¿Quién no se ha indignado con los sueldos de los controladores aéreos estos días? Salvo ellos mismos y sus familiares más cercanos, me parece que el resto de los españoles lo ha hecho, sobre todo, creo, los millones de parado que ven cifras de escándalo.
Para echar más leña al fuego José Blanco, Ministro de Fomento, promete traer las cifras de escándalo de sus sueldos, horas extras, privilegios en atención médica y más cosas. Tiene mérito el ministro porque si los controladores tienen esos sueldos astronómicos no los tienen porque roben, porque hayan negociado el convenio colectivo con la otra parte volando y ellos en la torre de control y hayan dicho: ¿Qué quieren aterrizar? o hayan firmado bajo coacción, sino porque se les ha permitido. Todos los gobiernos, de uno y otro partido han ido consolidando el poder de este grupo de trabajadores hasta límites no conocidos en el resto de países. Insisto, el gobierno al que pertenece el señor Blanco, y el partido al que pertenece han sido partícipes de esta situación que él ahora critica con tanta vehemencia...
Aeropuertos españoles y navegación aérea, AENA, que depende del Ministerio de Fomento presenta unas cuentas en números no rojos, algo más, morados y no parece factible que el déficit de la mayoría de los aeropuertos esté en el gasto de los controladores, tiene que haber algo más en la gestión que lleva a ese estado de cuentas. Puede que haya que sanear muchas cosas, entre ellas, esos salarios, pero hay otras más que arreglar, por ejemplo las tasas aeroportuarias usadas como elemento de negociación política al margen que una gestión real, el mantenimiento de aeropuertos más por ser símbolos que por su real necesidad. Si miramos el mapa de instalaciones aeroportuarias veríamos que la concentración de las mismas en determinadas zonas del país puede ser cuestionada desde un punto de vista de operatividad, planteado de otra manera: ¿Hay exceso de aeropuertos en determinadas zonas del país? Que los expertos digan, mientras que los controladores, como los neurocirujanos o los cirujanos vasculares sigan concentrados en su trabajo y que ni un ministro lo distraiga ni un segundo de su ocupación.
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