miércoles, 8 de abril de 2009

OTRAS LECTURAS: ANNUAL

Abd el-Krim, líder de la kabila Beniurriaguel
Mapa de los desplazamientos de las tropas españolas

El periodo de la historia de España entre 1917 y 1923 está lleno de acontecimientos que sumados dan a este sexenio tintes de dramatismo, caos y corrupción, sólo por citar algunos de los calificativos que mejor le caben. La Restauración que nace con la legitimación de la corrupción a cuesta va sufriendo a lo largo de los años un progresivo deterioro. Los sucesivos gobiernos en la alternancia política sólo se caracterizan por mantener su influencia y colocar a los suyos mientras gobiernan, cuando toca oposición, esperar a que cambien las cosas. En este progresivo declive los últimos seis años son el momento de mayor inestabilidad política, social y económica en España. En todas las instancias se manifiestan los calificativos citados al principio. Como no podía ser menos la gestión de la colonias, Marruecos, es una prueba más de la ineptitud de los militares que se preocupaban más de el jolgorio en Melilla, acumular servicios para subir en el escalafón y si se terciaba conspirar en la sala de banderas.

Como ejemplo de esa gestión en las colonias nos puede servir la obra de Eduardo Ortega y Gasset, periodista que en el verano de 1921 viaja a Melilla para recoger testimonios y relatar lo que allí estaba sucediendo. Annual, publicado en 1922, ahora es rescatado por Ediciones del viento, colección simún, en un volumen en que las crónicas de Eduardo Ortega y Gasset se acompañan de los testimonios del soldado Bernabé Nieto, que logró salir vivo de Annual en una desbanda del ejército español, no una retirada, que costó más de quince mil vidas.

Esta obra puede resultar interesante para quienes quieren conocer con un poco más de detalle lo sucedido en nuestra historia contemporánea; aunque creo que está especialmente recomendada para quienes están cursando la Historia de España en segundo de bachillerato. Por si les sirve de referencia les dejo algunos párrafos.

“Ascendió por la cuesta del barranco y se dirigió hacia la posición de Izumar. Al aproximarse a ella vio que se encontraba ocupada por los moros. Cambió entonces de ruta, encaminándose hacia la carretera de Bentiel.

Por ella circulaban también otros fugitivos como Bernabé, aislados, o formando pequeños grupos. El camino se abre entre dos trincheras de unos cinco metros de altura, cuyas paredes están cortadas verticalmente, forma, por tanto, la carretera en aquel trozo un temible desfiladero o, más bien, un estrecho callejón. Dominada en ambos lados, por los moros, al atravesarla podía surgir el balazo fatal, disparando sobre seguro y desde escasa distancia a cada metro que por ella se anduviese. En ese paso, terrible y peligrosísimo, al avanzar en desordenado pelotón los que escapaban de Annual, cayeron a centenares. Bernabé tenía que esquivar el obstáculo de numerosos cuerpos que yacían, […]”

Así comenzaba Eduardo Ortega y Gasset su crónica:

“Cuando legué ayer a Melilla, a bordo del vapor Monte Toro, y acompañado de amables camaradas de la prensa madrileña, nos fuimos a inquirir noticias y pormenores del trágico hecho que venimos a relatar, y a medida que de unos y otros recibíamos el borbotón de esta inmensa serie de desdichas, era imposible sustraerse a una depresión y a un dolor de verdadero españolismo. No al estilo ciertamente de la patriotera, que, colaborando con la inconsciencia, con el abandono de normas de justicia y con la inmortalidad, vienen preparando en todos los órdenes fracasos análogos

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