sábado, 31 de octubre de 2009

OTRAS LECTURAS: EL CEREBRO DE KENNEDY

Cuando abres una novela de Henning Mankell esperas encontrarte con el inspector, casi tu inspector particular. Wallander con su forma peculiar para desarrollar su oficio de investigador en el cuerpo de policía en una pequeña ciudad en Suecia; sus intuiciones, sus hábitos poco saludables para alimentarse, a deshora y comer lo primero que encuentra, el exceso de café, entre otras cosas se convierten en hechos cotidianos y muy cercanos a ti como lector que has seguido sus trabajos policiales, pero también su vida y en el silencio de la lectura le reprendes, levemente, porque no llama con más frecuencia a su hija; que aplaza sin razón aparente hablar con su pareja que vive en el extranjero, aunque si comprendes el que no tenga una buena relación con su padre y que intente mantenerse lejos de él, ya que es odioso, sí odioso porque no sólo no ha entendido el trabajo de su hijo, sino que pretenden imponer sus criterios en una vida que no es la suya.

En fin Wallander es como algo personal, algo que el lector busca al abrir como dije al principio cualquier obra de Mankell, sin embargo en El cerebro de Kennedy, TusQuets, 2006 nos encontramos sin la cotidianeidad de Wallander y de la mano de una madre desesperada que ha perdido a su hijo de forma poco clara en medio del continente africano donde la pobreza, la corrupción y las enfermedades, el sida sobre todo, son el marco para una historia donde los intereses espurios de la industria farmacéutica envuelve toda la trama.

Louise Cantor tiene la perseverancia que solo tienen las madres que luchan por aquello en lo que creen y que en ocasiones sólo se fundamenta en una suposición, en algo poco o nada concreto, pero que definen como la intuición de la madre les lleva a sacar fuerzas de donde no las hay para confirmar aquello en lo creen. Louise viaja, un largo y tortuoso recorrido para llegar a las afueras de una ciudad africana donde la miseria se hace visible, palpable para alguien que viene de un mundo de orden como es Suecia y de una actividad profesional, es arqueóloga, donde el objeto de estudio ha dejado unas huellas ya indelebles.

Les dejo con algún párrafo que espero encuentren interesante:

“Los nubarrones desaparecieron y el sol empezó a brillar. Louise lo miró estremecida.

-¿Tienes frío?

-No, estaba pensando en lo que me has contado.

-Los medicamentos pueden alcanzar tanto valor como los metales raros o las piedras preciosas de ahí que no haya límite para lo que la gente es capaz de hacer por codicia.

-Quisiera saber todo lo que has oído.

-No sé más de lo que ya te he contado. Aunque hay rumores. [ob. cit. pág. 236]

Ah, se me olvidaba, ya descubrirán el por qué del título.

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