manos se suma una nueva escalda y no hay visos que más tropas signifiquen una disminución del terrorismo de fundamento religioso, ni una democratización de ese país, mejor de esa zona, que comparte problemas similares.

De la gestión de la crisis financiera, ahora perece que los préstamos hechos a los banqueros que han practicado una economía de casino pueden ser recuperados y que se van a arbitrar una serie de reglas para el funcionamiento más transparente de ese mundo de las finanzas, que parece el lado oscuro de la Guerra de las Galaxias.

En política interior su proyecto estrella de la reforma de sistema sanitario se ha quedado en un proyecto muy alejado de la idea inicial, y el progresivo alejamiento se ha hecho en función de la necesidad de apoyos en el Congreso y Senado. Hay una parte importante de la sociedad norteamericana que no quiere socializar la sanidad, ni nada que se le parezca, así que ofrece un fuerte rechazo a este proyecto. Este rechazo se materializa en la pérdida del escaño de Massachusetts para el Senado, tradicionalmente demócrata, ahora en manos de un populista republicano extremadamente conservador. La tarta de aniversario llegó en mal estado.

En estas circunstancias las ilusiones se van disolviendo y Barack Obama no supo o no quiso calibrar una realidad cruda, pero hasta ahora insalvable: los poderes no democráticos, financieros, multinacionales, religiones, etc. condicionan el poder democrático emanando de las elecciones, y es algo que los candidatos tienen que tener en cuenta, pues las expectativas que se crean se frustran por su incapacidad para controlar esos poderes y la ciudadanía pierde la confianza en quienes la han depositado, así que sólo caben dos cosas, o moderar las expectativas, o embridar los poderes no democráticos. Espero que opten, los candidatos, por la segunda. Ah, se me olvidaba, que la contundencia en los mensajes electorales se mantenga en la acción de gobierno.

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