La editorial 451.http.doc ha recuperado un texto de Norman Mailer: “En la cima del mundo”, publicado en 1971. La verdad es que cuando lo tuve en mis manos, me lo regalaron, pensé que era una crónica más de Cassius Clay –Muhammad Ali-como boxeador, o una biografía sin más. Estaba muy equivocado y desde el comienzo, el prólogo de Andrés Barba, muy bueno, me puso sobre la pista de que tenía en mis manos algo más que una simple crónica del mejor boxeador de todos los tiempos.
Cassius Clay y después Muhammad Ali, fue algo más que un boxeador. Es cierto que no ha habido, ni creo vaya a aparecer un peso pesado mejor y más atípico que Ali. Sus características físicas, su agilidad en el cuadrilátero y lo poco ortodoxo de su forma de boxear le alejan del típico peso pesado representado por una mole de músculos, cara cuadrada, nariz rota y unos brazos que son como martillos y programado para dar un golpe más, el golpe definitivo, que ponga al rival en la lona. Ali en el ring era otra cosa, y creo que no es exagerada la comparación si digo que los movimientos de otros boxeadores de su peso como Liston, Bonavena o Frazier comparados con los de Ali, es como intentar comparar una bailarina del bolshoi con un paquidermo caminado por la sabana.
Pero aparte de su singularidad como púgil no era menor su papel como figura relevante de una sociedad donde la población negra iba alcanzando logros significativos y consolidando los Derechos Civiles que le habían negado aún cuando la esclavitud estaba abolida. Se convierte en modelo social, su proyección como boxeador único, su amistad con Malcom X y también por otras circunstancias como negarse a tomar parte en la guerra del Vietnam, 1967. Digamos que ayudó a modelar una forma de pensar, sin grandes matices pero efectiva. Su rechazo a acudir a Vietnam lo resumió en una entrevista con la siguiente respuesta: “A mí, esos del vietcong no me han hecho nada”. Simple, pero mensaje claro. Su negativa a vestir el uniforme fue un hito en aquel momento, donde la escalada de la guerra en el sudeste asiático ya tenía cierta contestación interior, sobre todo por parte de grupos pacifistas y la población negra y latina que era mayoritaria dentro de la tropa destinada a Vietnam.
Su oposición a la guerra se castigó con la cárcel, su licencia federativa y también se le desposeyó del título mundial de los grandes pesos. La Administración americana no podía permitir este pulso. Tenía que doblegar su resistencia, así que cuando quedó apartado del boxeo, perdió su eco en la sociedad porque cada pelea comenzaba en el momento en que se concertaba y ahí empezaba a minar la seguridad de su contrincante. Sus bravuconadas eran como dardos en la confianza de sus rivales. Después de casi cuatro años de inactividad volvería al boxeo, 1971, para enfrentarse a Joe Frazier en el llamado “combate del siglo”.
El texto de Mailer es una buena reflexión, más allá de la crónica de un combate o de la simple biografía de este personaje. Es la síntesis de su vida en cuanto que tuvo una trascendencia que fue más allá del deporte y marcó una época de contestación entre la población negra. Les dejo con algunos párrafos del texto.
El boxeo es un diálogo entre cuerpos. Hombres ignorantes, a menudo negros, a menudo casi analfabetos, se comunican entre sí en un juego de intercambios conversacionales que se adentran en el corazón mismo de la materia del otro. La única diferencia es que conversan con su físico. Y a menos que no estemos dispuestos a creer que un comentario incisivo puede provocar una herida mortal, necesariamente habrá que aceptar la novedosa idea de que dos hombres que boxean amistosamente mantienen una conversación. Una conversación que a menudo resulta fructífera para ambos contendientes…. Pág. 57
Norman Mailer, En la cima del mundo; 451.http.doc [2009]
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