martes, 26 de mayo de 2009

MANÍAS PARA LEER

Cuando el domingo pasado leía el artículo de Héctor Abad en El Espectador, titulado: “Los libros y la vida”, me volvieron a surgir las preguntas de siempre, aquellas que uno plantea sobre lo que hace y por qué lo hace. En este caso la lectura, que es más que una afición para convertirse casi en una adicción, buena, pero adicción. Me crea la lectura una serie de manías que voy a confesar públicamente, son confesables, de todas maneras, creo. La primera de esas manías es que cuando estoy limpiando el polvo en la habitación donde tengo parte de mis libros y en la que trabajo habitualmente, me detengo en libros que ya he leído, de forma aleatoria y sin ninguna predisposición previa, simplemente me paro lo saco de la estantería, lo hojeo, miro las notas que he escrito. Esto me sirve de recordatorio, a lo mejor me sugiere algo en ese momento o simplemente releo alguna página y luego lo vuelvo a colocar en su sitio. Esto quita tiempo, sí quita tiempo porque tienes que estar a lo que toca en ese momento y es la limpieza no la lectura, pero bueno, ya irás más rápido en otras tareas.

Otra de mis debilidades son las librerías, no me resisto entro a mirar tocar, oler, porque me gusta el olor al papel impreso, incluso el periódico cuando lo recojo en casa de Luis, es el estanquero, lo huelo y luego no lo presto hasta que lo haya visto yo, porque me gusta leer el periódico sin arrugar. Lo de entrar en las librerías y mirar y remirar, no se queda ahí, va más allá porque compro, no compulsivamente, pero compro, unos porque me interesan en ese momento otros porque me pueden interesar, pero siempre tengo una coartada para quemar parte de la nómina en libros. Tengo que reconocer que también soy afortunado porque me regalan libros, me los regalan las personas que saben que me gustan mucho y ese es el mejor obsequio.

Para no cansar también reconozco que leo acostado, es la mejor manera, es la postura en la que me encuentro más cómodo, aunque como soy “feisbucero” que soy una persona que conocí ahí me regaña, un poco, porque esa posición no es buena, sobre todo para mi cuello que lleva tiempo en rebeldía. Ah, se me olvidaba tengo que tener un lápiz cerca porque me gusta marcar frases, párrafos… cosas de las que leo. No doblo las puntas para marcar, sino que uso un marcador.

Bueno, pues esa son mis manías, que llevo cultivando desde hace bastante tiempo porque aunque no lo crean ahora no es una manía sino una debilidad lo que les voy a contar: no puedo pasar el día sin leer, eso es una debilidad y no poder hacerlo para mí sería casi, casi una tortura.

Les dejo con el artículo de Héctor Abad.

Los libros y la vida

Por: Elespectador.com

ALGUIEN DIJO ALGUNA VEZ QUE HAY tres tipos de personas: las que viven la vida, las que la escriben y las que la leen.

Si pienso en el primer tipo, recuerdo a un amigo mío, vividor, que —como me lo explicó una vez Santiago Gamboa— “se pasó la vida tratando de empezar una nueva vida”. Nada, ni lo más desaforado, le parecía nunca suficientemente vital. Empezó tantas vidas que no terminó ninguna y al final vivió con tanta intensidad cada una de ellas que resolvió que nadie le iba a quitar el último pedazo de vida que le quedaba y terminó quitándosela él mismo.

Del segundo tipo de persona, los que escriben la vida, o mejor, los que dedican la vida a escribir, no se me ocurre mejor ejemplo que el de Gustave Flaubert. Se impuso a sí mismo la rutina más sosa y carente de interés que pudo —repetitiva, sobria, retirada— con el único fin de vivirlo todo en su obra. Esto le dijo en una carta a Louise Colet: “Llevo una vida áspera, carente de toda alegría exterior y lo único que me sostiene es una especie de rabia permanente. Amo mi trabajo con un amor frenético y pervertido, como un asceta el cilicio que le araña el vientre. Escribo con regularidad unas diez horas diarias, y si me molestan, me pongo frenético. Ya no espero nada de la vida excepto unas cuantas hojas de papel que emborronar de negro”. Y este era su dogma práctico: “Hay que vivir como un burgués y hay que pensar como un semidiós”. [Leer más]

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