domingo, 24 de junio de 2012

CINE: THE TURIN HORSE, BÉLA TARR

Ayer, mientras las calles estaban casi desiertas y los televisores eran un imán para millones de espectadores que esperaban que la selección española de fútbol diera buena cuenta del equipo francés, un puñado de espectadores, no muchos, la verdad nos sentábamos en la sala del TEA (Tenerife Espacio de las Artes) para contemplar The Turin Horse del director húngaro Béla Tarr.

            El mundo cerrado, anodino de un padre y una hija que viven aislados en una granja en ninguna parte en la que la música la pone el viento y lo cotidiano se convierte en un sin vivir. ¿Para qué vivir, si la vida es lo que experimentan este hombre y su hija? El blanco y negro, muy crudo el negro, casi sin matices, la inexpresividad de los rostros, la repetición fatigosa y cansina de cada día me dejaron pegado a la butaca buscando algo que justificara la vida, pero la vida con sensaciones, cualquiera que sirviera para demostrar vitalidad, ruptura con lo repetitivo de cada día y que no aparece por ninguna parte.

            En solo treinta y dos planos (del número me enteré al final) se pasan dos horas y media de metraje en los que buscas una variante en lo cotidiano, vestirse, alimentarse, buscar agua, solo el cambio de punto de vista de la cámara le da cierto dinamismo a la película, que arranca con la anécdota de Nietzsche y el caballo maltratado. Aquí ese caballo, viejo, maltratado es la imagen de esa Humanidad abandonada y sin esperanza. El animal deja de comer y espera la muerte, que no es otra cosa que la imagen de una sociedad desencantada y sin futuro.

            En fin, dos horas y media en las que el director una y otra vez, hasta seis, insta al espectador a reflexionar. Lo que estás viendo también se llama vida. Si tiene oportunidad la pueden ver hoy domingo.

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