Entre las cosas que he leído últimamente me ha llamado mucho la atención, Recuerdos de este fusilero. Benjamín Harris; Reino de Ronda, 2008. Benjamín Harris (1781-1858), zapatero queda enrolado en el 95º Regimiento de fusileros, regimiento que formaba parte del ejército de Lord Wellington, que participó activamente en la Guerra de Independencia española en los años 1808-09. En Inglaterra era más conocida como la Guerra Peninsular, y en sentido más extenso este episodio en la Península forma parte de las Guerras Napoleónicas.
Harris, analfabeto, contó sus experiencias en el ejército, su vida como artesano que con su oficio de zapatero no podía salir de la pobreza a un capitán retirado, su amanuense que es quien le daría forma de relato, y lo que ha llegado hasta nosotros. No conozco nada aparecido, por su contenido, por la óptica desde la que se visualiza el conflicto bélico, por las razones por las que se lucha, el patriotismo… no olvidemos que es un soldado raso, fusilero, que viene a ser la punta de lanza, la avanzadilla al entrar en la batalla; además de zapatero de su regimiento, lo que le da un papel significativo dentro de la unidad.
La dureza de las marchas a pie acompañadas de una alimentación escasa, lo pesado del equipo, la estricta disciplina, arbitraria en muchos casos, las descripciones y detalles que narra en los momentos en los que entra en combate, lo que siente cuando ver caer a sus compañeros son el núcleo del relato. Este conjunto de vivencias que se caracterizan por el sufrimiento tienen un soporte que va más allá de la supervivencia y es una especie de patriotismo del que echa mano, o mejor echan mano quienes como él están enfrascados en un conflicto sin tener todas las claves del mismo. Sólo ese patriotismo y el instinto de supervivencia pueden explicar la superación de los acontecimientos que vive.
No busquen en el texto de Harris estrategias militares o explicaciones política a los conflictos en los que participa, los británicos luchando contra los franceses en la Península, no busquen nada de esto porque no lo encontrarán, sólo leerán lo que podríamos llamar la “épica del pequeño”, del que tiene que sobrevivir en lo cotidiano, el comer, el esconder la cabeza para que no se la vuelen de un disparo, el llevar un equipo incómodo y muy pesado que continuamente pone a prueba su capacidad de sufrimiento en marchas extenuantes. Recomendable. Les dejo con algunos párrafos, que espero sean interesantes.
«Los Fusileros siempre éramos los primeros en desembarcar, porque, de hecho, siempre formábamos la vanguardia al avanzar y la retaguardia en las retiradas. Como los antiguos nativos de Kent, exigíamos por derecho el puesto de honor en el campo de batalla. [...] Ni el calor del ardiente sol, ni las largas millas, ni las pesadas mochilas, pudieron domeñar nuestro ardor.
[...] Era una visión gloriosa la de nuestras banderas desplegadas al viento en aquellos campos. Los soldados parecían invencibles: nada, pensaba yo, hubiese podido derrotarlos. Con decir que, nada más que en los Fusileros, contábamos con algunos de los hombres más duros que hubiesen luchado nunca bajo el sol ardiente en tierra enemiga. Pero viví para ver cómo las penalidades y la fatiga acababan con cientos de ellos antes de que hubiesen pasado unas pocas semanas.
[...] En la retirada de Salamanca recuerdo haber visto caer a muchos hombres. Entonces se trataba ya prácticamente de un “sálvese quien pueda”. Aquellos cuyas fuerzas empezaban a fallarles no miraban ni a izquierda ni a derecha, sino que, con los ojos vidriosos, seguían adelante, tambaleándose, como buenamente podían.
[...] Tras la desastrosa retirada a La Coruña, los Fusileros habíamos quedado reducidos a una sombra enfermiza, si se me permite el término. Mi compañía, de cerca de un centenar de hombres, no contaba ya sino tres.»
Del texto de BENJAMIN HARRIS
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