miércoles, 20 de enero de 2010

PALABRAS QUE HIEREN Y PLUMAS

Ayer vi la película “LA Duda” (Doubot), 2008 del director John Patrick Shanley, que también es autor de la obra de teatro que procede y el guión. El encanto de la película es la soberbia interpretación de actores como Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, en los papeles protagonistas, o Amy Adams, Viola Davis como actrices secundarias.

No les voy a comentar más la película, muy recomendable, sino una secuencia en la cura (Philip Seymour Hoffman) cuenta una historia. Les garantizo que no se rompe la magia de ver la película y, además, cuento la historia en una adaptación de la misma. La historia es así:

“Dos personas estaban cotilleando, muy aficionadas a ese “deporte”, fieramente de una tercera y de ella decían todo y más. Una de las “deportistas”, muy católica, esa noche tuvo una pesadilla, en la que una mano gigantesca la señalaba mientras caminaba por la calle, con lo que era objeto de todas las miradas del vecindario. Alarmada por la pesadilla fue al día siguiente a ver a su párroco y confesar por si había causado mal con su acción. El párroco, que conocía su debilidad por los cotilleos la escuchó, mientras ella le relataba lo soñado:

-Anoche tuve una pesadilla espantosa en la que me sentía señalada por una mano gigantesca por la calle. ¿Cree usted qué era la mano de Dios, y que me señalaba porque había estado hablando de…? Sí, sin dudarlo, le respondió el párroco y has hecho mal. Esa persona arrepentida le pido al párroco la absolución de ese pecado con el propósito de enmienda, que ya había verbalizado en más de una ocasión.

El párroco, como conocía bien a esa persona y ya le había oído proclamar ese propósito de enmienda en más de una ocasión, le contestó:

-No antes de la absolución tienes que ir a tu casa, coger una almohada, un cuchillo, subir a la azotea y destripa la almohada, luego vuelve.

No entendió, pero como era el párroco, su párroco de siempre, quien le hacía esa extraña petición, la cumplió sin decir palabra. Una vez cumplido el requisito impuesto volvió al confesionario en busca de la tranquilidad de espíritu que da la absolución. Le contó al párroco que había ejecutado escrupulosamente lo que le había pedido, seguía sin entenderlo, pero…. El párroco le preguntó:

-¿Qué viste?

-¿Qué vi? Reflexionó unos instantes y contestó: -muchas plumas volando que el viento las esparcía por todas partes. El párroco le dijo: - bueno, ahora las recoges y las colocas de nuevo en la almohada.

-¡Imposible! El viento se las ha llevado lejos, no sé dónde estarán ahora.

El cura al oír le dijo: -Igual que tus palabras, las que has usado para cotillear de…

Pongamos que esta historia cuando la oí, pensé en… Bueno cada uno tendrá a quien dedicársela.

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