martes, 22 de abril de 2008

A VUELTAS CON LOS PRECIOS DE LOS CEREALES


Me voy a permitir transcribir la entrevista que le hace la periodista Cristina Delgado a José María Sumpsi, subdirector de la FAO en El País, lunes 21 de abril de 2008, página 30 de la edición impresa. Creo que su fundada opinión ratifica lo que he venido mantenido en las últimas reflexiones: el precio de los cereales está en el nivel que está, entre otras cosas por la especulación realizada con capitales que han huido de sectores ahora en peligro y ha aprovechado la liquidez inyectada por los bancos centrales para refugiarse en los mercados de materias primas.


ENTREVISTA: JOSÉ MARÍA SUMPSI Subdirector General de la FAO
"En China e India ahora quieren filete"
CRISTINA DELGADO - Madrid - 21/04/2008 (EL PAÍS)
Se ha enfrentado antes a situaciones complicadas, pero ninguna como la que ahora se le ha venido encima. José María Sumpsi, catalán de 59 años que vive a caballo entre Roma, donde está su trabajo, y Madrid, donde está su casa, es el segundo hombre más poderoso de la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas. Tiene ante sí un reto complicado: evitar que los altos precios de las materias primas ocasionen un nuevo tsunami alimenticio en el mundo que se lleve por delante la estabilidad de, al menos, 33 países.
Pregunta. ¿Qué hace a esta crisis alimentaria diferente de las anteriores?
Respuesta. La novedad es que han confluido muchos elementos y, sobre todo, una violencia que era desconocida. Hasta ahora, las hambrunas llegaban por catástrofes naturales como las sequías. Ésta viene por el precio de los alimentos, y además será coyuntural.
P. ¿Entonces, el Primer Mundo tiene la culpa de que 100 millones de personas puedan pasar hambre?
R. En buena parte, sí. Hay muchos factores como la crisis financiera, los cambios de moneda o los biocombustibles que son cuestiones creadas por las economías avanzadas. Pero otras no. Hay países como China o India, que suponen el 40% de la población mundial, donde antes la gente se alimentaba con un tazón de arroz. Ahora, su nivel de vida ha aumentado, y quieren un filete. Esta demanda, sumada al aumento de población y los altos precios, da como resultado una ecuación complicada.
P. Se señala a los biocombustibles como la causa principal de todos los males...
R. De todo no, pero por supuesto que tienen una parte de responsabilidad. Según estudios de la FAO y de otros organismos internacionales, entre 2006 y 2007 han tenido una contribución a la subida de los precios de entre el 5% y el 10%. Eso se ha juntado con otros factores. Ahora bien, de cara al futuro, si Estados Unidos o la Unión Europea siguen convirtiendo más y más producto agrario en biodiésel o bioalcohol, a medio plazo los biocombustibles se convertirán en el gran problema.
P. Los analistas dicen que las materias primas son el nuevo refugio de muchos inversores escaldados. ¿Eso también influye?
R. Por supuesto. Ante una crisis hipotecaria o financiera hay masas de dinero que van cambiando de producto. Han decidido refugiarse en los alimentos, algo que no pasaba desde hace tres décadas. Saben que las reservas son las más bajas desde hace 30 años, y esto crea una oportunidad de rentabilidad para los próximos años. Estas inversiones han empezado a empujar sus precios hacia arriba.
P. El Banco Mundial y el FMI no hablan de las bolsas de materias primas como un problema. Sólo acusan al biocombustible.
R. Hay que tener en cuenta que las reuniones de estos organismos son puramente financieras. Sólo el hecho de mencionar que hay un problema con los alimentos por primera vez en la historia, es muy positivo. Si detrás de las menciones a los carburantes se esconde alguna otra intención de despiste, no lo sé, pero tampoco creo que estas instituciones sepan mucho sobre materias primas, porque, hasta ahora, ése era un mercado residual.
P. Los grandes productores se niegan a exportar parte de su producción. Después de años en busca del libre mercado, ¿eso supone un fracaso?
R. Ahora mismo estamos en el ojo del huracán de la crisis. La nueva situación está creando una vuelta atrás, después de años de liberalismo. Pero la vuelta a la autosuficiencia es coyuntural. Es un péndulo, y la crisis, si adoptamos las medidas precisas, nos dejará en una posición equilibrada. El comercio es clave, el mercado también, pero hay que arbitrar mecanismos internacionales que permitan evitar desastres.
P. ¿Y cuáles son esas medidas necesarias?
R. Una acción combinada con otras instituciones, porque el problema es tan grave que no puede solucionarlo sólo la FAO. En junio propondremos crear un sistema de reservas internacional, stocks o medidas regulatorias que aseguren un mínimo de reservas mundiales.
P. ¿Como un banco central de alimentos?
R. Algo así. No está claro, y por eso hemos organizado esa reunión con los mandatarios de todos los países. También para discutir las medidas agrarias de los países, aumentar la producción y buscar medidas que calmen el clima político actual.
P. Entonces, ¿la crisis puede acabar en algo bueno?
R. Ésa es la clave. Con la crisis de alimentos vivimos una situación dramática, pero, a medio plazo, es una gran oportunidad. Puede servir para desarrollar la agricultura en el mundo, mover a las economías avanzadas, para crear estructuras...
P. En la UE siguen apostando por llegar al 10% de consumo de biocarburantes en 2020, pero piensan en quitar las subvenciones. ¿Es una solución?
R. Es contradictorio. Yo pensaba que por las declaraciones de los últimos meses iban a pensárselo mejor. Además, sin subvenciones no conseguirán el objetivo de ninguna manera. El único país capaz hoy de conseguir biocarburantes de forma rentable es Brasil.
P. ¿Y España qué pinta en esta coyuntura?
R. Para empezar, debería actuar con cautela con los biocombustibles. Por lo demás, es uno de los grandes aliados de la FAO. Es el país que más recursos extra -aparte de las cuotas alimentarias- cede a la FAO y el primero que se ha ofrecido a colaborar ahora.
P. Y hasta que llegue ese organismo regulador, ¿No se puede hacer nada?
R. Desde la FAO proponemos medidas concretas para cada país. Lo más importante ahora es aumentar la producción. Los precios elevados pueden ser malos para los compradores, pero a los agricultores les puede venir bien. Siempre que luego, con las señales del mercado se pueda reaccionar y aumentar la oferta... Pero en los países más pobres no es fácil, porque se cultiva con muy poco rendimiento. Por eso pedimos ayuda para repartir semillas y aumentar la producción, mejorar los sistemas de cultivo, los fertilizantes...
P. Si la crisis ha llegado para quedarse, lo que buscan ahora no es una ayuda de urgencia...
R. Nosotros calculamos que cuando pase la tormenta inicial, los precios bajarán un poco, pero se quedarán altos, más altos de lo que estaban, en una meseta por un plazo de al menos 10 años. Entonces llegará el momento de proponer los cambios. África tiene un gran potencial agrícola inexplorado. Si los países con poca renta avanzan ahora, con altos precios, aumentará su calidad de vida.
P. ¿Hasta cuándo durarán las revueltas populares y las reacciones más virulentas?
R. Hasta las próximas cosechas, en junio. Esperamos que sean buenas, a no ser que haya algún desastre natural, así que cuando llegue la abundancia, aunque los precios no bajen del todo, las reservas se relajarán.
P. ¿Y si la cosecha de 2008 se estropea?
R. Si eso ocurre, el que sepa rezar que rece.

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