jueves, 15 de abril de 2010

LECTURAS: VIDA Y MUERTE DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA. HENRY BUCKLEY


Henry Buckley periodista inglés llega a España en 1929 como corresponsal del Daily Chronicle, llega a un país desconocido para él, pero le impresiona especialmente la miseria tan ampliamente extendida. Su interés le lleva a preocuparse por conocer más y mejor el país donde iba a trabajar, así que vive intensamente y es un testigo excepcional, entre otras cosas, de la caída de la monarquía. Su testimonio tiene el valor de ser un testimonio que ve lo acontecimientos desde fuera, como un observador ajeno a lo que está sucediendo. Analiza de forma desapasionada los primeros días de la República sus éxitos, las esperanzas puestas en su llegada, pero también analiza aquellas decisiones menos acertadas. Su carácter de hombre de fe, católico prácticamente no le ciega para analizar el papel de la iglesia como institución favorecedora de la situación de miseria de gran parte de la población española.

Henry Buckley escribió Vida y muerte de la república española en tiempo transcurrido desde el final de la guerra española y el comienzo de la segunda guerra mundial y hasta su reedición por Espasa en 2004, su contenido había quedado casi en el olvido, recuperarlo es importante por lo que aporta como cronista de una periodo tan significativo para la historia de España.

Les dejo con algunos párrafos que tienen que ver con las horas previas al 14 de abril de 1931. Espero que los encuentren interesantes.

La noche del 13 de abril me encontró haciendo guardia en las puertas del Palacio Real. Envuelto en un grueso gabán para protegerme del viento helado que bajaba del Guadarrama, pasé allí la que iba a ser la última noche de don Alfonso en España. Aunque parezca mentira, había sólo dos periodistas: un pequeño reportero español y yo…

[…] Las elecciones municipales del día anterior habían puesto en entredicho no sólo al rey, sino a la institución misma de la monarquía. Camino del Palacio había pasado por la Puerta del Sol y había contemplado a las multitudes enardecidas gritando a favor de la República. La policía apenas se molestaba en reprimirlas. Algunos agentes habían bajado de los caballos y confraternizaban con la muchedumbre, intercambiando chistes y cigarrillos. La zona del Palacio estaba acordonada y sólo se permitía el acceso a las personas que teníamos alguna misión que cumplir. Y así, mientras Madrid explotaba de júbilo, el Palacio real, a pocos metros de distancia de la Puerta del Sol, estaba sumido en el silencio y aparecía triste y solitario, como si se encontrara a muchos kilómetros de distancia y ya no pertenecía a la realidad del país…

[…] Fue esa noche cuando don Alfonso constató la soledad en la que se encontraba. Y es que el que siembra vientos recoge tempestades. […] Esta noche tu pueblo mismo te está juzgando… ¿Y cómo te juzga? Volviéndote ostentosamente la espalda… Un pueblo tan agradecido como ha sido tradicionalmente el español está celebrando, a pocos metros de aquí, tu inminente caída… Hasta los políticos que tanto te necesitan te desprecian. Y me imagino que nunca habrías esperado que el Ejército, que te había ayudado a sofocar tímidos intentos democráticos producidos a lo largo de tu reinado, te abandonara en esta hora de la verdad… [ob. cit. pág. 49 y sigs.]

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