Bueno, ya terminó la primera reunión y, la verdad, poca cosa interesante porque los que iban con el ánimo del acemilero después de un día de trabajo al sol, siguen erre que erre, los que iban a ver qué había de lo suyo, pues volver otra vez y a mover un poco más la higuera para ver si cae algo.
Al parecer con unanimidad se han mostrado los reunidos en algunos puntos, por ejemplo todos estaban de acuerdo que el día era desapacible, llovía y también se notaba mucho frío; el catering, bien, la calefacción estaba en el punto, las sillas cómodas y… poco más. En fin que haya una nueva oportunidad, mientras a los demás nos toca esperar y ver que dicen los expertos, que cada día hacen más respetable a la astrología.
Por fin, mañana es jueves y se reunirán para pactar. Después de días y días repartidos entre afirmaciones exaltadas de patriotismo y lo contrario, de preocupación por los españoles y España, por fin mañana ya empiezan las reuniones y así sabremos, espero lo siguiente:
I] Quienes se sientan a pactar. Los del partido popular, como siempre, arreando a no se sabe qué hasta que el loro aprenda idiomas. Mañana sabremos si van a estar o no.
II] Los nacionalistas si se apuntan, son más españolistas que nadie, bueno, la verdad es que van a ver si se cumple aquello de: ¿Y, qué hay de lo mío? Una carreterita más, un déjame ese aeropuerto para administrarlo, en fin lo de cada uno.
III] Igual aprendemos qué es eso de economía sostenible, cambiar el modelo productivo, empleabilidad, aunque creo que lo ideal sería que se cobrara un canon a quienes usaran algunas expresiones sin saber lo que dicen. Ah, se me olvidaba, creo que se confunde muchas veces memoria histórica con recuerdos.
Dos perros de aspecto muy fiero ladraban hasta desgañitarse. Sus ojos ribeteados de rojo miraban fijamente, enseñaban los colmillos, mientras sus ladridos resonaban en aquella calle. Habían atemorizado a todos los viandantes provocando a su alrededor una especie de vacío. Se quedaron solos. Ya sus gargantas eran como las de los hinchas de fútbol castigadas por los gritos, el tabaco y el alcohol.
Después de un buen rato ladrando, uno de ellos le dice al otro:
-Oye viejo, creo que estamos equivocados
-Sí, creo que sí, contestó. Ambos se miraron y dieron media vuelta. La estatua ecuestre objeto de su ira siguió impertérrita, mientras las palomas le cagaban en la cabeza.
Creo que hoy más que nunca debería funcionar un seguro de frustración para la ciudadanía. Dejaremos para otra entrada lo que sucede en este país, España, donde se discute todavía si galgos o podencos, si pactamos o no pactamos, si soy más patriota que tú. En esta ocasión empezaremos por lo que ha significado la política de Obama como elemento de frustración para la ciudadanía más allá de las fronteras de los Estados Unidos de Norteamérica.
¿Quién no vio con expectación creciente la elección del presidente actual, prendado, entre otras cosas, de su verbo fácil, fácil pero hueco? Analicemos por qué. En primer lugar pensamos que se iba a poner luz allí donde no llegaba, Guantánamo, símbolo y realidad, al mismo tiempo de cómo el país, cuna de la democracia, a partir de las ideas de la Ilustración “legalizaba” un agujero negro en el respeto de los Derechos Humanos. Ha transcurrido más de un año y todavía sigue en el limbo un grupo de personas que en muchos casos no saben por qué están ahí y no hantenido la oportunidad de defenderse.
En segundo lugar la ampliación de las coberturas sanitarias choca, una y otra vez, con los intereses de las multinacionales del sector, de una parte de la sociedad norteamericana y no se sabe qué más, con lo que de su propuesta inicial a lo que ha llegado después de algo más de un año, media un abismo. En tercer lugar la política de guerra en países como Afganistán sigue un proceso de no acabar con el incremento de tropas y armamento para alcanzar el objetivo repetido una y otra vez: eliminar las bases del llamado terrorismo internacional-islámico. Las estrategias empleadas no parecen ser muy apropiadas, porque el conflicto no disminuye, sino que al contrario se abren nuevos escenarios. No digamos ya la política nuclear y una apuesta por la obtención de la reactivación de la construcción de centrales nucleares y del presupuesto militar que sigue al alza y con una estructura más propia de la época de la Guerra Fría que de los nuevos modelos de guerra que se desarrollan actualmente.
En fin como ciudadano con cierta dosis de frustración, no mucha, la verdad, porque tampoco eran muchas las esperanzas espero que en alguna ocasión alguien que hace promesas electorales salga y diga que no ha podido, que ha querido, pero no lo han dejado cumplir lo que prometió, que pide disculpas por no haber logrado alcanzar lo que prometió y que debe una explicación a quienes confiaron en sus palabras. Posiblemente ese día esa persona nos hará pensar un poco más. Tendremos que esperar a otra oportunidadObama no va a redactar ese discurso.
Dino Buzzzati [1906-1972] para mi es lo que llamo un autor de bocados cortos. Sus relatos recogidos en: Las noches difíciles, 2009; El Colambre, 2008 y Sesenta relatos, 2006, publicados en El Acantilado, son pequeñas dosis, historias cortas que te llevan a un ensimismamiento que casi te hace parecer ausente, lejos, pero que son estímulos para la reflexión.
El amor, la muerte, la felicidad, la seguridad, todo lo que nos afecta en nuestra vida cotidiana es materia de sus relatos, así me permito, una vez más sugerirle su lectura, pero esta vez además la fórmula para leerlos, que no es otro que la que uso. Estos relatos con entidad propia permiten que el orden y el ritmo lo establezcas en función de otras lecturas, de ahí lo de bocados cortos. Ahora Las noches difícil se intercala con la novela de Robert Litell, The Company, Alea, 2009. Espero que el relato sea sugerente.
LOS DÍAS PERDIDOS
Algunos días después de haber tomado posesión de su suntuosa villa, Ernst Kazirra, al entrar en casa, divisó a lo lejos a un hombreque salía con una caja al hombro por una puerta secundaria de la tapia y la cargaba en un camión.
Antes de que pudiera alcanzarlo el hombre se había marchado. Así que lo siguió en el coche. El camión hizo un largo trayecto hasta más allá de las afueras de la ciudad, deteniéndose al borde de un cañón. Kazirra bajó del coche y fue a ver. El desconocido cogió la caja del camión, avanzó unos pocos pasos y la arrojó al barranco; estaba lleno de miles y miles de cajas iguales.
Se acercó al hombre y le preguntó:
-Te he visto sacar la caja de mi jardín. ¿Qué había dentro? ¿Y qué son todas esas cajas?
Él lo miró y sonrió:
-Quedan más en el camión, para tirar. ¿No lo sabes? Son los días.
-¿Qué días?
-Tus días.
-¿Mis días?
-Tus días perdidos. Los días que has desperdiciado. Los esperabas, ¿a que si? Llegaron. ¿Y qué hiciste de ellos? Míralos, intactos, todavía llenos. Y ahora…
Kazirra miró. Formaban una pila inmensa. Descendió por la escarpadura y abrió uno.
Dentro había un camino en otoño y al fondo Graziella, su novia, se iba para siempre. Y él ni siquiera la llamaba.
Abrió un segundo. Era una habitación de hospital y en la cama su hermano Giosuè, que estaba mal y lo esperaba. Pero él estaba fuera por negocios.
Abrió un tercero. En la verja de la vieja y mísera casa estaba Duk, su fiel mastín, esperándole desde hacía dos años, convertido en piel y huesos. Y él ni siquiera había pensado en volver.
Sintió que algo le oprimía ahí, en la boca del estómago. El descargador estaba de pie al borde del cañón, inmóvil como un verdugo.
-¡Señor! –gritó Kazirra-. Escúcheme. Deje que me lleve al menos estos tres días. Se lo suplico. Al menos estos tres. Soy rico. Le daré cuanto quiera.
El descargador hizo un gesto con la mano derecha, como señalando un punto inalcanzable, como diciendo que era demasiado tarde, que ya no había remedio posible. Luego se desvaneció en el aire al instante desapareció también el gigantesco cúmulo de cajas misteriosas. Caían las sombras de la noche. [ob. cit. págs... 22-23]