miércoles, 3 de febrero de 2010

INCITAR A LA DELACIÓN

Con lo difícil que ejercer la ciudadanía con plenitud, ahora algunos dirigentes populistas con ribetes dictatoriales quieren que sus conciudadanos se espíen, se vigilen unos a otros en busca de, posiblemente fantasmas que se materializan en personas que no son afectas al régimen. Chávez en Venezuela y Uribe en Colombia fomentan la denuncia como medio de controlar la población, aunque en sus manifestaciones públicas pretenden hacer creer que la delación se hace en defensa de una supuesta libertad y de la revolución en el caso del presidente venezolano, que impulsa una iniciativa legislativa: “Ley Orgánica de Contraloría Social”, para garantizar el control de quienes atenten contra revolución mediante la especulación.

El método al que acuden ambos presidente, en ocasiones parecen tan distantes, pero que les une mucho, no es nuevo, es tan viejo como las dictaduras. Fidel Castro también tiene sus milicias de control, Franco sostuvo una represión terrorífica fundamentada en el soplo, dejando a la ciudadanía indefensa; los estados totalitarios del este mantenían un control férreo de la ciudadanía, nadie quedaba libre del control por sus iguales, así que estos dictadores de nueva planta, homologados, según dicen, por su aval obtenido en unas elecciones repiten los mismos modelos. Me vienen a la memoria los casos del poeta Osip Mandelstan [1891-1938] y su famoso poema sobre Stalin, o la película La vida de los otros, 2007 del director Florian Henckel-Donnersmarck, ejemplos de las consecuencias de esa vigilancia ejercida sobre los ciudadanos.

Para seguir con el modelo, no nuevo, pero si renovado en América latina, Sergio Ramírez, escritor nicaragüense y figura clave en la revolución sandinista, está recibiendo un trato por parte del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, antiguo compañero en la revolución sandinista, que es hoy un fiel seguidor de su mentor Hugo Chávez, que en la misma línea, busca obstaculizar hasta la presentación de un libro en la universidad en la que estudió. No es una cuestión menor, es otro ejemplo de ese intento de eliminar cualquier oposición o crítica a su forma dictatorial de gobernar.

Álvaro Uribe, como decía lejos, al parecer, de las posiciones de los presidentes-populistas que integran el ALBA, copia el mismo modelo y Héctor Abad-Faciolince lo relata con la claridad habitual en un artículo de El Espectador, "Comités de defensa del uribismo" del pasado domingo. Nada nuevo que no hayamos oído, pero reverdece cada vez que estos megalómanos sienten que le zarandean en su sillón, símbolo del poder, y consideran a caso todo el mundo enemigo al que hay que controlar.

Viejos modelos que todos los dictadores copian. Nada cambia.

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