miércoles, 23 de febrero de 2011

RECUERDOS DESDIBUJADOS

Con la mayor modestia del mundo voy a intentar plasmar en estas líneas las sensaciones que tengo de aquella tarde de hace treinta años. Si de la tarde del golpe, en la que se tambalearon todas las ilusiones y las expectativas se apagaron de forma instantánea. Dicho esto, y si me atrevo a escribir es porque me lo ha pedido alguien a quien quiero mucho.

La verdad que los días previos al golpe y ya anunciado el pleno para nombrar a Calvo Sotelo, precedido del discurso de Adolfo Suárez que con un lenguaje algo críptico renunciaba a la presidencia de gobierno y me dejaba, no solo a mi seguro, con la sensación de no saber exactamente qué pasaba. El ejercicio de leer entrelíneas en momentos como ese alcanza el mayor grado de especulación posible. Los episodios y sorpresas se sucedían sin tiempo a vislumbrar el verdadero alcance de cada uno de ellos, y así, mientras se votaba en el Parlamento la candidatura del propuesto como futuro presiente, yo estaba en casa, sentado en el despacho haciendo cosas del colegio. No recuerdo si corrigiendo o preparando cosas de clase y como sonido de fondo la radio que transmitía el pleno del Congreso. No tengo conciencia del momento exacto en el que descubro la gravedad de lo que estaba sucediendo, pero sí recuerdo que tuve esa sensación de miedo, no creo que fuera otra cosa, en la que el estómago se te pega al espinazo y ya se te caen todos los palos del sombrajo. ¿Y ahora qué? El vacío y los peores vaticinios por delante.

Superado este choque inicial lo inmediato era ir a buscar a mi hijo que estaba en la guardería. Él contento, salía antes. Lo miraba y pensaba lo peor. No recuerdo nada especial en la calle que significara alarma. De ahí en adelante hasta el día siguiente se agolpan los recuerdos, difusos y desordenados. Llamadas de teléfono, la radio encendida, la televisión y poco más porque ahora parece que todo fue rápido, se resume en un reportaje de televisión o de radio y ya está, pero la realidad fue bien distinta porque las horas pasaban lentamente y entre algún dato que iba cayendo de la radio o imagen de la televisión, las cosas se veían con algo de optimismo o con el pesimismo más profundo y el cambio de perspectiva en ocasiones dependía hasta del tono de voz de quien hablara en la radio. En este punto recuerdo la llegada de la columna de soldados de la policía militar a las puertas del Congreso. Me dio la impresión de que aquello ya no tenía remedio.

El sueño me llevaba casi de la mano, pero seguía en un duermevela pendiente de la radio y la televisión sin sonido. El mensaje del rey daría un respiro, solo un respiro, todavía están los guardias estaban dentro del hemiciclo.

La mañana obliga a salir a trabajar sin saber qué va a pasar, aunque parece que la situación se normaliza, o eso quiero pensar. La jornada en el colegio no da nada más que para comentar lo que ha pasado y creo recordar que fue un día donde faltaron muchos niños, que aquello casi no parecía un colegio porque ni bullicio, el normal de cada día se apreciaba. Todos teníamos anécdotas que contar.

Los detalles de todo el desarrollo de este sonrojo nacional ya es conocido, bueno creo que casi todo, pero las sensaciones que cada uno de nosotros llevamos dentro con el paso del tiempo creo que se van desdibujando y a mi cuesta hacer un relato detallado de esas horas, aunque lo que no se podrá olvidar nunca es el miedo a vivir aquello que nos habían contado, aquello sobre lo que habíamos leído y que nunca pensamos que se podría volver a repetir, a pesar de todo lo que estaba cayendo en aquellos momentos.

En la actualidad intento que mis alumnos logren identificarse con aquella situación, pero me resulta difícil, pongo todos mis medios pero no creo que lo logre, por lo menos de forma satisfactoria. Lo seguiré intentando.

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