Cuando Ariel Dorfman escribe Patos, elefantes y héroes, en 1985 se publica, no tenía ni idea que lo que iba a suceder 24 años después, pero sí se están repitiendo algunos comportamientos de aquella crisis de 1929. La única diferencia está en que no creamos nuevos héroes, salvo que el cine se empeñe en desempolvar a los ya viejos, y en algún caso imitar a los que ya estaban como “remake” o en otros casos hacen una simple copia. La verdad es que somos poco imaginativos para eso de atajar las crisis, así que cada día me resulta más difícil entender lo que designan como: “Cambio de modelo económico”, porque si no somos lo suficiente imaginativos para buscar héroes, parece difícil que seamos capaces de buscar nuevos modelos económicos, cuando la experiencia y los hechos acaecidos nos dicen que los intentos de economía planificada no han dado resultado alguno. Lo que ocurre es que a lo mejor lo que se pretende cambiar no es el modelo económico, sino el modelo productivo y acudir sólo a obtener beneficios fáciles y de forma rápida, especulación inmobiliaria, nos ha llevado al lugar donde estamos.
Así que, menos palabras huecas y ver dónde y cómo se puede generar empleo que tenga un largo recorrido y que el sistema financiero abandone la codicia que lo mueve y no esperen a Superman, ni al Llanero solitario que ambos están jubilados y con problemas de próstata. A partir de ahora tienen que acostumbrarse a reconocer a los grandes héroes en quienes tienen que vivir con menos de mil euros al mes.
La figura del Llanero Solitario parece en 1932 y 1933, en medio de la crisis más grande que ha tenido el capitalismo jamás. No aparece solo. Buck Rogers lo antecedió unos años, y a medida que la década avanzaba, se le unirían figuras tales como Supermán, Batman, Green Arrow, Sargeant Preston of the Yukón, The Green Hornet, Flash Gordon y muchos más.
No puede ser una coincidencia que tales protagonistas vean la luz en un momento histórico dramático cuando un sistema entero parecía caer bajo “una parálisis enfermante” y cuando, por tanto, se hacen visiblemente necesarias ciertas limitaciones al sistema económico monopolista vigente que durante años no había tenido ningún tipo de freno. El único instrumento que podía regular la sanidad de la economía, integrando a la vez a capas postergadas a ciertos beneficios sociales, era el Estado, cuya acción, sin embargo, no podía confundirse con el comunismo, gran pesadilla norteamericana, donde el individuo perdía su “libertad” y se subordina enteramente al aparato público. [pág. 121-122]
Ariel Dorfman; Patos, elefantes y héroes. La infancia como subdesarrollo. Siglo XXI, 1985
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