Siguiendo mi teoría de “leer sobre seguro” he apurado este fin de semana el último trabajo publicado de Amin Maalouf, “El desajuste del mundo. Cuando nuestras civilizaciones se agotan”, Alianza, 2009. Este ensayo es un repaso por las zonas en las que “chirria” el Planeta; la economía, el mundo financiero y sus desbarajustes, la hegemonía de los Estados Unidos y la falta de respuestas en su papel de gendarme universal; las tropelías que se perpetran diariamente con la naturaleza, el callejón sin salida al que nos conducen unos modelos sociales caducos y sin respuesta. En fin un recorrido por la zona oscura.
Gran conocedor de Oriente Medio, su evolución a lo largo del tiempo, analiza lo acontecido para poder entender la situación actual y lo estrecho que parece el callejón de salida. Los modelos sociales sin respuesta, ahogados por los gritos identitarios dejan sin muchas posibilidades a las generaciones futuras. Maalouf ha analizado en profundidad el problema de los nacionalismos y los conflictos de identidad asociados, como siempre, a la exclusión en una obra anterior: Identidades asesinas, 1998, donde su relectura en la actualidad sirve de preámbulo a su nueva publicación. Insiste en la tesis de las identidades compartidas o añadidas que solventaría muchos de los conflictos actuales.
Cuando analiza el papel de las religiones con las que convive, mantiene la hipótesis de que la ortodoxia católica se ha mantenido gracias a la estructura de poder representada por la institución papal, una estructura que mantenido dentro de los límites establecidos a las disidencias, evitando el desbordamiento como ha sucedido en las sociedades musulmanas donde lo social y lo religioso están en una nebulosa donde el poder religioso que ha impedido que la semilla de la modernidad, la racionalidad ilustrada, progresase por ahogamiento de la fe.
Reparte responsabilidades de la situación actual a unos y otros, cada modelo social debe soportar las “culpas” y sólo por medio de la educación y la cultura se podrá superar esta situación, ya estamos en el callejón, a la que no se le ve una salida nítida y en ocasiones tampoco se piensa que haya salida y que al final habrá un muro de intransigencia en un casos ambiental, como afirma el propio Maalouf cuando un país está en crisis puedes intentar emigrar, pero cuando lo que está en crisis es el Planeta no queda sitio para escapar.
Espero que los párrafos que siguen les resulten interesantes.
Lo que le reprocho en la actualidad al mundo árabe es indigencia de su conciencia ética; lo que le reprocho a Occidente es esa propensión que tiene a convertir su conciencia ética en herramienta de dominio. Dos acusaciones graves y que me resultan doblemente dolorosas, pero que no puedo silenciar en un libro que pretende enfrentarse de raíz con los orígenes de la regresión que se anuncia. En las palabras de unos sería vano buscar huellas de una preocupación ética o una referencia a valores universales; en las de los otros hay una omnipresencia de esas preocupaciones y esas referencias, pero se usan de forma selectiva y se moldean continuamente para ponerlas al servicio de determinada política. Y el resultado es que Occidente no deja de perder credibilidad moral y que sus detractores no tienen ninguna. [ob. cit. pág. 34]
Por las razones ya dichas y por otras cuantas estoy convencido de que nuestra escala de valores no puede hoy en día basarse sino en la primacía de la cultura y de la enseñanza. Y que, repitiendo la frase ya dicha, el siglo XXI se salvará por la cultura o naufragará.
Esta convicción mía no se basa en ninguna doctrina establecida, sólo en mi interpretación de los acontecimientos de la época en que vivo; pero no deja de impresionarme que en las grandes tradiciones religiosas con las que convivo haya exhortaciones semejantes. “La tinta del sabio vale más que la sangre del mártir”, dice el Profeta del islam. De quien, por lo demás, se citan otras muchas frases sobre el mismo tema: “Los sabios son los herederos de los profetas”; “Buscad el conocimiento, hasta en China si hace falta”; “¡Estudiad desde la cuna hasta la tumba!”.
En el Talmud nos encontramos esta idea tan vigorosa y tan conmovedora: “Al mundo sólo lo mantiene el aliento de los niños que estudian”. [ob. cit. pág. 209]
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