Alcanzar los objetivos que nos proponemos en la vida nos puede llevar a la encrucijada de acepto o no acepto renunciar a mis principios. Quien da un paso más y renuncia, ya sabe que no hay vuelta atrás. Nicolás Sarkozy en su ansia de poder y en la carrera hacia la presidencia francesa buscó los votos allí donde pudo. Es verdad que los discursos electorales comprometen a poco, a casi nada, mejor y seguramente esto fue lo que le empujó a radicalizar su mensaje conservador. En ese intento de contentar a los radicales desplegó un discurso muy propio de nacionalistas ultramontanos.
De esa relación impropia de un candidato a la presidencia de la República Francesa, ejemplo de universalidad de los valores, encarnación del espíritu ilustrado, nace ese contrato para ser francés supongo que a estas alturas estará arrepentido de esa iniciativa y lo caro que le están saliendo aquellos apoyos. El patriotismo casi siempre conduce al enfrentamiento a la disputa con el otro y aunque ahora ese mensaje patriótico lo quiera modular y darle un tono emocional en el sentido más positivo que se pueda, cantando la marsellesa, colgando la declaración de los derechos humanos en las aulas, y esas cosas es muy poco creíble y difícil de conjugar con el carácter del republicanismo imbricado en las ideas de la Ilustración.
Las patrias, las identidades, las pertenencias a un lugar se vuelven en la mayoría de los casos en armas arrojadizas que conducen al enfrentamiento, ejemplo hay, muchos y muy sangrantes en la historia reciente, pero que parece que sirve de poco, sobre todo por lo fácil que es acudir a la fórmula emocional para atraer a seguidores y votantes. Algún cambiaremos algunas cosas y pasaremos del “yo soy de aquí” al “yo estoy aquí”, así perderemos el sentido de pertenencia/propiedad que tanta desgracia nos ha traído.
Dos textos, cortos, de dos personas de ámbitos diferentes, pero que tiene una clara visión del problema, o los problemas que traen esas cosas de las patrias y las identidades. No necesitan presentación, así que les dejo con ellos que, lógicamente saben decir estas cosas mejor que yo.
Reyes Mate dice:
“En México descubrí el exilio, de cuya importancia estoy cada vez más convencido. No me refiero sólo a su peso o valor en la historia de las ideas, sino a su importancia para la vida social y política, aquí y ahora. Me he fijado en cómo han ido planteando su identidad nacional, cómo la vivencia y la acogida de y en otro país distinto al de origen, les ha ido “madurando”, liberando de un nacionalismo adolescente. Y es que, cuando se tienen dos patrias, se libera uno de todas. Pues el nacionalismo o el patriotismo no es tener una patria sino ser tenido por ella, perderse en ella. Cuando uno tiene dos, deja de ser la propiedad de una y, por tanto, no pertenece a ella, ni a ninguna, sino que se levanta uno ciudadano cosmopolita. Los exiliados que yo he conocido no son nostálgicos de una patria lejana sino auténticos ciudadanos del mundo. Para tiempos como los nuestros en los que arrecia el nacionalismo, con toda su cohorte de visceralismos y fanatismos, la enseñanza del exilio es de impagable valor.” [pág. 85]
Reyes Mate, La herencia del olvido, errata naturae, 2008
Amin Maalouf dice:
“La identidad no se nos da de una vez por todas, sino que se va construyendo y transformando a lo largo de toda nuestra existencia. Ya se ha dicho en muchos libros y se ha explicado con detalle, pero no está de más subrayarlo nuevamente: los elementos de nuestra identidad que ya están en nosotros cuando nacemos no son muchos –algunas características físicas, el sexo, el color… Y además, ni siquiera entonces todo es innato. No es que el entorno social determine el sexo, desde luego, pero sí determina el sentido de esa condición; nacer mujer no significa lo mismo en Kabul que en Oslo, la feminidad no se vive de igual manera en uno y otro sitio, como tampoco ningún otro elemento de la identidad”… [pág. 35]
Amin Maalouf, Identidades asesinas, Alianza Editorial, 1999
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