lunes, 27 de diciembre de 2010

LISBOA OTRA VEZ

Una amiga me dice: “Mira si me gusta Lisboa que en mayo vuelvo”. Bien todos tenemos lugares que nos atraen especialmente por distintas razones. En mi caso Lisboa tiene el atractivo de “conocerla” a través de los ojos de José Cardoso Pires [1925-1998], escritor de relatos breves que me recuerda al boxeador que pelea fajándose con el contrario en el cuerpo a cuerpo y que sale de ese cuerpo a cuerpo con la gracia de una bailarina (no se me ocurría otra comparación). Pues como las ciudades se conocen porque se visitan o se leen, en Lisboa, diario de a bordo. Voces, miradas, evocaciones; publicado por Alianza en 1997. En las páginas de ese breve diario he “visto” la ciudad, y ahora tengo la oportunidad de poner imagen a lo que Cardoso nos ha contado, a cosas como: “Apenas amanece, te me apareces posada sobre el Tajo como una ciudad que navega. Es natural: cada vez que me encuentro en alturas desde la que creo abarcar el mundo, en la cima del mirador o sentado en una nube, te veo ciudad-nave, barca con calles y jardines por dentro, y hasta brisa que corre me sabe a sal. Hay olas de mar abierto dibujadas en tus calzadas; hay anclas, hay sirenas”.
Opus Night, el personaje de Cardoso Pires en Alexandra Alpha, asegura que Lisboa, a la luz del sol, sólo sirve para perturbarle la vista, sólo es entendible para un noctámbulo irreductible y hasta enfermizo que hace de las sombras casi su morada y seguro que dice porque, como el propio Cardoso afirma: “Nunca ha visto a Lisboa bajo esa luz, sólo eso faltaba; y si la viera probablemente acabaría con la mandíbula desencajada, porque es una ciudad de geometría esquiva, colinas, quebradas, ondulaciones, reflejos de río con tonos imprecisos, según los días y según las mareas; un cuerpo para deletrear sin prisas”.
En el lado opuesto, quien ama la luz, quien perfila la ciudad desde las luces y las sombras o los reflejos en su río. Fernando Assis Pacheco en poema en el que aturdido por la luz y en un estado casi afiebrado escribe: “Si fuera Dios detendría el sol sobre Lisboa”. Ni así, afirma Cardoso la luz la moldeará: “Nunca el sol podrá iluminar por igual una ciudad tan caprichosa como ésta. Tiene que acomodarse a sus contornos y a sus desordenados instintos, a su placidez aquí, el rumor de los viejos barrios allá, y sólo gracias a tantos desvelos darle su color singular”.
Claro que si la luz crea tal controversia el color no queda atrás, así que: “De Lisboa se puede decir que hasta los daltónicos discuten sobre su color”. Del ocre “pombalino”, el verde, verde las estatuas comidas por el mar o el blanco de las espumas del océano.
En fin, esto me mueve, entre otras cosas, a visitar esta ciudad para percibirla directamente, aunque mediatizado por quienes la han descrito y vivido, porque para conocer una ciudad hay que vivirla, no visitarla solamente.
Espero añadirle a esta entrada alguna de las fotografías que haga en la Ciudad. No sé si sabré captar sus colores y sus formas, pero lo intentaré.

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