Sin tener una explicación clara hay determinados
momentos de la Historia que para mi tienen más interés, y repito sin saber a
ciencia cierta la razones que sostienen ese interés. De todas maneras los años
treinta en Europa tienen el atractivo que ser, por segunda vez, una quiebra de
aquellas ideas de la Ilustración y la que Europa con mayúscula parió, bien con
su origen holandés, como se apunta en los trabajos sobre Spinoza, o en Francia.
Es lo de menos en este momento, pero si es cierto que el auge de los estados
totalitarios y cómo se fraguó su contenido es para mí un tema apasionante.
El
análisis de este periodo, como cualquier otro, requiere una óptica poliédrica y
paciencia y reflexión para el encaje de los distintos puntos de vista. Julián
Casanova, Europa contra Europa, 1914-1945; Saul Friedländer, El Tercer Reich, (1933-1939);
o Victor Klemperer, Quiero dar testimonio hasta el final, 1933-1941; por citar
algunas de las cosas que últimamente he leído y que tengo más a mano. La ficción
también ha dejado novelas interesantes y ateniéndose a los hechos ocurridos se
cuentan historias que son muy, muy interesantes.
Una
muestra de ese acercamiento desde la novela a esta época es: En el
jardín de las bestias, Erik
Larson, Ariel, 2012. Larson nos
coloca a los pocos meses de llegar Hitler al poder, y lo hace desde la perspectiva
del embajador de los Estados Unidos William E. Doddy su familia, especialmente
su hija, muchacha en edad de merecer (expresión viejuna) y con ganas de ampliar
su círculo de relaciones en el más amplio sentido del término.
Supongo
que ya se podrá imaginar por donde circulan las tramas que Larson desarrolla,
todas ellas elaboradas, interesantes y que añaden diversos componentes muy
propios de una novela de terror, amor, algo de novela negra, en fin un buen
producto, que tiene la capacidad de atraer desde las primeras páginas. A mí me
lo parece.
Creo
que en conjunto esta obra tiene todos los ingredientes para mantener la
atención de quien se acerque con interés a esta época y busque añadir otro
punto de vista distinto al académico para el conocimiento de unos años que
fueron significativos para torcer el rumbo de Europa y del mundo.
Les
dejo con algunos párrafos por si les resultan sugerentes. El primero tiene que
ver con los momentos iniciales de la llega da al poder de Hitler, todavía se
podía escuchar, o hacer cosas como la que aquí se describe: “En
el cabaret Katakombre, Werner Finck seguía metiéndose y haciendo bromas con el
nuevo régimen, a pesar del riesgo de arresto. Durante una actuación, un miembro
del público le llamó judío piojoso, a lo cual él respondió: -Yo no soy judío. Sólo
parezco inteligente. El público se rió entusiasmado” [Ob. cit. pág. 56].
Otra
mención al texto, que la he elegido para hacer notar lo de académico de esta
novela. Larson hace referencia a Victor Kemplerer (filólogo): “Hasta
el lenguaje usado por Hitler y los oficiales del partido estaba extrañamente
invertido. El término ‘fanático’ se convirtió en algo positivo. De repente,
tenía la connotación que el filólogo Vicotr Kemplerer, judío residente en
Berlín, describía como ‘una mezcla feliz de valor y devoción ferviente’. Los periódicos
controlados por los nazis informaban de una interminable sucesión de ‘votos
fanáticos’ y ‘declaraciones fanáticas’ y ‘creencias fanáticas’, todo ello cosas
buenas. Se describía a Göring como ‘un amante fanático de los animales’.
Fanasticher Tierfreund.
Ciertas
palabras muy antiguas estaban adquiriendo un nuevo uso oscuramente robusto,
como averiguó Klemperer. Übermensch: superhombre. Untermensch: subhumano,
queriendo decir ‘judío’. También surgían palabras totalmente nuevas, entre
ellas Strafexpedition: ‘expedición punitiva’, el término que aplicaban las
tropas de asalto para sus incursiones en barrios judíos y comunistas”. [ob. cit. pág. 141]
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