viernes, 12 de septiembre de 2014

LECTURAS: EL FIEL RUSLÁN. GUEORGUI VLADÍMOV



             

La literatura concentracionaria siempre ha tenido parra mi un extraño atractivo. No es grata o reconfortante su lectura, y en la mayoría de los casos mientras avanzas en los relatos más se te pega el estómago al espinazo por lo que en ellos se describe. El valor que tiene para mi este tipo de lecturas está en comprobar entre que extremos se mueve la condición humana que va desde la del opresor hasta la del oprimido. El detenido que sufre el peso de un sistema que busca su aniquilación de forma “científicamente estudiada”, en la que su condición de ser humano desaparece y su identidad, por ejemplo, queda reducida a un número y su cuerpo no es más que un depósito de dolores y angustias camino a la destrucción total. En el otro extremo quien personifica el sistema de aniquilación es alguien cercano, que golpea, que insulta, que aniquila directamente. No es un sistema, es una persona quien lo identifica, representa, dentro del cercado de alambradas y muros.

            La geografía de esta literatura concentracionaria  es muy amplia, fundamentalmente y originaria de Europa, pero el paso del tiempo ha ido ampliando sus fronteras. La Alemania nazi, la Rusia soviética, Camboya, Cuba y su Guantánamo. No sigo, pero podríamos añadir más "banderitas" en el mapamundi del terror.

            En El fiel Ruslán, Gueorgui Vladímov; Libros del Asteroide, 2013, el autor nos ofrece una óptica distintas, nueva en la percepción de la vida carcelaria. En esta ocasión Ruslán es un perro que vigila a los “harapientos” en un campo de trabajo en Siberia, donde los hombres tienen a talar árboles. El momento de la narración es desasosegante para nuestros ojos/perro, pues el campo se queda vacío de “harapientos” sus amos también desaparecen, ya no es imprescindible. Desde esta perspectiva se vive la vida en un campo de trabajo en el que (da igual donde sea) se reiteran las escenas de degradación y deterioro humano. Vladímov lo cuenta con sencillez, pero con un realismo en el que llegas a percibir al “harapiento” por el olfato.
Gueorgui Vladímov

            Les dejo con un texto por si les resulta interesante.
           

            “La ropa del Harapiento podía descomponerse de lo gastada que estaba y podía reemplazarla por otra, pero la piel no podía cambiarla y seguiría encerrando en sus poros, hasta que no se descompusiera esta a su vez, ese olor imperecedero, irremplazable: el olor de la ropa lavada y recalentada para despiojarla, impregnada cien veces en el abundante sudor de la debilidad, el olor a enfermedad y a medicinas que no habían curado ni una sola enfermedad, porque todas se llamaban igual: “espera inútil”, olor a fogata que se contemplaba durante largo rato con pupilas dilatadas, tratando de mantener vivo un hálito de esperanza, y el olor de las mismas esperanzas que le quemaban en los músculos flácidos; olor a catres duros, capaces, no obstante, de regalarle un sueño profundo como la muerte, refugio extremo del corazón exhausto; olor a miedo, a melancolía y de nuevo a esperanza, olor a sollozos sordos sofocados en el colchón y enmascarados en accesos de tos.” [ob. cit. págs. 74-75]  

No hay comentarios:

Publicar un comentario