Pues sí, ya han pasado cuarenta años y un día. Suena como las sentencias que hemos oído en las películas. Cuarenta años y un día han transcurrido desde que el hombre puso un pie en la luna, y todos los medios de comunicación han hecho un alarde, un esfuerzo para recordar tal acontecimiento, incluso los “negacionistas” han desgranado sus argumentos a favor de su tesis. Jesús Hermida y Cirilo Rodríguez han vuelto a prestar sus voces para acercarnos aquel momento. La pena es que la voz de América, Walter Conkrite (el hombre que no tuvo palabras para narrar el hecho y sólo pudo emitir una exclamación), no llegara a ver este cuadragésimo aniversario.
La historia del alunizaje también ha servido para que las personas que lo vivieron, en aquel entonces tenía quince años cumplidos cinco días antes, hagan de esa efemérides un hito importante y recuerden el día con una precisión y con una cantidad de detalles que casi asustan, porque dan a entender que cuentan con una memoria prodigiosa. La verdad es que la imaginación amolda los recuerdos y los coloca y adorna como mejor nos conviene, es casi normal, pero aún así en estos días he leído auténticos ejercicios literarios intentando narrar los recuerdos de ese día. No les voy a castigar con mi relato, porque la verdad con quince años recién cumplidos, con la escasez de medios con los que se contaba en aquel momento y que creo que los jóvenes, quienes teníamos esa edad más o menos, llegáramos a ver la auténtica trascendencia del hecho y el valor político de un gesto tan importante en la carrera espacial, sin embargo, reitero, las descripciones de ese día tienen el detalle de una fotografía de alta resolución.
En fin que me quedo como un simple espectador que recuerda aquel día, aquel momento de forma muy vaga, imprecisa, salvo que una vecina, doña Isabel y su marido don Ciro negaban la llegada a la luna, sin argumentos, pero lo negaban de forma vehemente. Fíjate por donde me he acordado de doña Isabel y don Ciro.
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