jueves, 1 de mayo de 2008


Pues como estoy de acuerdo con lo que escribe Antonio Martinón me permito la libertad de transcribir el texto aparecido en el Diario de Avisos y que puede ayudar a reflexionar a las autoridades de este gobierno autonómico que de una vez por todas tiene que terminar con el conflicto de la enseñanza pública, que deberían defender.
ANTONIO MARTINÓN CEJAS
Los profesores y la educación en Canarias (Diario de Avisos 30/04/2008)

Miro con escepticismo una publicidad en la que se anima a leer. La firma el Gobierno de Canarias, que me parece poco aficionado a los libros y que limita su relación con el mundo de la Cultura al inevitable encuentro en los actos institucionales y al patrocinio de macroconciertos. El Presidente de este Gobierno opone la universidad de la vida a la otra, a la académica, la de los alumnos y profesores, la del estudio y la investigación, a la que considera cosa de poca monta, ignorando que las sociedades modernas progresan porque la primera, la de la vida, se nutre cada vez más, por fortuna, de la segunda.
Cuesta creerlo, pero es así: hay gobiernos que no tienen aprecio por la educación. No entienden que es la base sobre la que se debe construir cualquier proyecto para el futuro de la comunidad, de sus individuos. No comprenden que el deber de buen gobernante conduce a tomarse en serio la enseñanza, desde la preescolar hasta la universitaria.
Canarias está a la cola de España en educación. Así lo señalan muchos de los indicadores. La situación exige una mejora sin aplazamientos. Pasa el tiempo y el Gobierno de las Islas no aborda con determinación el problema del elevado fracaso escolar, la clamorosa insuficiencia de medios para atender la diversidad en el aula, la ausencia de instrumentos que aseguren el aprendizaje de los alumnos que lo desean...
Por el contrario, en Canarias llevamos ya demasiados meses de conflicto educativo. El Gobierno, a través de su poderoso aparato de propaganda, ha conseguido en este tiempo que cierta parte de los canarios comiencen a mirar con recelo a los profesores. Hay gobiernos que no entienden que a los enseñantes se les ha encomendado la más hermosa de las misiones que una sociedad asigna a sus miembros. Se les ha encargado la educación, la formación y el aprendizaje de los niños y jóvenes, aunque no en exclusiva, pues hay una responsabilidad indelegable de las familias.Los profesores necesitan sentir el aprecio de la sociedad por su trabajo. Corrijo la frase: a la sociedad le conviene que los profesores sientan el aprecio por su trabajo. Estoy pensando en los enseñantes de Educación Primaria y Educación Secundaria, de colegios y de institutos. Especialmente en momentos como los que ahora vivimos en los que hay padres que no han comprendido la necesidad de respetar la figura del profesor para la buena educación de sus hijos. Parece que hay que recordar lo obvio: los profesores también son trabajadores, con sus peculiares y muy justificadas condiciones de trabajo. Hace años consiguieron que se les pagara como a los demás funcionarios. Con el tiempo lo que cobran se ha ido quedando atrás y desean que de nuevo se equiparen sus sueldos con los de los otros empleados públicos del mismo nivel. Se trata de una petición justa y razonable. Que debe ser atendida sin pedir nada a cambio, porque ya están dando todo lo que tienen que dar. Se alega en contra que los profesores son muchos y una pequeña cantidad para cada uno supone un gasto muy elevado. La idea, desde luego, es correcta, pero también perversa. Así, se está diciendo que a los colectivos numerosos (educación, sanidad, ejército, policía...) hay que pagarles poco para no aumentar en exceso el gasto público.
Pero además, detrás de ese pensamiento se acurruca otra opinión, que no se atreven a decir en alto: a los colectivos pequeños se les puede subir el sueldo lo que sea, no importa la cantidad, pues a fin de cuentas siempre representará poco dinero. Estos días se ha conocido el pintoresco sistema de retribuciones del Parlamento de Canarias. Los diputados que tienen dedicación exclusiva cobran un sueldo, que han visto aumentado de forma muy apreciable, pero también cobran por asistencia a reuniones, incluso se da la circunstancia casi increíble de que algunos ¡cobran una cantidad cada día que van a sus despachos! ¡Qué diría el Gobierno si los profesores pidieran, además de su sueldo, un dinerito cada vez que entraran en el aula!
A los profesores se les debe pedir una dedicación y entrega acorde con su alta misión. La sociedad debe ser exigente con sus enseñantes, pues mucho depende de su buen trabajo, de su habilidad en el aula, de su profesionalidad. La gran mayoría de los que he conocido, que han sido muchos, son profesionales entregados a su tarea. Pero no se les puede responsabilizar por el funcionamiento global del sistema educativo, cuyas líneas maestras son trazadas por las autoridades educativas.
Hace años leí la carta que Albert Camus, al conocer la noticia de haber recibido el premio Nobel, envió a Louis Germain, el maestro que cuando él tenía diez años tuvo que emplearse a fondo para convencer a la familia de que el niño Albert debería continuar sus estudios e ir al instituto, el profesor que luego siempre estuvo atento a sus avatares en la vida. Le decía Camus: "Cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiera sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido". Aún leo emocionado este homenaje del gran escritor a su maestro. Seguramente nuestras escuelas no estarán llenas de niños como aquel Albert, pero sí creo que están rebosantes de maestros Germain, que dan todo lo mejor de sí mismos para lograr el milagro cotidiano de la educación.
Como el Gobierno de Canarias no lo dice, tengo yo necesidad de hacerlo. A los profesores de Primaria y Secundaria: gracias por la entrega, por el coraje de entrar con ganas todos los días al aula, por educar y formar a los más jóvenes, por haberlo hecho con mis hijos y hacerlo ahora con mis nietos, por mantener el orgullo de la profesión más hermosa, por aceptar con naturalidad las ingratitudes inevitables, y también por sentirse trabajadores como tantos otros. Gracias, muchas gracias.
Acabo con una petición a mis colegas docentes: que ninguna de las protestas, legítimas y justas, deteriore la enseñanza. Los que apoyamos la escuela pública debemos extremar nuestros cuidados, pues necesita todas las atenciones que seamos capaces de prestarle. Hay que evitar a toda costa hacer daño a los alumnos, a los de hoy y a los de mañana. No podemos dejar de ser maestros y profesores, en ningún momento.