Igual la mentira política es una necesidad de quienes ejercen cargos públicos y yo no me había percatado de ello. También puede que no haya caído que los incumplimientos de las promesas hechas son pequeñas banalidades y que se hacen por intereses superiores que sólo alcanzan a entender quienes practican el arte de la política en cargos públicos.
En fin, creo que la ética del poder obliga a no acudir a los caminos tortuosos, ni a la mentira, que no las hay piadosas, para que la ciudadanía recupere la confianza que poco a poco se ido diluyendo porque las prácticas de muchos cargos públicos se convierte en literatura de autos judiciales.
Jonathan Swift se aplica y nos presenta una teoría sobre el origen de la mentira política. Espero que haga reflexionar a quienes hacen de ella su forma de actuar.
“La mentira política puede nacer a veces de la cabeza de un político derrotado y luego ser entregada a la chusma para que la cuide y la mime. Otras veces nace deforme y se perfecciona con lametazos. También puede venir al mundo completamente hecha y las lengüetadas la echan a perder. A menudo, suele nacer niña y precisa tiempo para crecer, pero también puede ver la luz hecha mujer para luego ir apagándose poco a poco. Puede ser de noble cuna mas también puede ser prole del especulador; en ese caso, se desgañita al romper aguas; en el otro, llega como un susurro. Sé de una mentira cuyo ruido molesta a medio reino y que, aun siendo ahora demasiado orgullosa y grande para reconocer su paternidad, nació como cuchicheo. Para concluir sobre la natividad del monstruo: cuando viene al mundo sin aguijón, nace muerto; y cuando pierde el aguijón, muere”.
THE EXAMINER, nº XIV
Jueves, 9 de noviembre de 1710
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