María Eugenia Sampallo, hija de una pareja torturada y posteriormente asesinada en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la dictadura militar en Argentina ha conseguido, al fin, después de siete años que sus apropiadores, mal llamados padres adoptivos paguen por su delito. Osvaldo Rivas y María Gómez Pinto se apropiaron de la menor cedida por ex capitán Enrique Berthier. Las penas oscilan entre los siete y diez años, lejos de la petición hecha por la fiscalía de veinticinco años. El valor y la entereza de esta joven de treinta años han permitido cerrar un capítulo de la sangrante dictadura argentina.
Este primer caso de una hija de desaparecidos que logra la prisión para aquellos que sin ningún recato moral aceptan un bebé, sabiendo el destino de sus padres y ocultan a lo largo de los años el origen biológico de María Eugenia.
Cada día la prensa argentina se hace eco de casos que tienen que ver con la dictadura y aquellos que aprovecharon las circunstancias para obtener beneficio propio a partir del sufrimiento de miles y miles de personas vivieron un régimen de terror. Por reconocimiento a las víctimas no vale mirar hacia otro lado ni ocultar lo sucedido, pues el prestigio de una sociedad se fundamenta en el respeto a las personas y en el castigo de quienes vulneran la esencia del ser humano con los crímenes de lesa humanidad.
Ya María Eugenia ha recuperado su identidad, no a sus padres que nadie se los puede devolver, pero ha obrado con conciencia y seguro que sus padres estarían orgullosos de ella.
Este primer caso de una hija de desaparecidos que logra la prisión para aquellos que sin ningún recato moral aceptan un bebé, sabiendo el destino de sus padres y ocultan a lo largo de los años el origen biológico de María Eugenia.
Cada día la prensa argentina se hace eco de casos que tienen que ver con la dictadura y aquellos que aprovecharon las circunstancias para obtener beneficio propio a partir del sufrimiento de miles y miles de personas vivieron un régimen de terror. Por reconocimiento a las víctimas no vale mirar hacia otro lado ni ocultar lo sucedido, pues el prestigio de una sociedad se fundamenta en el respeto a las personas y en el castigo de quienes vulneran la esencia del ser humano con los crímenes de lesa humanidad.
Ya María Eugenia ha recuperado su identidad, no a sus padres que nadie se los puede devolver, pero ha obrado con conciencia y seguro que sus padres estarían orgullosos de ella.