Puede que hayan visto la luz las últimas páginas en las que estuvo trabajando Guillermo Cabrera Infante, [1929-2005]. Cuerpos divinos, Galaxia Gutenberg, 2010 es una crónica de los momentos que rodean la marcha de Fulgencio Batista y el triunfo de la revolución cubana. Cabrera Infante con la agilidad, el tono sarcástico y claras rotundas descripciones de personas y hechos nos presenta estos momentos cruciales en la historia de Cuba.
La posición privilegiada, no porque forme parte del poder y de la revolución, pero como circula entre la intelectualidad de la capital, su condición de periodista y crítico cultural, asimismo su cercanía con los revolucionarios le da ese privilegio de observador múltiple, de varias caras de la realidad, al tiempo que describe la sociedad habanera, mejor la sociedad que vive la noche caribeña y aprovecha para contar sus escarceos amorosos, en algunos casos casi como un “asalta cunas”, pues sus líos con menores no los oculta en su autobiografía y ponen un serio borrón en su vida. Desde mi óptica, claro.
Esperaba esta publicación desde que me enteré que había dejado algunos textos sin publicar y como todo lo que he leído es muy sugerente, interesante y recomendable, así que me atrevo a sugerirles la lectura de Cuerpos divinos o de cualquiera de las obras de Cabrera Infante, aficionado a la música, el cine y a fumar habanos. En 2005 perdimos algo importante.
Les dejo con algunos párrafos de Cuerpos divinos. Que los disfruten
“El fin llegó como un anticlímax. Estaba todavía leyendo cuando sonó el teléfono. Me levanté y fui hasta la sala a descolgarlo. Era Adriano.
-Oye –me dijo-, parece que efectivamente pasaba algo, como presagió Celia.
Solamente Adriano era capaz de decir “presagio” a la una de la mañana
-¿Qué pasa?
-Parece que el hombre se ha ido. –Adriano había decidido, ahora, ser críptico y cauteloso.
-¿Qué hombre?
-El Hombre, Batista. Me lo han dicho de buena tinta.
Yo no lo podía creer.
-Seguro que es una bola.
-¿Por qué no llamas a Ortega a ver si como director sabe algo?
Adriano no podía evitar ser irónico, aun en ese momento.
-Está bien, voy a llamarlo enseguida.
Llamé y me salió Ortega al instante.
-Oiga, Ortega, ¿es verdad el rumor que circula de que Batista se fue?
-Sí, sí, sí –dijo Ortega muy excitado, su pronunciación española haciéndose más cerrada-. Me acaba de llamar Miguel para decirme que se ha ido. Estoy esperando una llamada para confirmar cómo ha ido la fuga.
-Bueno, gracias –fue todo lo que pude decir y colgué.
Me detuve un momento junto al teléfono decidiendo si llamar a Adriano o no: decidí despertar primero a mi familia. Me fui al cuarto de mi hermano y lo toqué por el hombro: no se había despertado con el teléfono, pero ahora se despertó.
-Óyeme, me acaba de decir Ortega que se ha ido Batista.
Ya desde su cuarto venía mi madre y lo oyó.
-¡No me digas! –dijo y ya no quedaba en ella nada de la antigua simpatía de los viejos comunistas por el Batista que conocieron a finales de los treinta. Mi padre se levantó y soltó esa exclamación tan cubana:
-¡ya tu sabes! [ob. Cit. págs. 435-436]
Me hubiera gustado que el libro se centrara más en el trasfondo político y menos en las relaciones y escarceos del autor. Aun así, muy buen libro!
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Saludos.
Gracias por dedicar parte de tu tiempo a la lectura de estas reflexiones. Un saludo
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