Que no somos todos iguales no es una novedad, así que no descubro nada nuevo. Tampoco es novedad que las diferencias las marcan, entre otras cosas, el capital, el origen, el color de la piel, las religiones y seguramente como lector podrás colocar más elementos diferenciadores. Ahora bien, ¿hasta dónde somos capaces de marcar las diferencias? Al parecer no hay límites y esta película: “El caballo de dos piernas” de Samira Makhmalbaf es una desgarradora y dura historia donde el individuo es degradado hasta límites insospechados.
Cuando desaparece la condición humana y se ve al otro como una “cosa”, como un animal y se le trata como tal parece que hemos tocado fondo y esa situación es la que Samira Makhmalbaf lleva la pantalla de manera que coloca al espectador como observador para que grite a sabiendas que no va a ser escuchado. El escenario lo podemos situar en lo más recóndito del mundo musulmán, Afganistán puede ser el modelo y en él los personajes son representación de una sociedad tribal, arcaica y ajena a los derechos individuales. Nuestro caballo de dos piernas es el único que viste de occidental, casualidad o metáfora de diversa lectura.
En fin, aconsejable, pero muy dura. Hay que verla con cierto ánimo y fortaleza de espíritu.
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