Luis Desiderio siempre vivió sumergido en unas rutinas que no le permitían ninguna improvisación. Sus padres eran muy conservadores y les impusieron a todos sus hijos estas rutinas. – Así la vida le será más fácil, pensó su padre.
Todos los domingos Luis Desiderio y su familia iban a misa de once, ocupaban el mismo banco. Las veces que faltó fueron porque la enfermedad se interpuso entre sus obligaciones. Los horarios de las comidas y el menú se repetían día tras día, semana tras semana; su madre preparaba flan para el postre de los domingos. Desiderio no recordaba ningún domingo sin flan, tampoco otro día de la semana con postre. Luis Desiderio vestía también de forma rutinaria y cuando ya fue adolescente su madre le puso su primer pantalón con la raya bien planchada y bien derecha. El “pantalón de filo” le iba a acompañar por siempre.
Luis Desiderio se hizo mayor y un lunes se despertó temprano, como todos los lunes para ir a trabajar, aunque no había podido dormir bien y tenía mal cuerpo después de una noche de pesadillas. – Será el flan que no me sentó bien, pensó Desiderio. Sin embargo, se levantó y fue al baño. El cuerpo le temblaba y la vista la tenía borrosa, se metió en la ducha y el agua fría le reanimó un poco, pero seguía con un malestar que no entendía. No quiso desayunar porque tenía el estómago encogido, y se fue a vestir, cuando se intentó poner el pantalón de filo con su raya perfecta, pensó: ¿Cómo me voy a poner ese pantalón con esa línea recta? En la naturaleza no hay líneas rectas. No se puso el pantalón.
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