martes, 30 de junio de 2009

FIN DE SEMANA EN MADRID


Hay fines de semana y fines de semana. Unos pasan sin pena ni gloria, son los que van más cargados de rutinas, labores de la casa y esas cosas. Esto no significa que me queje de lo cotidiano, al contrario, se agradece porque la cotidianeidad pone orden en nuestras vidas. Sin embargo, hay fines de semana que por su excepcionalidad quedan, y van a quedar grabados, no diré para siempre porque el Alzheimer es muy traicionero, pero este último fin de semana de junio pervivirá en el recuerdo.

Junio se cierra para mí con un cúmulo de sensaciones difíciles de describir. Como tratamiento de choque disfruté de varias exposiciones en Madrid. Fue como un tratamiento de choque porque el tiempo no era mucho, y mucho era lo que había que ver. Disfruté de la exposición de Joaquín Sorolla en El Prado (hasta el próximo 6 de septiembre se puede ver); Henri Matisse en el Thyssen-Bornemisza (hasta el 20 de septiembre); y Los mundos del Islam en la Fundación “La Caixa” (hasta el 6 de septiembre se puede ver). Por si esto era poco hay que añadirle algunas de las exposiciones de PhtoEspaña 09.

Sí, posiblemente sea una especie de maratón, mucho que ver, muy distintas entre sí cada una de las exposiciones, pero hay que aprovechar la oportunidad y no dejar escapar la oportunidad, porque volver a ver una antológica como la que presenta el Museo de El Prado de Joaquín Sorolla va a ser muy difícil, la magnitud de la colección expuesta creo que supera con amplitud la realizada en el centenario de su nacimiento en 1963. Y ya que estamos convendrán conmigo que Joaquín Sorolla tiene un atractivo especial y creo que casi todos nos quedamos prendados de la luz que plasma en sus lienzos, de las escenas cotidianas llenas de colorido, aunque es esa luz lo que más llama la atención, hasta el punto de dudar si Sorolla refleja la luz que percibe en el Mediterráneo, o es éste quine copia a Joaquín Sorolla. Este especial atractivo junto con lo fácil que es interpretar su pintura son algunas de las claves del éxito, de la trascendencia de este pintor, que generación tras generación va sumando admiradores.

También creo que todos tenemos de Sorolla una especial predilección por alguna de sus obras. Todas, o casi todas las pinturas de ambiente marinero se prestan a esa admiración, aunque hay una parte de su obra, quizás menos conocida, que tiene una gran fuerza expresiva llena de dramatismo en algún caso. El realismo social de una etapa de la obra de Sorolla no tiene la misma dimensión de popularidad que las escenas cotidianas de la pesca. Tengo especial predilección que se sale del “canon Sorolla”, no es una pintura que destaque por su cromatismo o el tratamiento de la luz, es una obra donde se expresa con mayor rotundidad el dramatismo de la obra de Sorolla. ¡Otra Margarita!, 1892 es un óleo (1295 x 1981 mm) que se encuentra en San Luis, Missouri. Es una escena en el interior de un vagón de ferrocarril en el que una pareja de guardias civiles custodia a una joven, esposada, que ha matado a su hijo recién nacido. No había visto nunca esta obra, sólo algunas reproducciones y hay dos puntos que focalizan la atención, por un lado el rostro de esa madre muy joven que con esa mirada perdida traslada al espectador la duda, el interrogante del por qué una madre puede llegar a quitar la vida a un recién nacido. El abismo de esa mirada crea desasosiego, a mí me lo crea, y no sé si en ese rostro hay arrepentimiento, dolor, o qué es lo que hay. El otro punto de interés es también un rostro, del guardia civil, que representa la autoridad, el orden, el orden en el más amplio sentido del término, orden social, orden en el transcurrir de la vida, orden como secuencia natural. Ese rostro también es para mí un interrogante, aunque creo que no representa lo que se le supone como representante de ese orden; más bien creo que lo transmite es misericordia, comprensión por esa muchacha que ha vulnerado el orden natural de las cosas, de la vida. No he visto miradas tan cargadas de dramatismo, de fuerza como las que comento. Volvería una y cien veces a pararme delante del lienzo con la esperanza de que hable, cualquiera de ellos, y a mí como espectador me saque de dudas. Como no creo que sea posible sigo el recorrido, pero me llevo las miradas conmigo.

Con los ojos llenos de color de luz del Mediterráneo, de dramatismo, toca ir al Mueso Thyssen-Bornemisza, espera Henri Matisse, su obra es un cambio de registro, aunque guarda en común con Sorolla el marco, el permanente mundo mediterráneo, pero ya hablaré de él en otro momento.

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