Tengo varias lecturas pendientes para comentar mis impresiones desde la pasa entrada de comienzos de enero. Nada de Janne Teller, Seix Barral, 2011 no es lo último que he leído, de hecho fue la lectura del pasado fin de semana. Llegué a esta obra después de leer algunas notas en la prensa, sobre todo me llamó la atención el hecho de que en Dinamarca fue retirado de las librerías por entender que podría ser perjudicial para los jóvenes, e incluso se prohibió en los centros educativos cuando fue propuesto como lectura recomendada.
Aún cuando se publicación es España es muy, muy reciente ya lleva funcionando diez años y ha recibido, junto con las prohibiciones citadas algunos reconocimientos significativos, así que era casi urgente su lectura. Leída con fruición sus ciento cincuenta y ocho páginas consiguen que quedes atrapado en su lectura a partir, incluso, de la portada, donde puedes leer: “Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo”. Como chispa que enciende tu curiosidad, y ya coloca al lector en la obligación de iniciar la andadura con los ojos bien abiertos.
Puede que la lectura se prohibiera en Dinamarca porque entendieran que las reflexiones hechas a posteriori podrían desencadenar en los jóvenes una reacción de tal magnitud que sólo sería comparable con la que parece causar eso que ahora se llama “mercado”, o la que se generaría si se rompiera la confianza en el dinero, en el papel moneda, aunque, la verdad, creo que los jóvenes están más predispuestos, o potencialmente así lo creo, para desarmar este modelo de sociedad en la que vivimos y generar expectativas con un cambio a fondo, mientras que los adultos están más lejos de esa posibilidad de cambio profundo y radical.
No entro en insinuarles nada de la trama, salvo que un niño que abandona la clase, eso del absentismo, se convierte en una especie de detonante para sus compañeros que se defienden detrás del “significado” del significado de las cosas, pongamos como ejemplo. Que la disfruten
“-No podemos quejarnos a Eskildsen ni al subdirector ni a ningún adulto, porque si nos quejamos de Pierre Anthon subido al ciruelo, tendremos que explicar lo que dice. Y eso es imposible, porque los adultos no querrán oír que sabemos en realidad nada tiene sentido y que todos simplemente fingimos” [ob. cit. pág. 17]
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