jueves, 2 de julio de 2009

OTRAS LECTURAS: LA LLAVE DE SARAH

No entraba en mis planes de lectura inmediatos acercarme a La llave de Sarah, Suma de letras, 2007 de Tatiana de Rosnay. Sólo tenía de esta novela una vaga referencia, y de su autora no sabía nada, así que como ustedes comprenderán sólo se puede llegar o bien por una recomendación de quienes lo hacen habitualmente o por casualidad, que en esta caso la causa está en que es un regalo, sí, un regalo muy especial porque es un obsequio de unos alumnos de bachillerato que han hecho conmigo la asignatura de Historia del Mundo Contemporáneo. La elección del libro creo que está en función de los comentarios que se han hecho en clase y que han deducido que el tema tiene mucho interés para mí. Confieso que me emocioné cuando me lo dieron y leí la dedicatoria, que no sé si incluirla en esta entrada.

Tatiana de Rosnay construye esta novela histórica a partir de un hecho que ha causado verdadero sonrojo a Francia por lo que significó de colaboración con la Alemania nazi en el exterminio judío. En julio de 1946, el 16 de julio, la policía francesa procede al arresto y encierro en el velódromo d’Hivier en París de 12 884 personas, todas judías, para un posterior traslado a Auschwitz. No fueron los únicos, sólo una parte, ya llegó a 75 000 el número de judíos deportados desde Francia, de los que algo menos de 2 500 lograron retornar. Las condiciones en las que fueron arrestados y encerrados son imaginables y hay una amplia bibliografía que describe todo el sufrimiento, el horror que se vivió en esos momentos.

El relato de Sarah en los momentos de la detención, era una niña, transcurre de forma paralela al de Julia, periodista, casada con uno de los descendientes de la familia que ocupó la casa de la familia de Sarah después del desalojo. Hay un nexo que ya verán si leen el libro, creo que no debo adelantarlo. No descubro nada si les digo que Julia recibe el encargo de hacer un artículo en el aniversario del encierro de los judíos en el velódromo d’Hivier y a partir de ahí se desarrollan las dos historias. Los personajes son un poco previsibles, poco complicados algo que no le quita interés a la novela.

Les dejo con algunos párrafos de la novela y espero que les resulte interesante.

Tenía miedo. Recordó las conversaciones quedas que había escuchado últimamente, bien entrada la noche, cuando sus padres ya la creían dormida. Se acercaba con sigilo hasta la puerta de la sala de estar, y a través de una pequeña ranura escuchaba la voz nerviosa de su padre y observaba el gesto preocupado de su madre. Usaban su lengua materna; la chica la entendía, aunque no la hablaba con tanta fluidez como ellos. En susurros, su padre decía que les aguardaban tiempos difíciles, y que debían ser valientes y cautelosos. Pronunciaba palabras extrañas, desconocidas para ella: «campos», «redada, una gran redada», «arrestos al amanecer». La niña se preguntaba qué significaba todo aquello. Su padre había murmurado que sólo los hombres estaban en peligro, no las mujeres ni los niños, y que iba a esconderse en la bodega por las noches.

A la mañana siguiente su progenitor le había explicado que era mejor que él durmiera abajo durante una temporada, hasta que «la cosa estuviera segura». La chica se preguntó qué era exactamente esa «cosa», y a qué se refería con «segura». ¿Cuándo volvería a ser «segura» la cosa? También quería saber a qué se refería él con «campos » y «redada», pero le daba miedo reconocer que había espiado sus conversaciones, y que además lo había hecho varias veces, así que no se atrevió a preguntar.

—¡Abran! ¡Policía!

Se preguntó si habrían encontrado a su padre en la bodega. ¿Era por eso por lo que estaban allí? ¿Había venido la policía para llevárselo a esos lugares que había mencionado en aquellas conversaciones nocturnas en voz baja, a esos «campos» lejanos, fuera de la ciudad?

La chica corrió de puntillas hasta el final del pasillo y entró en la habitación de la madre, que se despertó en cuanto sintió su mano en el hombro.

—Es la policía, mamá —susurró la niña—. Están llamando a la puerta.

[…]

Los condujeron a un edificio grande y descolorido. En la fachada había algo escrito con letras enormes y negras, pero no lo entendió. Vio que la calle entera estaba llena de familias como la suya, que bajaban de otros buses mientras la policía les gritaba. Y seguía siendo la policía francesa»

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