domingo, 24 de junio de 2012

LECTURAS: EL IMPERIO DE LAS MENTIRAS, STEVE SEM-SANDBERG

Creo que me voy a rendir, que ya he llegado a la página 386 de El imperio de las mentiras, Steve Sem-Sandberg; Mondadori, 2012 y me resulta imposible digerir a un personaje como Mordechai Chaim Rumkowski. Llegar a la página seiscientas cincuenta y siete se me antoja una tarea difícil, muy difícil.

            Esta deserción merece una explicación porque no es habitual que deje un libro a medias y menos cuando el tema me interesa mucho, así vayamos con los datos y la explicación pertinente. Steve Sem-Sandberg, noruego; 1958, autor del que no conocía nada de lo que ha publicado, pero su incursión en lo que se podría llamar “literatura del holocausto” le ha dado un prestigio singular al abordar un capítulo muy controvertido, así como el personaje central de esa historia.

            A partir de la Crónica del Gueto, (Lódz) documento de más de tres mil páginas Steve Sem-Sandberg escribe su novela, El imperio de las mentiras, amplia, documentada, compleja por los numerosos personajes, sus interrelaciones y lo vidrioso del tema. Desde el pragmatismo más puro intenté leer esta novela y buscar lo elementos que sustentaran el principio de Mordechai Chaim Rumkowski, “la salvación de algunos judíos, dependería de que otros tendrían que ser sacrificados”. Este “rey” del gueto, ambicioso es el calificativo menos hiriente que se me ocurre, así que de ahí para arriba se pueden añadir los que quieran. No, no he encontrado esos elementos en lo que he leído, al contrario cada página, cada mención de este personaje más lo acercaba al tirano esclavista supeditado a la maquinaria nazi del exterminio y de la explotación de sus conciudadanos. Hay otros elementos para ser repudiado, pero los dejo para su lectura. La sumisión ante las autoridades alemanas: “La tarde del 3 de septiembre de 1942, las autoridades volvieron a convocar a l Presidente del gueto. Él se presentó ante ellos con su actitud habitual, la cabeza gacha, las manos colgando a los lados” [Ob. cita pág. 257] contrastaba con el despotismo ante los iguales. Su capacidad de decidir sobre la vida de los demás le había endiosado.

            He leído descalificaciones de los supervivientes del holocausto, que de forma generalizada los colocaba al nivel más bajo imaginable, Laura Adler, biógrafa de Hanna Arendt, recoge de un miembro del Jewish Committe: “Los que han sobrevivido no son los más aptos, sino mayoritariamente los judíos más bajos, que mediante la astucia y los instintos animales pudieron escapar”. No menos sangrante: “Huyeron como ratones, se escondieron como chinches y murieron como perros” Hair Nahman, poeta, quizá podría explicar esta palabras. A pesar de “estar curtido” no he podido continuar con lo que se cuenta de Mordechai Chaim Rumkowski, espero que ustedes si lo desean lo puedan hacer y cuenten su experiencia.

            Les dejo con algunos párrafos donde se ilustra su principio del trabajo para la salvación, el resto lo averiguan si leen esta novela.
            “A los demás niños del gueto intentaba salvarlos de forma más concreta. La ecuación era después de todo, bastante simple: cuantos más niños pudiera poner a trabajar, más niños eximirían las autoridades.
            Ya en marzo de 1942 había comenzado a crear talleres especiales de aprendizaje para niños y niñas de diez a diecisiete años […] Tras algunas semanas de formación, a los más capacitados se les destinaba a un turno de producción en la Sastrería Central, donde debían trabajar bajo la supervisión de unos inspectores que se paseaban por la fábrica recriminando cada error y cada minuto perdido. La tarea de los niños era confeccionar gorras especiales de camuflaje para el ejército alemán, con una capa exterior de tela blanca para la campaña bélica de invierno y otra interna de color gris para el combate en terreno normal. […] hacia el mes de julio de 1942 ya había logrado crear puestos de trabajo fijo en el sector de la confección para más de mil setecientos niños del gueto mayores de diez años. […]
            […] Pero mientras fortificaba así las murallas de la ciudad de los trabajadores, el desmoronamiento seguía sin tregua:
             Ya a finales de abril habían empezado a llegar noticias de las masacres de Lublin.
            Más tarde (junio): Pabianice y Biala Podlaska. Cuarenta vagones llenos de mujeres y niños procedentes de Biala Podlaska habían desaparecido sin dejar rastro.
            A veces, sentado tras las puertas cerradas del Secretariado, tenía la impresión de allá fuera se estaba produciendo un gran corrimiento de tierras. Como si los cimientos de la realidad misma hubiesen cedido” [ob. cit. págs. 235-236]

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