Hay periodos de la historia que por alguna razón te llaman más la atención que otros. Las razones para esas elecciones pueden ser múltiples, así que confieso que los periodos previos a las dos grandes guerras son muy interesantes para mí, entre otras cosas´ por su complejidad y las consecuencias posteriores.
Yo no he llegado todavía a entender qué es lo que movió a la ciudadanía alemana que encumbra al nazismo. Sí, ya sé que las consecuencias de la primera guerra, los problemas económicos, el auge del nacionalismo…, todos son elementos que contribuyen a añadir claridad a lo que ocurrió, pero aún así resulta para mí, aún incompresible.
Acercarme a estos momentos de la historia lo hago como cualquiera, manuales, ensayos, la literatura y el cine ayudan mucho, así que, buscando, buscando llegué a una autora alemana Julia Franck que publicó la novela La mujer del mediodía, 2007; Círculo de Lectores. Las tres partes que componen esta novela tienen un peso desigual en la obra, muy llamativa la primera, que sitúa a la protagonista, alemana no aria, en la zona de Berlín ocupado por el ejército rojo. Ella sufre las consecuencias de esa ocupación; la segunda después de un flashback nos devuelve a la protagonista, como niña, y su familia para terminar, para mí la parte más interesante, cuando llega a casarse con alemán ario.
Julia Franck logra en la narración del matrimonio de nuestra protagonista con un nazi reflejar lo que fue aquella época y lo que para quienes no cumplían el patrón étnico, por esa claridad en la forma de narrar, por la fluidez del lenguaje, entre otras cosas, esta novela es recomendable. Les dejo con algunos párrafos. Espero que les resulten interesantes.
“En la primavera siguiente cuando Wilhelm regresó de Pomerania tras un largo mes de trabajos de planificación, compró dos anillos de compromiso en la joyería de la estación y fue a recoger a Helene al hospital. Le puso el anillo delante de la nariz y le preguntó si quería ser su esposa.
Helene no era capaz de mirarle.
Pensó que debía responder; sabía cómo hacerlo, el brillo de la sonrisa, era muy fácil, sólo había que levantar la comisura de los labios y abrir mucho los ojos, tal vez con esa mímica fuese posible sentir un instante de felicidad.
Estás sorprendida, ¿verdad?
Una cosa como yo no debería existir, dijo Helene de pronto.
¿Qué quieres decir con eso? Wilhelm no entendía a qué se refería.
Quiero decir que no tengo papeles, ni certificado de pureza de sangre, nada, Helene se echó a reír, y si los tuviera, bajo la confesión de la madre pondría “mosaica”.
Wilhelm miró a Helene con dureza. ¿Por qué dices eso, Alice? Tu madre vive en algún lugar de Lausitz. ¿Acaso tu hermana no dijo que era un caso difícil? Sonó como si estuviese enferma. ¿Le tienes cariño, significan algo para ti sus festividades? Wilhelm sacudió la cabeza en señal de incredulidad, una expresión de petulancia y confianza asomó en su rostro: Sígueme, cásate conmigo y permítenos empezar una nueva vida.
[…] ¿Me estás diciendo que desconfías de mí porque soy alemán? ¿Por qué naci de una madre alemana y de un padre alemán y ellos a su vez de padres y madres alemanes? [ob. cit. págs. 308-309]
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